AU! 2P! Italia

3.7K 250 40
                                    


Imagina ser la muerte y tener que llevarte el alma de Luciano

Ella no se veía, (T/N) era invisible para los ojos humanos. Ella se escuchaba, el largo pitido en la maquina, era señal de ella. Ella no se tocaba, se sentía como un repentino frio, helando las extremidades. Ella no se oía, pero se podía degustar como un sabor amargo. Ella era todo lo que los seres humanos le temían: la muerte.

Se detuvo frente a las puertas del quirófano, dentro, se podía escuchar un gran escándalo. Soltó un suspiro y se acomodo el cabello. Las primeras impresionas eran las mejores y no quería asustar a la nueva alma que tuviera que trasportar. Sin más, se adentro a la sala, traspasando las puertas. Dentro, una mujer tenía complicaciones al dar a luz. Podía escuchar las indicaciones de los médicos, mientras el corazón de la chica comenzaba a fallar.

—Veamos, veamos— murmuro, mientras, delante de ella, aparecía un reloj de bolsillo. Solo quedaban dos o tres granos en la parte superior, pero, con eso, ni siquiera alcanzaría a parir de una vez. Su vista se volvió hacia el rostro demacrado de la madre, quien pujaba con todas sus fuerzas. Lagrimas caían por sus mejillas, mezclándose con el sudor. Por un momento, sus miradas conectaron. La anónima sabia que venía por ella y no pudo hacer más que negar con su cabeza. (T/N) agito el reloj, haciendo que las agujas se desestabilizaran y dieran unas cuantas vueltas más, y, con una mirada confidencial, salió del quirófano. Con eso, sería más que suficiente.

Si, ella podría ser la muerte, con todo lo que eso conlleva, pero, a veces, no podía resistirse a colocar un poco más de arena en los relojes. Sabía que si Vida se enteraba, la regañaría muy feo, pero no le importaba, al menos no del todo.

Tarareo una pequeña melodía que había escuchado en un bar, cuando tuvo que ir a recoger algunas almas y dejo que sus pies la llevaran. Los pasillos se le hacían interminables.

—Con razón la gente se muere aquí, le falta un poco mas de color— comento, luego de chasquear su lengua. Estaba a punto de desaparecer de allí, cuando una melodía capto su atención. Lentamente se deslizo hasta la puerta de donde provenían aquellos sonidos y la atravesó. Dentro de una reducida habitación, un joven tocaba el violín. La muerte sabía que era un instrumento melancólico, como muchos otros, pero esas notas estaban cargadas de tristeza y desesperación.


~*~


—¡Es terrible!— exclamo el rubio, mientras hacia una pose melodramática. Luciano soltó un bufido, bastante fastidiado con la presencia de su molesto hermano mayor. Lutz, al final de la habitación, le sonreía, burlón.

—Ya cállate, Flavio, hazme el bendito favor de cerrar el pico— le gruño. Estaba hastiado, le dolía la cabeza, estaba mareado y, por sobretodo, tenia frio. Le había pedido, encarecidamente, a la enfermera que sedujo, que le subiera a la calefacción. A pesar de estar al máximo, aun seguía teniendo demasiado frio.

—¡Por favor, Lu! ¡Una sonrisa, aunque sea!— menciono el aludido, mientras se acercaba a su hermano. Si este no sonreía por cuenta propia, el iba a hacer que sonriera. A pesar de seguir con su buen humor, como siempre, no podía evitar sentirse raro. Le faltaba su otra mitad. Extrañaba estar alrededor de Luciano, revoloteando y escogiendo su ropa. Más lo iba a extrañar dentro de unos días.

Sin escarmiento alguno, se abalanzo sobre el menor, haciendo que este revolviera en la cama y gritara.

—¡Ya quédate quieto!— exclamo Luciano, mientras empujaba a su hermano de la mejilla. El alemán rompió en carcajadas. Kuro, elevo la mirada de una esquina, en particular, que no dejaba de observar y, finalmente, poso atención en los dos hermanos.

Imaginas {Hetalia}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora