Capítulo 12

68 3 476
                                        

Kasumi

Ya han pasado dos semanas desde que desperté en aquel cuarto blanco y las cosas han ido mucho mejor de lo que esperaba; para comenzar, los entrenamientos, a pesar de ser duros, no han representado una gran dificultad; en cuanto a Sora, ahora me llevo bastante bien con él, desde que estamos aquí ha sido realmente agradable y es bueno poder apoyarnos mutuamente en un lugar desconocido para ambos.

El único problema es la parte en la que debo beber sangre. Aún no lo he hecho, no me atrevo a hacerlo; todo lo que invade mi mente cuando pienso en eso es el recuerdo de lo que pasó la última vez que lo intenté, ¿qué pasa si se repite? No puedo arriesgarme a eso, sin embargo, aquí no puedo hacer lo de los últimos años, no puedo ahorrar energía reduciendo al mínimo mis actividades, no si espero salir de aquí, además, estaba al límite, al punto que terminé desmayada. La sed ha comenzado a hacerse presente como no lo había hecho desde que me hice vampira, sé que debo beber, pero en serio, en serio no quiero hacerlo.

—Oye, niña —una voz grave y familiar me saca de mis pensamientos cuando me tomo un momento para descansar sola.

Al levantar la vista confirmo que es Aizel; no tengo idea de lo que pretenda, hasta ahora nos hemos cruzado un par de veces, pero cada vez que intento hablar con él, soy incapaz de sacarle más de una oración seguida antes de que se vaya a quién sabe dónde. Ahora solo tengo curiosidad por la razón que lo haya llevado a sentarse frente a mí.

—¿Ocurre algo? —pregunto, con la voz más aguda de lo que esperaba, no tengo idea de qué esperar de él.

—¿Crees que no me he dado cuenta? —cuestiona en tono serio, que es el único que le he escuchado hasta ahora. En cuanto escucho su pregunta comienzo a pensar en algo malo que pude haber hecho desde que llegué a este lugar, pero no se me ocurre nada—. A mí no se me escapa nada. Ahora dime ¿Porque no estas tomando la medicina?

Entonces todo se hace claro y siento que el tiempo se detiene, no tiene que decir más para saber de qué está hablando. Sabía que en algún momento alguien además de Sora lo notaría, pero no pensé que fuera tan rápido. Soy consciente de que mi expresión debe denotar horror puro y mi cerebro trabaja a toda velocidad para pensar en una excusa, pero no se me ocurre nada.

—Yo... yo... no puedo —admito en un tono que no podría ser más inestable, después de lo que me ha parecido una eternidad de tortura. No soy capaz de levantar la cabeza y siento que mi vista se empaña con lágrimas, sin embargo, no me permito derramar ninguna—. No quiero volver a hacerlo, tengo miedo de lo que pueda llegar a hacer si bebo.

—Así que así son las cosas —observa y me atrevo a mirarlo; como siempre, su rostro no podría ser más inexpresivo, aunque hay un extraño brillo en su mirada—. En ese caso ven conmigo, tenemos que hablar.

Ni siquiera tengo tiempo de procesar sus palabras, cuando pone su mano alrededor de mi antebrazo y se levanta para empezar a caminar. De nuevo tengo esa sensación extraña, su tacto firme pero suave es demasiado familiar, como si ya me hubiera sostenido de esta forma antes. Por un momento me meto demasiado en esto, incluso llego a olvidar la conversación previa, pero la realidad regresa a mí de golpe cuando nos detenemos y siento ese olor, ese fuerte y dulce olor que me confirma que estamos en uno de los lugares donde se almacena sangre. Normalmente no debería poder entrar aquí, según dijo Sora, pero supongo que Aizel debe tener permiso para ir por donde quiera en este lugar.

—¿Que hacemos aquí? —pregunto confundida.

—Hay algo que no sabes —dice—, la verdad es que lo que sea que hayas tomado en Tsuen podrá tener muchas cosas, pero sangre no es una de ellas, o al menos no en una proporción significativa, solo piénsalo, ¿en verdad crees que los humanos se molestarían en reunir sangre para todos los vampiros capturados? —Ahora que lo pienso, tiene bastante sentido lo que dice, aunque nunca me había puesto a pensar en eso—. Tanto allí como en Akinashi les dan algo que puede mantenerlos con vida, pero a cambio le hace algo extraño al cerebro, es como una especie de droga que hace que te pierdas en tus propios pensamientos; el sujeto que vino contigo lo confirmó un tiempo después de llegar, dijo que había hecho cosas que nunca hubiera hecho en sus cinco sentidos y también que olvidó gran parte del tiempo que estuvo allí.

V talesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora