Canada

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Imagina presentar a Canadá a tu familia.

—¿E-estás segura de esto, (T/N)?— susurro, Canadá, sintiendo unos grandes retorcijones en el estomago.

—Claro que si, Matthew— menciono la muchacha, quedando frente a la casa. Se detuvo antes de tomar las llaves de su bolso y se giro sobre sus talones, para encarar a su novio— ¿O es que ya no sientes lo mismo?— pregunto, en un tono que el muchacho no supo si era amenazante o triste. Rápidamente, negó con su cabeza.

—Claro que sigo sintiendo lo mismo, pero es que... S-supongo que siempre se está nervioso cuando vas a conocer a los padres de tu novia— murmuro, recordando lo nervioso que estaba Alfred cuando, en una reunión mundial, aprovecho a hacer pública su relación, justo con el tutor de su novia frente a él. No sabía cómo es que no le había agarrado un ataque al corazón.

—Sí, hablando de eso, no solo estarán mis padres— comento la representación de la isla—. Ya sabes, usualmente los latinos somos muy unidos y... Prácticamente toda Latinoamérica esta allí adentro... Contando los latino europeos, también— comento, desviando su vista. En ese momento, el chico casi colapsa.

—¿T-todos...?— balbuceo, sintiendo como sudaba a mares. Antes de que el pudiera arrepentirse, (T/N) lo tomo de la mano y lo llevo, a rastras, el camino que quedaba. Antes de abrir la puerta, beso, brevemente los labios del rubio.

—Tranquilo, todo irá bien— susurro, dándole una sonrisa, que el país, aunque trato de devolvérsela, solo fue una horrorosa mueca. La chica abrió la puerta, escuchando las risas, los sonidos de vasos y la música que venía del comedor. A paso de tortuga, Canadá avanzo con ella, sintiendo, ya, que iban a estrangularlo. Simplemente, no se consideraba demasiado para estar con alguien como (T/N) y temía que los demás pensaran lo mismo. Con los nervios a flor de piel, avanzaron hasta la sala. Allí se encontraba atestada de personas que hallaban, y gritaban, entre ellos, mientras bebían y comían lo que estaba encima de la mesa.

—¡Familia!— exclamo, (T/N), mientras les sonreía a todos. Los presentes se voltearon a verla y la saludaron, mientras levantaban sus vasos. Luego de aquel recibimiento, ella le hizo una seña para que su novio avanzara a un punto donde todos pudieran verlo. Canadá suspiro y así lo hizo, sintiéndose valiente, por una vez en su vida. Cuando recibió las variadas miradas sobre el, aquel sentimiento de confianza salió huyendo de su cuerpo, cobardemente. De repente, las risas se apagaron, las bebidas dejaron de fluir, incluso la música dejo de sonar. La tensión se sintió en el ambiente, cayendo, como una roca, sobre la cabeza del rubio.

—Ho-hola a todos— susurro con un hilo de voz. No debería dejar de ser educado a pesar de los nervios que sentía. A lo lejos vio a Francis quien le dedico una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora. Algunos le devolvieron el saludo, pero, otros, directamente, miraron al tutor de (T/N). Ella carraspeo y sonrío, nerviosamente, a la multitud.

—Familia, muchas gracias por estar aquí. Los quiero mucho a todos y, como tal, quería presentarles a Canadá, aunque creo que ya lo conocen...— balbuceo, sintiendo como, lentamente, una maligna aura se posaba sobre su padre. El rubio sentía que, en cualquier momento, iba a morir—. Humm... Hace unos meses que somos novios y... nos queremos mucho...— la voz de la muchacha se iba a apagando a medida que, lentamente, su padre se levantaba. Matthew, por su parte, deseaba esconderse detrás de su novia. Con cuidado, tomo los dedos de la chica entre los suyos y le sonrió, observándola de reojo.

—Y si, le enseñe a hablar español— comento la chica. Fue lo que basto para que la tensión se cortara. De inmediato, los integrantes de aquella gran familia se acercaron, felicitándolos, mientras hablaban todos a la vez, sonriendo y haciendo chistes sobre lo embobado que estaba Canada cada vez que se encontraba con la dependencia. (T/N) sabia que, si bien sus familiares no iban a despreciar a Canadá solo por no saber hablar su idioma, les sería demasiado incomodo comunicarse por ingles... Además que su padre, directamente, le hubiera prohibido verle. El chico, más temprano que tarde, se vio rodeado de vasos que le ofrecían los latinos, repletos de sustancias de variados colores.

—Hummm... G-gracias... p-pero yo no tomo— susurro, lo más fuerte que pudo.

—¡Con esto entras en la familia, oficialmente!— grito alguien entre la multitud.

—¡Ya pudiste con tu suegro, unas copas no son nada!—

—P-pero...—

—¡Chupa y no te hagas el gringo!— exclamaron en conjunto.

Mas arriba, Alfred tuvo un ataque de estornudos.

Imaginas {Hetalia}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora