Italia

3.7K 260 68
                                    

Imagina estar a punto de casarte con la persona equivocada

(T/N) soltó un profundo suspiro, mientras se miraba las manos, enguantas en delicados trozos de encaje. Movió, lado a lado, su cabeza, al mismo tiempo que tarareaba una pequeña canción. Todo iba a estar bien, todo iba a salir correctamente, eso era así, era lo mejor para todos... pero no para ella. Ahogo un pequeño grito, mientras se incorporaba del asiento y comenzaba a dar vueltas por todo el cuarto. El susurro del vestido pomposo, le hacía sentirse horrible. No quería, no quería y no quería. No podía casarse, pero todo estaba allí, no podía detenerlo ahora. Unas horribles nauseas aparecieron al escuchar como tocaban la puerta. Seguramente era España, quien le venía a decir que ya deberían salir

Inspiro fuertemente, intentando que las lágrimas dejaran de quemar sus ojos, o, por último caso, que pensaran que estuviera llorando de felicidad. Se dirigió hasta la entrada y abrió la puerta.

—Ya estoy por salir, pa...— y su frase se quedo allí cuando elevo su vista. Frente a ella, unos ojos almíbar la escudriñaban de arriba abajo, sin pudor alguno. El aire se le escapo de los pulmones, mientras veía como una ladina sonrisa se formaba en aquellos labios que siempre le habían besado con pasión y ternura.

—Ah, principessa, te ves hermosa— le halago, al mismo tiempo que, sin permiso, entraba en la habitación. (T/N) retrocedió varios pasos, hasta quedarse parada en el medio, mientras observaba como el se apoyaba en la puerta. Se veía terriblemente guapo. Tenía traje, pero no llevaba corbata y la camisa estaba abierta, mostrando un poco de piel. En su pecho lo adornaban unas flores rojas.

—¿Qué haces aquí?— pregunto, sorprendiéndose por su firme voz. Italia le sonrió y se acerco unos pasos. Cual gato acechaba a su presa y, cual ratón, ella se escapaba de él. Los traviesos ojos del hombre, le avisaron que estaba jugando.

—No te cases con Alemania, per favore— le pidió, sin dar demasiadas vueltas. La chica soltó un bufido y negó con su cabeza. Habría pensado que haría algo mas para evitar aquel matrimonio.

—No. El es un buen hombre, responsable, serio, juntos podremos ser una buena poten...—

—Pero no te toca como yo, ¿verdad?— la interrumpió, haciendo que los colores se le subieran al rostro. De inmediato, las imágenes de las noches a su lado, pasaron fugazmente por su mente. Rápidamente movió su cabeza de lado a lado.

—Eso a ti no te interesa— fue lo único que respondió, aunque sabía que él estaría más que complacido por no habérselo negado.

—¿Es lo que importa, principessa?— pregunto, al mismo tiempo que daba varios pasos hacia ella. (T/N) se alejo lo máximo posible.

—¿De qué hablas?—

—¿Solo lo haces para salir de la situación en la que estás? Recién hablaste de ser una potencia, junto con Alemania. ¿Es por eso que te casas con él?— cuestiono. La mujer se vio acorralada cuando su espalda choco contra una pared.

—Claro que no... Bueno, en parte sí, pero congeniamos bien junt...—

—Tú, yo y, prácticamente, el mundo entero sabe que no lo quieres, se te nota en la cara, principessa— comento. Se apego lo más posible a ella, dejándola sin escapatoria y tomo su rostro entre sus manos. Sus pieles rozaban y la chica pudo, por fin, volver a deleitarse con el perfume que el siempre cargaba. Sin poder evitarlo, coloco sus manos sobre el pecho ajeno, estrujando, levemente la camisa—. A él lo miras como a un amigo, como a alguien que debes cuidar, como un compañero con el que puedes salir a tomar un café y compartir una conversación... Pero jamás lo amaras...— los susurros del muchacho, chocaban, directamente, contra los labiales de la chica, los cuales picaban, pidiendo un poco de atención. Maldecía el hecho de que la conociera tan bien y supiera como tenerla tan sumisa—. Si estuviera realmente enamorada de él, tus ojos brillarían cuando lo vieras, te acomodarías el cabello detrás de tu oído, te alisarías la falda y arreglarías tu blusa, porque no quieres que pienses que eres fácil. Si realmente lo quisieras te mantendrías alejada, pero haciendo que él tenga puesta su atención en ti, le coquetearías con tus miradas y tus esponjosos labios, sin saber muy bien cómo hacerlo...— menciono y dejo un suave rose en los labiales ajenos.

—¿Por qué me dejaste?— fue lo único que alcanzo a susurrar la muchacha, intentando que la voz no le tiemble. De inmediato, el se aparto, como si se hubiera quemado. Algo atontada por la escena de recién, la chica se sintió totalmente usada. Trago fuertemente y trato de recomponer su postura.

—Eso no importa, lo de verdadera importancia es que no debes cas...—

—¿Por qué me dejaste?— cuestiono, esta vez un poco mas fuerte. Italia abrió su boca para responder, pero, de inmediato la cerro y bajo su mirada. Le enloquecían esos ojos, tan expresivos, de su latina. (T/N) espero varios segundos, hasta que se canso. Soltó un bufido y tomo el ramo de flores que se encontraban en la mesa cercana—. Bien, eso es todo. Adiós, un placer coincidir en esta vida— se despidió. Camino hasta la puerta, a punto de abrirla, pero un tirón en su mano le evito.

—Venecia se muere cada año. Yo me muero— le escucho decir y, allí fue cuando lo comprendió. Se giro sobre sus talones, observándolo. Varias lágrimas se deslizaban sobre sus mejillas—. ¿Cómo haría cuando me tuviera que separar de ti? No podría, por eso quise hacerlo de esa manera... Pero no contaba que a tu jefe se le ocurriría casarte con Alemania para afianzar los acuerdos— balbuceo como pudo. El hombre sentía como su corazón se estrujaba con fuerza, pero a la vez, algo en el se liberaba. Con pesadez, apoyo su frente sobre el hombro izquierdo de la contraria, sintiéndose fatal— El agua sube, el territorio cede. No quería que me vieras hundirme, pero tampoco quería que me superaras tan rápido... Y menos con Alemania— murmuro.

La mujer soltó un suspiro y elevo sus manos hasta los cabellos ajenos.

—Debiste habérmelo dicho desde un inicio y nos evitábamos todo este teatro. Solo espero que los latinos tengan hambre y no dejen nada de la recepción— comento, en tono pensativo. Aquello hizo que Italia le observara, algo sorprendido.

—¿Eso significa q...?—

—Cállate y ráptame antes de que cambie de opinión— menciono, sonriendo, al mismo tiempo soltaba el ramo de flores. Feliciano sonrió y beso los labios de la prófuga novia, mientras la tomaba entre sus brazos.

—Ti amo, principessa— le susurro.

—Yo también te amo—

Pocas cosas, mas crueles, habían, que robarse a la novia, pero eso fue lo que hizo Italia; y jamás sintió remordimiento alguno.


—¡Alfredo, boludo, larga el chorizo, que quiero un cacho!—

—¡No!—


Imaginas {Hetalia}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora