Sex Headcanon: Finlandia

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A Tino le gusta ser controlado.

El hombre rubio, gimió sonoramente, cuando noto como su pene se hundía por completo en el caliente y húmedo interior de la mujer. Aquella terrible, peor dulce sensación, lo hizo temblar por completo, aferrándose, con violencia, a las caderas de la chica. (T/N) sonrió, apoyando sus manos sobre el pecho ajeno. Le gustaba el contraste entre sus pieles, se le hacía, casi, hipnótico. Con cuidado, movió su cadera hacia arriba, arqueando su espalda, logrando que, lentamente, el miembro ajeno, se deslizara fuera de su cuerpo.

Finlandia trago fuertemente, apretando sus dedos contra la carne de ella y, unos segundos después, soltó un fuerte jadeo al notar como ella había bajado nuevamente. La mujer soltó un suspiro y movió su cadera de manera circular, mientras bajaba sus manos hasta dar con las de él.

—¿Que te he dicho?— susurro, tomando las extremidades ajenas. Tino, abrió sus ojos, aunque no sabía muy bien cuando los había cerrado. Observo a la chica sobre él y aquella imagen le hizo ahogar un jadeo. Le gustaba ese cabello revuelto y esa mirada tan fiera.

—¿Eh?— murmuro, sin saber muy bien de que hablaba. No podían culparlo, (T/N), era bellísima.

—Las manos fuera, o no dejare que llegues al orgasmo— dijo, de manera un poco más dura. (T/N) era bellísima, pero muy autoritaria y, tal vez, era lo que más le gustaba de ella. El hombre, trago fuertemente y, con rapidez, quito sus manos del cuerpo ajeno, como si este quemara. No debía olvidar quien mandaba allí. Su relación, tal vez un tanto extraña ante los ojos de los demás, se basaba en pequeñas y sutiles reglas que, claro, se trasladaba al plano íntimo. Tino no tenia problema en ello, la imagen de la mujer sobre él, llevando su cuerpo al extremo, le encanta.

(T/N) sonrió, satisfecha con su juguete y, lentamente, comenzó a mover su cadera de nuevo, marcando un ritmo más bien bajo. Llegaba a un punto que esto la desesperaba, pero, por ahora, solo quería molestar a su compañero. Y funciono. Escasos segundos después, Tino había comenzado a mover levemente sus caderas, tratando de aumentar la velocidad de las estocadas. La mujer, con algo de fuerza, termino sentándose sobre él, inmovilizando y escuchando un gran gemido ajeno.

—Muy bien, supongo que hoy no deseas correrte— murmuro, en un suspiro placentero. Finlandia trago fuertemente y negó con su cabeza repetidas veces. No sabía si podría aguantar otra semana más sin llegar al clímax.

—N-no... L-lo siento, y-yo...— balbuceo, sin saber muy bien que decir. (T/N) acaricio su mejilla y la tironeo levemente

—¿Te comportaras y harás lo que yo te diga?—pregunto, observándolo severamente. El, asintió con rapidez, haciendo sonreír a la chica.

—Muy bien, sigamos, entonces— menciono, para luego besarlo. Tino correspondió con premura, sintiendo la lengua ajena, frotarse contra la suya.

Pronto, la mujer volvió a moverse, esta vez, más rápido. El sonio de los gemidos, el chasquido de la saliva y el choque de pieles, llenaron la oscura habitación. El rubio apretaba las sabanas, tratando de acatar la orden de no tocarla, mientras entrecerraba sus ojos, notando como unas cuantas lagrimas de placer se deslizaban a la almohada. No tardo en sentir el desesperante cosquilleo en su vientre, así también como los escalofríos serpentear por su espalda. Se iba a correr, su erección dolía y a la vez le transmitía tanto goce que no sabía muy bien que sentimiento estaba ganando.

—Y...yo...— gimió, sin siquiera pensarlo— Q... quier...

—Muy bien, por esta vez, dejare venirte como mas te guste— murmuro (T/N), sabiendo lo que el ocurría a su compañero.

Tino no necesito nada más. Sería un loco si desperdiciara aquel momento. Con rapidez, se sentó, tanto que la imagen dio vueltas por breves instantes, pero no le importo. Pudo escuchar como ella gemía, tal vez de sorpresa, tal vez de placer, no lo sabía. Sin perder tiempo, la dejo acostada y llevo sus manos a la cintura ajena, enterrando sus dedos en la carne. Se mordió el labio inferior, mientras comenzaba a bombear contra el cuerpo de su amante. Tenía los ojos fuertemente cerrados, tratando de concentrarse en algo más que no fuera el placer que sentía, no quería acabar tan rápido, pero podía escuchar los jadeos ajenos, haciendo que su excitación creciera.

Fue inevitable sentir como su cuerpo temblaba con violencia, mientras trataba de empujar su pene un poco mas dentro de ella, notando como descargaba su semen. Gimió sin importarle demasiado, al mismo tiempo que se apoyaba al colchón las palmas de sus manos, para no caer sobre ella. Su visión era borrosa y no podía regular la respiración, tal vez, se había estado conteniendo demasiado. Podía observarla, a medias, también jadeando y sudada, con los pezones erizados y el cabello desparramado. No sabía si se había corrido o no.

—Muy bien... C... Con esto debería bastarte hasta el mes que viene— la escucho decir. Era un masoquista, pero realmente le encantaba esa mujer. 


~*~

Hay menores de edad leyendo esto... ¿Que hago escribiendo semejantes cosas?

Imaginas {Hetalia}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora