Capítulo 27

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—Kasumi —llama la voz a sus espaldas.

Al escuchar, gira rápidamente para comprobar que quien está allí es Aizel. Entonces busca en todas partes, alguna señal del que creía que era el único en el lugar, sin encontrar nada.

—¿Debo suponer que todo esto es cosa tuya? —pregunta.

—Se podría decir que tuve algo de ayuda en la parte creativa —dice acercándose hasta quedar a menos de un metro de distancia.

—¿Tú pidiendo ayuda a alguien? —pregunta incrédula, rayando en lo divertida—¿Quién eres y que hiciste con Aizel?

—Kasumi, yo... —hace una pausa, la mano que estaba en camino para tocar su cabello también se detiene, suspira profundo antes de continuar—. Lo siento.

—No tienes nada de qué disculparte, la culpa es mía. Yo solo... —no termina la frase, en su lugar, desvía la mirada hacia abajo y se corrige—. No importa, eran tonterías mías, soy yo quien lo siente, no debí haber hecho eso.

Aizel pronuncia el nombre de la vampira, mientras lleva sus dedos hacia el mentón de la chica para levantar su rostro. Después de varios segundos viéndose fijamente, la abraza con fuerza.

—Deja de decir esas cosas. Tú y yo sabemos que tengo la culpa de todo esto. No soy bueno con las palabras y estos temas son desconocidos para mí, por eso te pido que por favor le tengas paciencia es este vampiro torpe que solo quiere ver tu sonrisa a cada segundo, que si te dice cualquier estupidez es solo pensando en ti, ¿podrías?

No hay palabras, solo un beso, uno lento, pausado y profundo. Al cabo de unos cuantos segundos se separan.

—Adivina —dice ella sonriendo.

El vampiro sonríe y vuelve a besarla, esta vez con un gesto más corto y dulce que el anterior —Te amo.

—Y yo a ti.

—Espera aquí —dice, entonces da la vuelta y da unos cuantos pasos, luego se detiene y toma una bolsa del suelo antes de regresar y extenderla hacia Kasumi— Ponte esto.

Ella recibe el paquete, confundida. Luego de ver su contenido levanta una ceja y mira a Aizel, el cual aparta la vista y se dirige de nuevo al lugar de antes. La chica, por su parte esboza una leve sonrisa y obedece.

—Te advierto que nunca había hecho esto, seguro te vas a reír —dice agarrada del brazo de Aizel, con las piernas temblorosas al mismo tiempo que avanzan.

—¿Me creerías capaz?

—Contigo ya no sé qué esperar. En un momento parece que quieres hacer desaparecer a medio planeta y ahora...

—¿...te llevo a patinar en hielo? —completa la frase y sonríe—. Acepta que fue buena idea, Kou a veces tiene razón.

—¿Entonces esto fue idea suya?

—Eso no importa —dice antes de poner un pie en el hielo que cubre el lago—. Ven —tira de su mano para hacerla entrar.

—¡A-Aizel! —exclama, tratando de mantener el equilibrio. Inmediatamente, Aizel sostiene su mano con firmeza, mientras que con el otro brazo la rodea, quedando casi pegados el uno al otro.

—Tranquila, estoy aquí. No voy a dejar que te pase nada —la suelta lentamente cuando ya ha recuperado la calma y comienza a deslizarse por el hielo sin separarse de ella.

—¿Hay algo que no puedas hacer?

—A ver, déjame pensar —se detiene y pone cara pensativa mirando hacia arriba—. No, creo que no. Supongo que soy perfecto.

V talesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora