Sex Headcanon: México del Norte

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A Pedro le gusta el sexo en medio de una discusión.

—No me hables de "we", soy tu novia, maldito idiota.

—Tal vez si estuvieras más chichona, te sentiría como una mujer.

—Yo me puedo poner implantes, pero tú no puedes arreglar la verga corta que tienes.

—¡¿C-como...?! ¡Jamás recibí quejas de las demás!

—¡Puedes apostar mitad de tu territorio que mis tetas tampoco causaron ningún problema!

Y asi era como comenzaba todo. Gritos iban y venían, insultos y, Canadá pudo jurar que escucho varios platos romperse. No era extraño que ellos pelearan, lo hacían siempre, lo que si era, para sus amigos, raro, es que siguieran juntos si no podían soportarse. Algunos decían que eran por los tratados que tenían, otros, como Francia, apostaban que era realmente amor lo que sentían.

De todas formas, nunca falta un roto para un descocido. Ellos se entendían, o eso es lo que Pedro quería creer cuando, de repente, le estaba subiendo el vestido amarillo, a su pareja.

¿Cómo es que habían llegado a besarse? Hasta donde recordaba, estaban peleando por cosas sin sentido y, ahora, su boca se veía inundada por un beso francés. Correspondió a aquel contacto, sintiendo un extraño placer ante el roce de su lengua contra la de ella. Con rapidez, la apoyo sobre la mesa del comedor, donde antes había un lindo mantel que, había sido arrojado como proyectil durante su discusión.

(T/N) soltó un jadeo cuando sintió las manos de México, colarse por entre su vestido y, en respuesta, atrapo la cintura ajena con sus piernas, apoyando, descaradamente, su intimidad contra la creciente erección de el. Le escucho gruñir y aquello le divirtió más. Se relamió los labios y, separándose, unos pocos centímetros más, del chico, lo observo, mientras tiraba del botón del pantalón, para poder desabrocharlo.

—Deja de salir a la calle con esto— exigió, Pedro, mientras llevaba una de sus manos hasta el escote del vestido—. Es tan fácil arrancarlo— diciendo esto, tiro hacia abajo, haciendo que el seno izquierdo de la mujer, quedara al descubierto. Sin pensárselo demasiado, se inclino y comenzó a besar el cuello ajeno, mientras que con su pulgar, acariciaba el pezón de ella.

La mujer soltó un suspiro, al mismo tiempo que envolvía su mano en el pene del hombre, ganándose un temblor de su parte.

—S-saldré... Como se me de la regalada gana— susurro, al mismo tiempo que comenzó a masturbarlo. Tiraba el prepucio se arriba hacia abajo y, por momentos, se divertía, acariciando el glande con la palma de su mano. Pedro, como todo un macho, trato de ahogar sus jadeos, casi de manera inútil, porque algunos se escapaban de su garganta. La beso con desespero, mientras que bajaba su mano derecha hasta la intimidad de la mujer. Con rapidez, corrió la braga a un lado y acaricio su clítoris con suavidad, no deseando, aunque estaba algo enfadado, lastimarla.

La escucho gemir entre aquel profundo contacto y, también, apretar su miembro viril, haciendo que soltara un jadeo de advertencia. (T/N) abrió sus ojos, sin darse cuenta cuando los había cerrado, y observo a su pareja, mientras trataba de mover su mano mas rápido. Pedro, sin mediar palabra mas que los jadeos que salían de sus labios, introdujo un dedo n el cuerpo de ella y lo doblo levemente, en un leve gancho, arrancándole pequeños grititos de placer, mientras molestaba aquella zona tan sensible.

—E-eres... Una mujer fea— logro balbucear, sintiendo un leve cosquilleo en su vientre. Ya no sabía lo que decía, pero quien se quedara con la última palabra, ganaba.

—M-mira quien lo... Dice... D-duele mirarte— susurro (T/N), mientras que, con su otra mano, tomaba la camisa de él, solo para mantenerlo más cerca. Se observaron por unos escasos segundos, hasta que México soltó un bajo "Por Dios" y se aparto. Sin perder el tiempo, tomo su pene desde la base y, enfilándolo, comenzó a presionar en ella, entrando a los poco segundos.

Fue un gemido al unisonó, el que largaron. Pedro se detuvo al sentir como el cuerpo de ella se tensaba, pero no dejo que pasara demasiado tiempo cuando comenzó a embestirla. Jamás se lo decía, porque los machos no hablan de sentimientos, pero le encantaba verla así, despeinada y excitada, bordeando el orgasmo. Eso siempre hacia que sus labios se hincharan que sus ojos se pusieran vidriosos y no podía amar mas, esa imagen.

(T/N) tuvo que apretar su mandíbula cuando lo sintiendo arremeter con mayor fuerza dentro de ella. Sabía bien que el tamaño no importaba, pero siempre le gustaba picar a su pareja con eso.

—¡Pedro... P-Pedro!— gimió la mujer y aquello basto para el. Sintiendo que la excitación subía de manera rápido, la beso, apretándola contra su cuerpo. Dio una última estocada y noto como su cuerpo temblaba, mientras se derramaba, gloriosamente, dentro de ella. (T/N) sufrió variados espasmos, mientras cerraba sus ojos con fuerza, sus uñas tiraba de la camisa ajena, escuchando como la desgarraba. Nada importaba ya, ese momento de clímax, arreglaría todo.


No fue, exactamente, el sexo lo que arreglo esa tonta pelea, pero, por la noche, Pedro le dio una serenata y (T/N) no pudo mas que pensar que el era un hombre tonto, pero que lo amaba terriblemente. 

Imaginas {Hetalia}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora