2P! Rusia

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Imagina...

—Tranquilo, ella es silenciosa, ¡se llevaran bien!— exclamo Zao, mientras entraba al auto. Podía escucharse, desde allí, variadas risas de mujeres con la música muy alta— ¡Gracias, te debo una!—y, diciendo esto, el chino acelero el auto, perdiéndose en la calle. El ruso, ni siquiera, se preocupo por llamarlo. Bajo su cabeza hasta donde se encontraba la niña de menos de cuatro años, quien le devolvió su mirada, mientras abrazaba a un peluche de oso panda.

—Mas te vale no molestar— fue lo único que dijo, para luego entrar a casa. (T/N) le siguió, hasta una sala, donde el se sentó en el sofá individual y siguió con la lectura de su libro, ignorando a la niña. Ella dejo su mochila en el suelo y saco varias hojas, junto con sus crayones de colores. Allí le gustaba, no había tanto ruido como en la casa de su primo Zao. Allí estaba bien.

Luego de varios y largos minutos, casi llegando a ser una hora, Viktor saco la vista de su lectura, hasta posarla en al chica, quien seguía coloreando una hoja, imperturbable. Aquello le sorprendió. Habia visto que los mocosos de su edad se comportaban de manera muy ruidosa, pero ella parecía una sombra a su lado.

—¿Qué dibujas, estorbo?— le pregunto, notando que, desde su posición, no podía saber que eran aquellos garabatos. Ella se incorporo y le mostro. Era un montón de rayas negras, junto con dos saltones ojos en verde. Casi ocupaba toda la hoja y solo un mínimo pedazo lo ocupaba una pequeña vela.

—El es el monstruo que cada noche entraba a mi cuarto y hacían cosas que me dolían. A veces venia con otros...— diciendo esto, levanto otro dibujo. Eran los mismos rayones, pero varias volutas as y de diferentes colores. La vela aun seguía allí—. Y este es Zao. Puede que sea pequeño, comparado con los monstruos, pero es mi luz...— murmuro la niña, ahora, inspeccionando los dibujos.

—¿Monstruos? ¿Cómo eran ellos?— cuestiono, tomando una de las hojas.

—Hombres— menciono ella y fue lo único que necesito para que el, imperturbable, estomago de Viktor se revolviera. Los profundos y, casi vacios, ojos de la niña le recorrieron, inspeccionándolo con la mirada. Ambos eran seres maltratados por la vida y los seres así, debían quedarse juntos.

—¿Quieres tomar algo?— pregunto, evadiendo el tema.

—Chocolate caliente—

—Solo hay café—

—Entonces será café con mucha azúcar—

Imaginas {Hetalia}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora