España

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Imagina...

—Papi— lo llamo (T/N), en un pequeño canturreo. España se atragantó con su café al escucharla. Usualmente ella no le llama así en público, menos con ese tono tan suave. Elevó su mirada, hasta encontrar a su "hija", del lado contrario de la mesa. Rápidamente, volteó a ver, pero la reunión de sus jefes seguía su orden. Soltó un suspiro de alivio, para luego observar como una malvada sonrisa aparecia en sus labios. Aquello le causó escalofríos, pero decidió ignorarla y volver a prestar atención a lo que decía su superior.

No habían pasado si cinco minutos, cuando sonrió una pequeña presión en su entrepierna. Alarmado, bajo su vista, encontrándose con el pie de la chica, enfundado en unas medias negras.

—No te atrev...— fue lo único que le pudo susurrar, cuando noto como ella presionaba aquella sensible parte de su ser. Se aguantó un pequeño jadeo, pero, claro, no pudo evitar que sus mejillas se sonrojaran. El masaje que le estaba otorgando la chica, hacia que una erección se formara dentro de sus pantalones. Quería jadear, darle se nalgadas, como cuando era pequeña, por ser tan arriesgada, pero lo único que pudo hacer, fue fijar su atención en los papeles que tenía frente  a el. (T/N) se relanzó los labios ante el aprieto en el cual estaba poniendo a su padre y siguió masajeando aquel creciente bulto. De primera instancia, cualquiera pensaría que estaba poniendo atención a la aburrida charla de su jefe, pero no había nada mas erroneo.

Le dirigió una mirada pícara a Antonio, quien soltaba suaves y, casi, inaudible jadeos. Aquello le gustaba, pocas veces tenía el control de una situación. Usualmente era España quien manejaba las cosas. Podría estar ganandose un gran castigo, pero, por ahora, disfrutaría cada segundo.

Esta vez, llevo su pie hasta donde, ya, se encontraba  húmedo, y froto aquella parte. España tuvo que hacer uso de todo su esfuerzo para mover su cadera. Tembló cuando el pie ajeno comenzó a acariciar la zona de su falo. Le dolía la erección que cargaba y, buscando un poco de alivio, desabrocho  su cinturón y bajo el cierre del pantalón. Observó como ella sonreía, casi con crueldad. Se le fue el aire cuando noto como ella presionaba, fuertemente, su necesitado pene. Arqueo su espalda, sintiendo como el pre-semen, manchaba con mayor rapidez su boxer.

—¿Sucede algo, Antonio?— pregunto su superior, haciendo que, casi, sufriera un infarto. Al parecer se había estado removiendo mucho. Forzó una sonrisa, rogando que su mirada no le delatara.

—No, n... No se preocupe, señor— comento.

—Estas sudando, tal vez tengas fiebre...— murmuró  (T/N), al mismo tiempo que le daba un nuevo apretón. Sus dedos se dirigieron, cuidadosamente, hasta el glande, el cual había quedado libre segundos atrás. Lo acariciaron y presionaron, logrando sacarle un gran temblor al moreno.

—Sólo... Estoy algo cansado— dijo, bastante impaciente.

—Muy bien, entonces sigamos— escuchó decir a alguna de las personas que habían allí. Pensó que, tal vez, ella le daría un poco de descanso, pero, apenas se había retomado la reunión, sintio sintió un placentero tirón en su pene, haciéndolo estremecerse y mover su cadera contra el pie se la chica, pero, apenas hizo aquello, (T/N), retiró su extremidad.

Así estuvieron toda la reunion. Ella masturbandolo de a ratos, a veces fuerte, otras suaves, y el al borde de la lágrimas, del clímax y de la frustracion sexual. Nadie se había enterado que estaba pasando debajo de la mesa, pero la secretaria tampoco pasaba de alto los jadeos y temblores del español.

—Bien, creo que eso es todo...— fue lo que escuchó decir de su jefe y, algo desesperado observó a la chica. Estaba seguro que si se masturban el sólo, no lograría sacar la calentura que llevaba. (T/N), se dio su tiempo, ordenando los papeles y sonriendole a los presentes. En cuanto todos comenzaron a levantarse para de despedirse, España  sintió como ella comenzaba a masturbarlo más fuerte. Nuevamente estaba al borde del orgasmo. Se mordió el labio inferior para no gritar y fue, cuando toco su glande, el momento que no pudo aguantar más.

Su cuerpo se tensiono, ahogando variados gemidos, mientras su pene temblaba y expulsaba algunos chorros de semen. Bajo su visita, tratando de mantener la calma, pero la imagen del pie, manchado, de su "hija", no hizo más que la excitación aumentará. Con rapidez, aún sintiendo los placenteros efectos el clímax, se arreglo el pantalón y se incorporó. Saludo a todos y (T/N) hizo lo propio, mandando bien al diablo a aquella secretaria que estaba viendo, demasiado, a su padre.

Cuando la sala quedó sola, ella se dispuso a limpiar su pie, sabiendo, muy bien, el castigo que le esperaba.

Imaginas {Hetalia}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora