AU! España

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Imagina que tu niñero sea Antonio.

¡Lolicon! Si no te gusta, no lo leas.

El hombre de ojos verdes, le sonrió, por última vez, a la mujer que le despidió dentro del taxi. Como todas las tardes, el debía cuidar a la niña de su vecina, para que ella pudiera ir al trabajo tranquila. Al principio, como cualquier otro ser humano del vecindario, había babeado por aquella despampanante mujer. No había podido evitarlo. Pero, días más tarde, cuando pudo ver a su hija, sentía que todo el mundo se le venía abajo.

¿Estaba enfermo? Probablemente sí. ¿Necesitaría un psiquiatra? Si, sin duda alguna. ¿Estaba enamorado de aquella niña? Irremediablemente.

En un principio pensó que lo que sentía era una necesidad de protegerla, algo así como ser un hermano mayor para la niña; pero cuando vio como ella era "cortejada", por así decirlo, por uno de los niños del barrio, supo que esos celos no eran los de un familiar.

—¡(T/N)! ¿Qué tal si vamos al parque? Hace un lindo día— le propuso, mientras entraba al salón. La niña ni siquiera volteo a verlo y, simplemente, siguió moviendo su lápiz sobre la hoja.

—Ahora no, Antonio, debo terminar estas ecuaciones de algebra y luego seguir con las funciones— menciono. El hombre se resigno, soltando un suspiro y murmurando un "De acuerdo". Otra vez, había sido negado.

Para sus doce años ella era extremadamente inteligente en el campo de las matemáticas, incluso, se podría decir, autodidacta. Bastaban solo un par de libros con el tema a revisar, algunos ejercicios y una hora contada reloj. De hecho, ella estaba adelantada, tanto así, que estaba a dos años de ingresar a la universidad. Si, era algo así como una niña genio, y, ambos, no tenían absolutamente nada en común.

~*~

—¿Sabes una cosa, Antonio?— le llamo, (T/N), cuando volvían del instituto. La tarde estaba en su máximo esplendor y el calorcito se hacía sentir.

—¿Si? ¿Qué pasa?— le pregunto, asombrado. Usualmente ella era muy callada y retraída. La niña se ajusto los lentes de marco rojo, sin observarlo.

—Se que no entiendes absolutamente nada cuando te hablo de lo que vimos hoy en clase, o de los temas que estoy preparando para la universidad, pero agradezco que me escuches— dijo, de manera rápida, mas, sin dejar aquel tono serio que tanto la caracterizaba. El español rio levemente, algo avergonzado de que su ignorancia se notara tanto.

—Me gusta escucharte, casi no hablas, así que cuando lo haces, me encanta escuchar tu voz— comento, sonriente. Un silencio se instalo en ellos, mientras seguían bajando por las calles. El hombre no quería romperlo, sentía que ella estaba mas cómoda de esa manera.

—Eso sonó tan acosador— susurro la chica. Un doloroso crujir en su corazón se hizo presente. ¿Cómo es que esa niña podía armarlo y desarmarlo tan fácilmente?— Pero, gracias, nadie me ha dicho que le gusta mi voz— murmuro, sintiendo sus mejillas arder. Aquello era totalmente cierto, puesto que sus compañeros, a pesar de ser mayores que ella, se veían constantemente intimidados por la voz tan estricta y dura.

—Ah... No hay problema— menciono, en un hilo de voz, algo atontado. Aquella chica era, realmente, un misterio para él.

~*~

(T/N) dejo, con cuidado el libro sobre su mesa de luz, sintiendo su corazón palpitar con furia, mientras su mejillas se coloreaban. Trago fuertemente y soltó un suspiro, intentando calmarse. Ella no tenía tiempo para pensar en esas cosas, ella era un prodigio y debía actuar como tal, ella tenía un futuro en el cual debía concentrarse al cien por cien, nada de tonterías... ¿Verdad?

Volvió a tomar el libro y lo abrió por donde lo había dejado. No sabía, muye bien, porque estaba leyendo una novela rosa. Debería estar estudiando y leyendo el reportaje de algún físico o, mínimo, una obra de Esquilo, pero no. Su mente, en ese momento, se encontraba en aquella novela para señoritas. De cierta forma, se sentía bastante tonta. Ella misma había dicho que eso era "basura que te quemaba el cerebro", pero allí estaba, comiéndose el párrafo donde el galán besaba a la heroína de turno.

La pregunta que tanto evitaba, asalto su mente. ¿Cómo sería ser besada? Sabía que era comprensible que, para sus doce años, no hubiera dado su primer beso, pero, al estar rodeada de chicas más grandes, se sentía totalmente fuera de lugar. Se mordió el labio inferior, al mismo tiempo que dejaba el libro en la cama. ¡Le preguntaría a su madre! Ya estaba todo resuelto, así no tendría por qué hacerse adicta al sabor de los labios de algún hombre, según lo que decía la novela. Salió de su habitación y bajo las escaleras.

—Mama, ¿qué se siente ser besada?— pregunto, antes de abrir la puerta de la sala y ver a alguien que, claramente, no era su madre. Antonio estaba en el sofá, con la televisión encendida, pero, ahora, su atención se encontraba en la muchachita que acababa de entrar. (T/N), lentamente, sintió sus mejillas tornarse carmesí. ¿Y ahora? Lo último que quería era ser escuchada por su niñero y que pensara que estaba algo loca.

—B-buenas tardes, (T/N)— le saludo el español, brindándole una cálida sonrisa. ¿A sí que ella ya estaba en esa etapa? Eso, no lo iba a desaprovechar.

—H-hola, Antonio— balbuceo la chica. Se deslizo hasta el sofá y, como quien no quiere la cosa, se sentó en el extremo contrario al de él. El silencio y la tensión caían, pesados, sobre ambos, quienes ni siquiera se miraban, como si la escena de hacia minutos jamás hubiera pasado.

Tal vez veinte o treinta minutos cuando, Antonio, por fin se decidió hablar. Si no era en ese momento, no sería nunca y n dejaría pasar la oportunidad de corromper aquellos labios, claramente, vírgenes.

—Entonces... ¿Qué era esa pregunta de recién?— comenzó.

—Nada—

—Oh, vamos, puedes dec...—

—Nada— la imperturbable voz de la menor lo interrumpió. Fue ali cuando bajo el volumen de la televisión y observo a la chica, quien le devolvió la mirada.

—¿Es que acaso no confías en mi?— comento, con un tono lastimero. (T/N) podía ver los ojos cristalizados del mayor. Aquello la alerto.

—¡No llores! ¡Eres un hombre adulto!— exclamo. No sabía que hacer con las personas que lloraban.

—¡Voy a llorar porque, (T/N) no me dice que s lo que quería!— grito, cual pequeño, haciendo sobresaltar a la menor.

—¡De acuerdo! ¡Solo quería saber que se siente besar!— menciono, soltándolo de repente. Increíblemente el recupero su ceño alegre de siempre. Algo le decía que le haba timado.

—¿Y porque no besas a alguien y ya?— pregunto, inocentemente, tanteando el terreno de juego.

—Porque... Porque se supone que luego te haces adicta al sabor de los besos y no quiero perjudicar mi futuro por solo un berrinche de niña estúpida— dijo, con brusquedad. Antonio volvió a guardar silencio. Definitivamente era una niña muy rara.

—¿Cómo sabes que te haces adicta?—

—N-no lo sé, yo solo lo leí— balbuceo.

—Pruébame— le menciono, rotundamente. (T/N), nerviosa, alzo su mirada.

—¿Q-que?—

—No lo sabrás hasta que lo pruebes... Así que, ¿porque no? Quedara entre tú y yo, lo prometo. Si no te agrada, volveremos a ser los de antes— le propuso, sonriendo. Y no era cualquier mueca, era aquella, muy especial, para terminar de seducir a las personas. Jamás había fallado y no lo haría esta vez. Ella desvió su vista, pensando en las posibilidades. Antonio era un tonto, ella no podía quedar prendada del sabor de los labios de un tonto. No. No había riesgos... ¿Cierto?

—De acuerdo... Solo un beso—susurro, antes de ser envuelta en una húmeda oscuridad.

Si logro arrastrarte hasta un espeso matorral,

Simplemente invadiré tu cuerpo,

Con el aroma de nuestro sudor mezclado.

Imaginas {Hetalia}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora