Epílogo

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Narra Julia

-Buenos días, princesa-me susurraron.

Sonreí. Oliver llevaba haciendo eso diez años, pero cada día me decía algo distinto, como, buenos días, mi ángel o buenos días, hermosa.

-Buenos días-dije, frotándome los ojos y alargando los brazos lo más que podía para desperezarme.

-Venga, las niñas quieren ir a ver a mi madre-dijo y salió de la habitación.

Bajé y me encontré con que Oliver cocinaba, Perla leía El Profeta e Hydra miraba por la ventana. Perla era una niña pelirroja con ojos morenos y muchas pecas en toda la cara, y tenía diez años. Hydra era como yo, pelirroja de ojos verdes, pero con la piel de su padre. Tenía cinco años. Y teníamos otro reservado. Estaba de nueve meses, de un niño. Me lo imaginaba como Oliver, de pelo y ojos castaños, pero con mis pecas. Me senté, y de repente, Hydra comenzó a gritar.

-¡Vamos a ver a los abuelos!-me miró- ¿Cuando vamos a la Madriguera?

-No hagas eso, Hydra-le reprochó Oliver- Y, lo de la Madriguera... ¿Cuando vamos? No paro de recibir cartas de Molly.

-Yo quiero ir el fin de semana-dijo Perla.

-Vale, pero primero vamos a la casa de los Wood, ¿sí?-dije y acaricié el pelo de Hydra.

La hermana de Oliver, Sophie, ya tenía catorce años. Era increíble como pasaba el tiempo. Después de desayunar, fuimos a la casa de los padres de Oliver. Cuando Hydra vio a su abuela, se lanzó a ella gritando. Perla fue un poco más reservada, pero así era ella. De repente, sentí como una patada, pero en la parte baja del vientre. Era imposible, ya que por ahí tenía el bebé la cabeza. Me empezó a doler mucho en esa parte. Me doblé y me agarré a Oliver.

-Ya viene-dije como pude.

Oliver me cargó en peso y se apareció en San Mungo. Después de dos horas empujando, se oyó un llanto en la habitación. Me dejé caer, pues ya no necesitaba estar medio sentada. Me dieron una manta con un bulto rosado dentro. Lo miré. Era de pelo castaño, con pecas y la piel blanca. Abrió un poco los ojitos, y vi unos iris marrones. Justo como lo pensé. Las lágrimas corrían por mis mejillas. Miré a Oliver. Estaba agachado a mi altura, con los ojos llorosos. Se lo di a él. Se levantó y empezó a mecerlo.

-Yo creo que la familia acabó aquí-dije.

-Si, eso creo-dijo Oliver y me dio el bebé.

-Señora Wood, tenemos que hacerle las pruebas típicas de cuando nace-me dijo un medimago.

Asentí y le dí al bebé. Oliver cogió una silla y se sentó a mi lado.

-Leo...-dijo- No me creo que ya esté aquí... Ni después de otras dos veces...-sonrió.

*Pasó el tiempo...*

Era día uno de septiembre. Hydra, de ya dieciséis años, y Leo de once se iban a Hogwarts. Perla, de veintiún años, estudiaba para ser aurora. Cuando los niños se fueron, Oliver y yo nos aparecimos en casa, para prepararnos, ya que desde hacía veinte años, estábamos en la Selección Irlandesa de Quidditch. Solo estuvimos uno en el Puddlemere United, pero nos "ascendieron". Cogimos las escobas, ya vestidos, y nos aparecimos en el estadio. Empezamos a entrenar, sin dificultades, excepto porque llovía. Menos mal que Oliver nos acostumbró a jugar sobre todas las cosas... Ahora era el capitán del equipo, además del guardián. Yo era la buscadora. Como pasaban los años... Y yo ni lo notaba. ¡Y voy a cumplir cuarenta y dos! Cuando volvimos a casa, había una carta de Leo. Nos contaba como había sido su primer día, y que lo habían puesto en Gryffindor, aunque él prefería compartir mesa con Hydra en Ravenclaw. Eso había pasado hacía cinco años, que Hydra quería estar con Perla en Hufflepuff.

-Como pasan los años...-dijo Oliver y me besó- Pero aun así, mis sentimientos por ti no cambian-me besó de nuevo- Te amo, Julia Wood.

-Te amo, Oliver-dije y le besé.

*-*-*

Narra Kiara

Mirábamos a nuestra pequeña Cassiopeia. Acababa de nacer, hace nada más que dos minutos. Cassiopeia Weasley Black. Sonreí, y de verdad. Desde la muerte de Fred, las veces que realmente había sonreído habían sido gracias al pequeño Freddie, exceptuando el día de mi boda con George y hoy, el nacimiento de nuestra pequeña. Cuando Freddie nació, cuando balbuceó por primera vez, cuando dijo "papá, mamá, tío...", cuando George me propuso matrimonio, cuando me casé, cuando me enteré de que estaba embarazada y el nacimiento de la pequeña Cassiopeia... Las veces que habían sonreído eran por esas razones. Mi hijo, Fred de ocho años, miraba a su hermana, curioso. Se la acerqué un poco, para que la viera mejor.

-Ya verás, se cansará de ella-rió George, haciéndome sonreír a mí.

*Pasó el tiempo...*

Llevábamos a Cassie al andén 9 y 3/4, ya que ese año entraría a Hogwarts. Freddie ya tenía diecinueve años, y él estuvo en Gryffindor. Nuestra pequeña pelirroja saltó dentro del tren, mientras su hermano le ayudaba.

-Como han crecido...-suspiré.

-Sí... Aunque no pueden ser niños toda la vida-sonrió triste George.

-Ya está, mamá, papá...-sonrió Fred.

-Gracias, pequeño-le dijo su "padre".

-Adiós, mamá, adiós papá, adiós, Fred-dijo Cassie.

-Adiós, pequeña-le dije, dándole un beso en la mejilla.

-Pórtate bien, Cassie-añadió George, algo irónico.

-¡Escríbenos!-pidió Fred mientras el tren salía de la estación.

Y nuestra pequeña hija metió la mano dentro del tren, dejándonos mirando a las ventanas que pasaban, cada vez más rápido.

Fred y George y las hermanas BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora