Alemania

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Imagina haber visto el lado sadista de Ludwig

(T/N) soltó un suspiro, al mismo tiempo que cambiaba de posición. Le dolían los pies de tanto estar parada y los brazos, pro tenerlos levantados, ni decir de sus muñecas, que estaban algo lastimadas debido al amarre de las sogas. Tenía frio, demasiado. Solo llevaba unas bragas de encaje y el resto de su cuerpo padecía las bajas temperaturas, dejando sus músculos agarrotados. Se mordió el labio inferior y probo, una vez más, de tirar las cuerdas con sus manos. Nada, al parecer el nudo estaba muy bien hecho.

¿Cuánto tiempo levaba allí? No lo sabía, pero, pronto, sentía que iba a comenzar a llorar. No había sido su intención. Simplemente, no. América había llegado con muchas sonrisas a tratar de ayudarla con su economía y ella había aceptado. A los pocos meses, todo comenzaba a ir mejor para las personas de su tierra, pero no para ella. Alfred le había pedido salir y, por otra parte, Alemania se había enterado de esto.

Unos pasos la sacaron de su ensimismamiento, haciendo que, nerviosa, mirara hacia la puerta. Los pasos se dejaron de escuchar y, segundo después, un hombre envuelto en una gabardina negra, entro a la habitación.

Alemania paseo sus ojos por el tembloroso cuerpo de su chica y soltó un suspiro. No había querido llegar a eso, pero necesitaba recordarle de quien era. Lentamente se quito su abrigo, dejándolo encima de una silla y se encamino hasta ella.

—¿Lo has reconsiderado?— le pregunto. El solo tono de voz de Ludwig, hizo que (T/N) bajara su vista. No le gustaba cuando él hacia eso, se volvía demasiado sumisa, más de lo ya era. Trago fuertemente, eliminando las lágrimas de sus ojos. No quiera llorar.

—Si— susurro, con su voz algo ronca por las horas que paso sin hablar. El rubio desvió su mirada de ella y camino en hacia el otro extremo de la habitación, donde la chica no podía verlo. Tomo su fusta y volvió con ella.

—Me parece que no— comento, al mismo tiempo que pasaba el extremo de cuero por sobre la espalda de la muchacha. (T/N) se estremeció, para luego soltar un profundo jadeo y, sin poder evitarlo, tembló con levedad. Alemania sonrío y se alejo, para luego ponerse frente a ella—. ¿Cómo te he dicho que me llamaras?— cuestiono, volviendo a acariciarla con aquel extremo. Esta vez, comenzó por el cuello de la chica, paso por entre los senos desnudos, resistiéndose a darle un buen golpe a cada uno, para luego seguir con el vientre ajeno.

—S-señor...— balbuceo la mujer, notando la creciente, pero, placentera tensión que generaba su cuerpo. ¿Cómo odiar aquello cuando lo habían experimentado juntos? No, no podía—. Si lo he reconsiderado, señor— menciono, con un tono de voz más estable. Ludwig soltó un suspiro al escuchar llamarlo así. Realmente le encantaba como sonaba aquella palabra en los labios de su niña.

—Perfecto— murmuro. Bajo la fusta, hasta que esta llego a la entrepierna ajena. Acaricio con levedad aquella zona, disfrutando los jadeos ahogados que le regalaba la chica. Le dio unos pequeños golpecitos allí y se acerco un poco más al cuerpo ajeno—. Recuerda, (T/N), solo yo puedo amarte. Solo yo puedo comprenderte. Solo yo sé cuál es el punto exacto con el cual te derrites y te vuelves un caos de gemidos y orgasmos. Solo yo— y, diciendo esto, la beso. Fue un beso brusco, necesitado, casi violento; pero a ninguno de los dos le preocupo.

Lentamente, el deshizo el nudo de las cuerdas que amarraban las muñecas de ella y al sujeto, justo a tiempo, puesto que la chica se estaba por desplomar contra el suelo. La mujer se despego de aquel beso, dejando salir pequeños gimoteos.

—D-duele... N-no siento nada...— balbuceaba entre los brazos del hombre. El país sonrío y la tomo entre brazos, besando, repetidas veces, su frente.

—Ya paso, ya paso...— le susurraba.

Porque Alemania no era solo una persona estricta y conservadora. Demasiado posesivo es, también, otra palabra para describirlo.

Imaginas {Hetalia}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora