Nyo!Beilschmidt

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Imagina tener el corazon de las hermanas

(T/N) gimoteo levemente, mientras cerraba sus ojos. Tiro su cabeza hacia atrás y arqueo su espalda, sintiendo su corazón latir con furia. El beso de Monika, se había transformado en un chupón que, en pocas horas, tomaría una apariencia morada. Soltó un suspiro, para luego observar la rubia cabellera de su novia, metida en su escote, succionando el trazo de piel, justo encima de su corazón. Elevo una de sus manos y acaricio las hebras claras, haciendo que la contraria dejara aquel lugar y levantara su mirada. Sonrió al ver las mejillas sonrojadas de la germana.

—Es por seguridad— susurro la militar, al ver la pregunta en los ojos de su chica—. Cualquiera que estuviera en esta misma situación, deberá saber que ya le perteneces a alguien.

—No podría estar con alguien mas, Monika. Solo existes tu— murmuro, con ternura, antes de recibir un nuevo beso sobre sus labios. Esta vez, fue algo mucho más intenso de lo que se esperaba, pero, claro está, no penaba en rechazarlo y, sin más, correspondió con la misma pasión. La rubia se coloco sobre la contraria, obligándola a recostarse sobre el suave colchón. Muy pocas veces Alemania le besaba de esa manera, pero, pensaba, era por el largo tiempo el cual estuvieron separadas. Hacia más de un año no se veían, gracias a que la guerra había estallado y su jefe no apoyaba a los Axis. Desde entonces, veía a Emily mucho más seguido, ya que su presidente, se había aferrado a la idea de que sean amigas, o mucho mas, para que se olvidara de Monika.

Aquello no había dado resultado y, en cuanto pudo escaparse de la vista de águila de aquel hombre, se había escapado a Alemania. Le había dolido ver tan cambiada a su novia y, mucho más, el hombre que la gobernaba.

Las manos de (T/N) jalaron, rápidamente, la parte de arriba de aquel uniforme negro que la rubia llevaba. Necesitaba sentirla, justo como antes de que estallara el conflicto. La alemana pasó sus manos por los muslos ajenos, levantando la larga falda, deseando llegar a mucho más, pero, a la vez, sabiendo que los minutos eran contados. Si bien María la cubriría con su jefe, no quería meterla en problemas, menos cuando se había quedado con ella, con sus últimas fuerzas, cuando Prusia se vio disuelto.

La rubia mordió el labial inferior de su pareja y se aparto, inspirando fuertemente. La latina tenia los labios rojos e hinchados, la ropa desarreglada, varios chupones en su piel y el cabello revuelto. Era hermosa, pero debía apartar la vista de ella.

—Lo siento, debo marcharme. Tengo una reunión muy imp...— comenzó, mientras se colocaba los guantes blancos.

—¡No vayas!— exclamo la chica, interrumpiéndola, mientras que se colgaba de uno de los brazos ajenos, sin importarle su actual apariencia—. ¡Monika, por favor! Esto acabara muy mal— susurro, sintiendo las lagrimas agolparse en sus ojos. Lo sabía, lo presenta, pero, de hecho, una guerra jamás podía acabar bien. Alemana la observo, con una clara duda marcada en sus ojos. Al final soltó un suspiro y se inclino. Tomo a su pareja de las mejillas y le planto un último beso en sus labios.

—Ya estoy en guerra, debo seguir peleando— musito, observando los brillantes orbes de su amada. Luego de decir aquello, se dirigió a al puerta de la habitación y, sin más, salió de aquel lugar, sin dar mirada de despedida. (T/N) sintió como su corazón se congelaba, junto con su cuerpo y, como acto reflejo, comenzó a acariciar sus antebrazos. Debía salir de ese lugar si es que no deseaba morir de pena.

Lentamente, abandono la habitación, cerrando la puerta tras suyo. El movimiento de algo, en el rabillo de su ojo, hizo que prestara más atención a su entorno y volteara a verlo. Estaba en el pasillo y Prusia le observaba atentamente.

—María, gracias por cubrirnos— susurro, esforzando a sonreír a la albina a su lado—. ¿No deberías estar ya en la reunión?

Prusia observo a la chica, con sumo dolor. No le gustaban los labiales cinchados de la mujer, junto con las arugas de su ropa y su cabello demasiado desparramado. Sabía que su hermana era pareja de aquella latina... ¿pero quién le mandaba a fijarse en su amor platónico? Monika había sido cruel y, sin pensarlo, se había acercado a hablar con la mujer de vivos ojos, encantándola, hasta que (T/N), no tuviera más ojos que para ella. María odiaba su cobardía, pero es que no había logrado aceptar sus sentimientos hasta que fue demasiado tarde.

Al final, se había tenido que conformar mirándola de lejos, deseando ser ella quien acariciaba su piel y besaba sus labios. Que horrible era el amor, no era nada parecido a lo que le había dicho Francia. Solo había dolor y un sentimiento de alegría masoquista, cuando (T/N) la volteaba a ver.

Suspiro silenciosamente y le sonrió, tal como lo hacía, sin dejar que su máscara se cayera.

—¡No te preocupes, (T/N)! ¡Yo la cuidare y la traeré a casa, sana y salva! ¡Es una promesa!— exclamo. Sin darse el tiempo de penar mas en el tema, beso a la chica en al frente y se giro, comenzando a correr por el pasillo, sintiendo sus mejillas enrojecidas y las lagrimas brotar de sus ojos.

Imaginas {Hetalia}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora