Imagina perjudicar a Gilbert, sin saberlo
El Gran Maestre, tuvo que desviar su atención de los papiros que había estado leyendo, hasta hacia escasos segundos, gracias al revuelo que atravesaba la gran puerta del Castillo de Mariemburgo. Sus caballeros jamás se comportaban de manera bulliciosa, aquello era muy extraño, pero no tuvo, ni siquiera, que esperar. Escasos segundos después, el pesado tablón de madera tallada, se abrió estrepitosamente. Quiso gritar que aquello era una falta total de respeto, que quien osaba a adentrarse de esta manera a sus aposentos, pero una visión en particular, lo dejo callado.
Gilbert, aquella nación sin suelo, parecía ser arrastrado por varios hombres, que portaban armaduras y espadas. Todos parecían extremadamente furiosos y lo demostraron al arrojar el cuerpo pálido, del ser inmortal, contra el suelo de piedra, frente a el.
—Nuestro Santo Padre quiera que tengan una explicación para semejante aberración— dijo, sin comprender la actitud de quienes, alguna vez, habían sido sus compañeros de batallas. Sin siquiera esperar a esta, se acerco hasta la nación y se inclino, tratando de ayudarle a ponerse de pie. Gilbert, entonces, aparto a l hombre y tosió fuertemente, sintiendo el gusto metálico en su boca y un terrible dolor en su pecho. Debía decirlo, se había llevado una buena paliza, como de las que no tenía hace tiempo. Casi hubiera pensado que, aun, era un niño en pleno entrenamiento.
—¡Una mujer!— escucho que exclamaba uno de los generales. Hizo un esfuerzo y abrió sus ojos carmín. El Gran Maestre miraba, con estupefacción a quien había hablado—. ¡Lo hemos encontrado yaciendo con una mujer, mi señor! No, ni siquiera lo era... ¡Era una ramera, puesto que una mujer no se entrega de esa manera!
Gilbert tenso su mandíbula, sintiendo la cólera arañar su estomago. Usualmente no le aba mayor importancia, pero no dejaría que llamaran así a aquella a quien amaba.
—¡Cierra tu maldita boca!— grito, sintiendo como se destrozaba la garganta—. ¡Como vuelvas a llamarla as...!— comenzó, pero no pudo terminar por nuevos golpes que cayeron sobre su cuerpo. Con dificultad, pudo ver que el Gran Maestre ya no estaba a su lado. Genial.
—¡Silencio, has roto tus votos! ¡Deberían colgarte!— exclamo uno de los caballeros, aunque la nación no supo distinguir quién era.
El Gran Maestre, entonces, observo al joven que nunca envejecía. A leguas se notaba que estaba golpeado, nadie parecía haberle tenido piedad, pero aun no aparecían las marcas producto del ataque violento. En cambio, si, habían rojos arañazos que surcaban la espalda ajena y marcas rojizas que se extendían por toda la dermis de el.
—¡No fue cualquiera, señor!— el grito de quien parecía el más encolerizado, lo distrajo—. ¡Ha sido una de las bastardas paganas!— aquel hombre, miro a su nación, como si de un trapo sucio se tratara—. No solo ha traicionado todo lo que es, si no que ha metido a nuestra enemiga a la cama... Ahora sabemos porque ha detenido todas y cada una de las misiones hacia su tierra— mascullando, esto, escupió a un lado del albino.
—¿Dejaras que calumnien tu persona, Gilbert?— cuestiono el hombre mayor, mirando al acusado.
Lentamente la nación se irguió, aun arrodillado frente al Gran Maestre. Casi parecía estar siendo juzgado por algún tipo de ángel, gracias a los ropajes blancos que utilizaba, pero se volvió a recordar que eran humanos. Humanos poderosos, si, pero al fin y al cabo solo eso. Un suspiro para él y un parpadeo para la historia. El Gran Maestre, entonces, enfrento, con sus añejados ojos, los del albino y casi tembló. No había arrepentimiento alguno.
—Me defendería, señor, si hubiera algo de errado en su afirmación— menciono, con vos fuerte, la nación—. Pero no hay mas verdad que la que acaban de exclamar.
Pronto, volvió a llenarse de griterío. Los caballeros estaban furiosos. Su nación no solo había pasado por encima de las santas escrituras, rompiendo todo o que había en ellas, si no que había ensuciado un lugar sagrado, con la presencia de una fémina. ¡Era intolerable!
El Gran Maestre trago fuertemente, sintiendo la ira en su garganta. Le daba igual quien fuera, mandaría sus legiones contra aquella que había osado en tentar a su gran nación. Saco su vista del hombre albino, sintiendo su corazón latir con violencia. Su ceja izquierda sufría temblores, al igual que sus manos. Trato de calmarse, enfocando la vista en los paisajes que dejaban ver las ventanas del castillo.
—¿Cómo...?— balbuceo—. Tu existencia se basa en la rectitud, en el sacrificio... ¿Cómo se te ha ocurrido pasar por encima de todo eso?— volteo a verlo, entre afectado y furaco—. ¡La lujuria de la que eres preso solo será temporal! ¡El deseo se desvanecerá ante tus ojos, como lo hace la juventud!
—No es solo eso— dijo Gilbert, cortándolo de manera abrupta—. Es amor lo que siento, de no ser asi, sus cicatrices me desagradarían, pero no hay cosa que desee mas, que besarlas— susurro, de manera ronca, recordando aquellas marcas en el cuerpo ajeno.
El Gran Maestre aparto su mirada a él, apretando su mandíbula.
—En todo caso el amor debe mantenerse puro, sin que el cuerpo y sus sensaciones interfieran— dijo. Gilbert sonrió.
—Ese tipo de actuar, solo está reservado para los dioses, señor.
El hombre anciano se quedo en silencio por unos segundos. El ambiente estaba tan tenso que podría cortarse.
—Has condenado tus alas, dejando que esa mujer te las arrancara a arañazos, Gilbert. Has bebido del cáliz, aun cuando sabias que estaba envenenado y todo pecado merece un escarmiento— el regente, pudo escuchar los susurros de los demás hombres.
Gilbert, por su parte sonrió levemente, sabiendo lo que le esperaba.
—Pecar jamás ha sido tan maravilloso y con gusto entregaría todo lo que soy, por un momento con ella.
—¡A la celda! ¡Cuarenta latigazos por día hasta que tu insolencia pueda ser perdonada!— exclamo el Gran Maestre, pero no se volteo a ver como se llevaban al albino, entre gritos e insultos. Sus ojos estaban fijos en la ramera pagana que salía de las tierras de Castillo, cabalgando. Una próxima cruzada estaría cerca.
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Imaginas {Hetalia}
Fanfiction"Los amantes odiaban el Sol, era señal que debían separarse" "Su relación era como el cigarrillo, adictiva y efímera" "No deberían verse, eran terriblemente distintos, pero, con una sola sonrisa que le brindara, el dejaría todo atrás" Date un moment...