AU! 2P! Francia

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Imagina una "relación", con Françoise

—¡Mama, ya me voy!— exclamo la niña, mientras se acomodaba la caperuza roja sobre su cabeza. Rápidamente, la madre le dio la canasta que había preparado a último momento y les dio unas pocas recomendaciones que, ella, ya se sabía de memoria: no hablar con extraño, no salirse del sendero, quedarse en la casa de su abuelita si se hacía de noche. Beso, amorosamente, al mejilla de la mujer y salió de su casa.

Saludo a varias personas que, por allí, pasaban. Lutz, el herrero le coqueteo durante varios minutos, pero, luego, la dejo marcharse. Se conocían desde niños, nada podría surgir entre ellos, solo era un pequeño juego. Porque, claro, los juegos van cambiando cuando las personas crecen.

Siguió su camino, hasta vez, solo escuchando el sonido de la naturaleza. Ah, definitivamente el encantaba poder estar allí. Unas cuantas veces había acompañado a su padre a la ciudad, pero el aire viciado y los ruidos demasiado molestos, habían perturbado su cuerpo, haciendo que enfermara... Además, extrañaba demasiado a alguien.

Soltó un suspiro y dejo caer su capucha, dejándola hacia atrás, mientras se detenía. Estaba muy profundo en el bosque y, si seguía aquel camino, durante unos cuantos kilómetros más, encontraría la casa de su abuelita, pero ella tenía otros planes. Con el corazón latiendo furiosamente, como la primera vez que se conocieron, se acerco hasta un árbol caído, que se encontraba a un lado del sendero. Lo atravesó, teniendo especial cuidado de no lastimarse y, una vez, del otro lado, comenzó a correr por un camino que casi desaparecía por la vegetación. Casi se cae en repetidas veces, gracias a sus piernas temblorosas, pero pudo reponerse segundos antes del impacto.

Finalmente lego a su punto favorito: un pequeño acantilado. Le gustaba allí. Inspiro fuertemente, tratando de calmar su respiración y se sentó sobre una roca, admirando el paisaje. Solo era cuestión de tiempo para que el hiciera su aparición. Mientras tanto, se dedico a arreglarse el cabello y las medias, que se le habían corrido con la carrera. De repente, unos sonidos de ramas al romperse, la distrajeron. Giro su cabeza hacia aquellos ruidos y lo vio. Era un inmenso lobo, de pelaje gris y ojos violetas.

Le sonrió, al mismo tiempo que se ponía de pie. Se sacudió el vestido y lo espero, pacientemente. El lobo dio un pequeño salto y se transformo en un hombre alto y desgarbado. Este sonrió levemente y tomo por las caderas a la chica, quien rio ante aquel accionar.

—¿Nuevamente perdida?— le pregunto, Françoise, con voz ronca. (T/N) se tomo todo el tiempo del mundo para responder, se apego a su pecho, disfrutando de la calidez que el emanaba. Paso sus manos por sus hombros y, finalmente, acaricio la barba incipiente. Sus ojos se conectaron. Lujuria y travesura chocaron.

—Lo siento, suelo ser muy despistada— murmuro, antes de que el comenzara a besarla. La ropa de ambos fue arrancada con premura, mientras que mordidas y besos iban y venían.

La mujer sabia que aquello iba a terminar mal. Que, tarde o temprano, se terminaría enamorando del rubio, si es que ya no lo había hecho, pero él era su todo. El era quien la sacaba de su monótona vida, quien le hacía ascender al cielo sin dejar el suelo del bosque. Todo terminaría mal, peor, para eso, ella era joven y podría recuperarse de la caída.

Mientras tanto, nadie debía saber que iba al bosque, solo, para encontrarse con el lobo feroz. 

Imaginas {Hetalia}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora