Sex Headcanon: Italia

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Los Vargas, tienen la costumbre de compartir a la novia

Las manos de Romano, sobre sus nalgas, le dolían, puesto que este se dedicaba a apretarlas y masajearlas con sus dedos, dejando pequeños moretones. Su cuello y senos dolían, gracias a los morados chupetones que el hombre había dejado. Aun así, todo eso, quedaba opacado por el placer que sentía.

(T/N) gimió, al mismo tiempo que tiraba su cabeza hacia atrás, en un intento de despejar su mente, para recordarse que debía respirar. Elevo una de sus manos y se corrió el cabello hacia atrás, sintiendo como varas hebras quedaban pegadas a su rostro por el sudor o la saliva, no sabía muy bien. Movió su cadera en círculos, sintiendo como el pene ajeno, chocaba contra su punto sensible. Abrió su boca, en un gemido sordo, al mismo tiempo qu escuchaba una maldición provenir del italiano.

Le gustaba cuando estaba arriba, porque era capaz de dominar la situación unos escasos minutos, hasta que él se cansara y volteara el escenario.

Apoyo sus manos sobre el vientre ajeno y comenzó a mover su cadera un poco más rápido, sin dejar de soltar gemidos de placer.

—¡Lovi, allí!— exclamo, mientras clavaba sus uñas en la carne del país. El sonrojado moreno sonrió, casi con suficiencia, y volvió a embestir en el mismo lugar, sintiendo como la carne de ella, comenzaba a ponerse más prieta de lo normal, mandando miles de corrientes eléctricas que inundaban su cuerpo en placer. La tomo de las caderas y comenzó a marcar un ritmo cada vez más fuerte, escuchando los gemidos de la chica, sobre su oído. Se iba a correr, estaba seguro. Cuando ella agudizaba su voz, se venía lo mejor.

Pero antes de que pudiera regalarle un orgasmo, la puerta de la habitación se abrió y el, automáticamente, soltó un gruñido.

(T/N) soltó un pequeño sollozo, al mismo tiempo que se incorporaba, quedando en la antigua posición, para poder observar al recién llegado.

—No es lindo que comiencen sin mi— comento Feliciano, al mismo tiempo que entraba en la habitación. Con toda parsimonia, se quito el blazer que llevaba, dejándolo en un sillón que a un costado se encontraba—. Ahora quiero ocupar más tiempo a (T/N), por favor— menciono, extendiendo una larga sonrisa sobre su rostro.

—Nada de eso, bastardo— gruño el mayor, mientras observaba como su Veneciano se acercaba a la mujer y le plantaba un pasional beso.

Al final, ellos eran hermanos y, como tal, debían compartir. 

Imaginas {Hetalia}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora