Sex Headcanon: Varios

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Alfred gusta de tener sexo en lugares públicos y Sebastian es un voyerista de primera

(T/N) ahogo un gemido, cuando su delicado pezón fue pellizcado por los dedos rugosos de Alfred, mientras que una nueva estocada traspasaba su ser. Podía escuchar la respiración agitada de su primo lejano, así también como el sonido que hacían las pelvis al chocar. Tal vez era mínimo, aunque no lo sabía con claridad, pero le hecho de estar teniendo sexo en una silenciosa biblioteca pública, hacia que cualquier sonido se escuchara diez veces más fuerte.

El sonido de pasos, hacia que Alfred acallara sus gruñidos y empujara mas fuerte su cadera, al mismo tiempo que sostenía a la chica de la cintura, con rudeza, obligándola a bajar, logrando que la deliciosa embestida, enviara miles de corrientes placenteras por todo su cuerpo. El rubio escondió su nariz en el cuello ajeno, deleitándose con el perfume que ella llevaba. Podía sentir las contracciones de la mujer, aumentando la presión en su pene.

Soltó un fuerte suspiro y aventuro sus ojos por los estantes, encontrándose con unos ojos miel, muy conocidos. Hacía mucho tiempo, sabía que Sebastian los observaba y, aquello, no hacía más que excitarlo terriblemente. Era, casi, como un acuerdo mudo entre ellos: Alfred se follaba a su pequeña prima del sur y Sebastian, por ver, no hacía que le cayera Antonio a golpearlo.

Uruguay inspiro fuertemente, sintiendo el calor expandir su cuerpo. ¿Qué podía decir? Era un asco de persona, si, claramente. ¿Eso le importaba? No, en absoluto.

Se le hacia agua la boca, cada vez que veía a su prima, inundada de placer, tratando de silenciar sus gemidos. Había tenido sus oportunidades con ella, pero no se sentía seguro de poder tocarla. Le agradaba mas la idea de que otro la corrompiera y, poco después, el iría a rescatarla. Mientras tanto, permanecía allí, entre las sombras de los libros, disfrutando de aquella visión que lograba una terrible y dolorosa erección.

(T/N) curvo su espalda, mientras que sus muslos comenzaron a temblar violentamente. Sebastian observo, con puro gozo, como ella había estado a punto de caer de las piernas ajenas, por aquel estremecedor orgasmo. Escuchaba los suaves quejidos, siendo acallados por los besos de Alfred, quien la sostuvo en brazos.

Se acomodo los lentes y abandono aquel lugar, tratando de memorizar cada parte donde ella perdía la cabeza. 

Imaginas {Hetalia}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora