Bad Touch Trio

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Imagina desaparecer a la mañana siguiente

Todo estaba dicho. De lo que había sido un gran Imperio, solo quedaban las cenizas, después de una larga guerra. Finalmente habían decidido la desmembrar la nación, en pequeños pedazos. De (T/N), solo quedaría su pequeña capital, que seria, desde la mañana siguiente, una micro nación. La chica podía sentir como sus extremidades comenzaban a fallarle, pero eso no le impidió salir de fiesta por última vez, luego de dejar todo ordenado para el funeral de mañana.

—Podrías haberte quedado— las palabras de Francis la sacaron de sus pensamientos. Ella sonrió levemente y llevo la botella que tenía en una de sus manos hasta su boca. Tomo un largo trago, para luego encogerse de hombros.

—Tal vez, pero no pensaba rebajarme al nivel de Gilbert— comento.

—¡Hey! ¡El asombroso yo debía seguir cuidando del pequeño Lud!— exclamo el albino, volteando, ofendido, su mirada del camino. (T/N) soltó una risilla.

—Sí, tienes razón, solo te estoy molestando— murmuro. Se detuvo para quitarse esos benditos tacos que la estaban matando y dejarlos a un lado del camino. Ya no los necesitaría. Soltó un suspiro de alivio y se aferro a los hombros de Antonio, quien paso uno de sus brazos por la cintura ajena, manteniéndola, así, en equilibrio. Sus piernas dolían horrores y cada paso que daba era como si sufriera varias cuchilladas, probablemente, los soldados del ejército contrario, ya hubieran tomado el control de su parte sur.

—Aun no puedo creer que te estés yendo— murmuro, algo cabizbajo el español, algo muy raro en el. La mujer sonrió y soltó un suspiro.

—Bueno, soy la más vieja de los tres... Supongo que era algo obvio— menciono, sin darle más importancia—. ¿Recuerdan cuando vestía a Francia de mujer y ustedes creyeron que realmente era una chica?— diciendo esto, soltó una carcajada—. Fue muy gracioso ver sus expresiones cuando un viento levanto su falda—

—¡Ah! Fue muy divertido— se rio el rubio, asintiendo con su cabeza. España bufo, para luego inflar sus mejillas.

—¡No fue divertido! ¡Me causo pesadillas varias semanas!— exclamo Prusia, chasqueando su lengua. (T/N) solo rio.

Cuando llegaron al fin del camino, las risas cesaron. Un denso bosque se alzaba ante ellos, oscuro e imponente. España soltó un suspiro, Francis elevo su mirada al cielo y Gilbert cerro sus ojos, aguantando las lagrimas. Lentamente, ella deshizo el agarre del hombre y dio tres pasos, vacilando. Inspiro fuertemente y se giro para enfrentarlos con una sonrisa.

—Muy bien, muchachos, aquí nos separamos— comento, diciendo lo más obvio, pero es que no sabía que mas proferir.

—¿Realmente no quieres...? Bueno, ya sabes, ¿morir en tu casa?— pregunto, un tanto incomodo, Prusia. Había dejado su tono exaltado y hablaba mucho más calmado. Ella tomo un trago de su bebida y bufo.

—¿Para qué? ¿Para condenarme, eternamente, a un cajón? No gracias. Además, no quiero que el resto vean mi rostro tan pálido y demacrado o, en su defecto, maquillada como payaso— argumento, sin poder evitar un escalofrió al pensarlo—. Definitivamente prefiero cubrirme de naturaleza... Tal vez hasta pueda ser el espíritu que asusta a los que vienen a interrumpir mi descanso eterno... ¡Eso sería genial!— exclamo, soltando unas pequeñas risillas. Para ese momento, Francia, dejaba fluir sus lágrimas libremente y Antonio se mordía el labio inferior.

—Te vamos a extrañar, (T/N)— dijo España, luego de tragar fuertemente.

—¡Al próximo pollito que tenga prometo ponerle tu nombre!— exclamo el albino, sobresaltándolos a todos.

—¡Ya! No sean maricas. Eso es así, es el ciclo de la vida y, ¿saben qué? Es genial... Habían demasiadas cosas sobre mis hombros, ahora ya no me tendré que preocupar por nada— menciono, esbozando una sonrisa. Mentiría si dijera que no estaba triste, pero no quería llorar frente a ellos—. Bueno, idiotas, esto es un adiós...—

—¿No nos vas a dar un abrazo?— pregunto Francis.

—Obvio no. Odio las despedidas y si los abrazo juro que no querré despegarme— comento, (T/N) soltó un suspiro, sintiendo una suave brisa empujarla, levemente, hasta el bosque. Elevo su botella en dirección a ellos—. ¡Salud! ¡Salud por todo lo que hemos vivido! ¡Salud por ustedes y sus allegados! ¡Que vivan muchos años más!— grito, sintiendo las lagrimas escocer en sus ojos. Carraspeo levemente, para luego regalarles una última sonrisa—. ¡Adiós, muchachos!— y, diciendo esto, comenzó a caminar hacia el bosque.

—¡Saluda al abuelo Roma!— le llego la voz de Antonio a sus oídos.

—¡Y a Vati! ¡Y a SIR!— esta vez era Gilbert. Su voz sonaba quebrada.

—¡Claro! ¡Díganle a todos que los amo!— exclamo, escuchando el eco de su voz. Tomo de su botella hasta acabarla y siguió caminando, tarareando una pequeña canción.

A medida que la mañana iba despuntando, sus piernas dejaron de responderle y sus brazos ya no tenían la fuera suficiente de agarrar la botella. Cayo junto un árbol y se arrastro lo mejor que pudo hasta quedar con la espalda pegada a este. Elevo su mirada y, entre las ramas, observo un grisáceo cielo. Era como si las nubes estuvieran a punto de llorar por su partida. Por fin, cerró sus ojos y, exhalo su último aliento.

A lo lejos pudo ver la figura de un niño, con ropajes negros y ojos azules.

—¿Cómo esta Italia?— fue lo primero que pregunto. Ella sonrió al reconocerlo y se acerco a el. Ya no dolía nada.

—Te aseguro que esta mejor que nunca— comento. El la tomo de la mano y sonrió.

—Vamos, los demás te están esperando...—


Imaginas {Hetalia}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora