Capítulo 56

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—No tienen que detenerse, ignórenme —dice Aizel sin desconcentrarse del grueso libro entre sus manos.

—Creí que habías venido por algo más. No me estoy pasando ¿o sí? —pregunta Kou, finalmente dejando descansar a Kanato, quien se deja caer al suelo exhausto.

—Nada de eso. De hecho, estás siendo muy blando con él. Tan solo le has roto un par de costillas ¿verdad? —observa, conservando un tono desinteresado—. Pelea en serio, así no va a aprender.

"¿Se supone que él estaba siendo blando conmigo?" se pregunta Kanato, preocupado por pensar en lo que pasaría si Kou fuera en serio, cosa que según la conversación podría pasar en poco tiempo. Por otro lado, no quiere ni imaginar cómo sería entrenar con Aizel. Cuando tiene la fuerza suficiente para levantarse, se sienta antes de ponerse de pie con dificultad para hablar sobre algo que sabe que no le gustará a nadie.

—Aizel —el nombrado voltea de inmediato.

—Si lo que quieres es un descanso, olvídalo.

—No, no, nada de eso —Kanato niega con la cabeza—. Sobre lo que habías dicho de la forma en que ese sujeto controla a los demás—. El vampiro ya presiente lo que sigue y la rabia comienza a apoderarse de él—. Cuando estábamos allí con Aki antes de encontrarlos a ustedes, pude ver a Kasumi. Ella... —apenas puede hablar, el recuerdo es demasiado doloroso para él. Luego unos largos segundos tratando de organizar sus pensamientos, finalmente lo suelta en una voz casi inaudible—: Era como decías. Él ya la está controlando.

En cuanto termina de hablar, el libro de Aizel se cierra de repente y comienza a ser perforado por sus garras que crecieron involuntariamente. Momentos después, da la vuelta para irse en dirección opuesta a los otros dos vampiros.

—¿Ai...? —Kanato lo iba a llamar, pero se calló a sí mismo cuando Aizel volteó a dirigirle la mirada más amenazante que hubiera visto en él, antes de continuar con su camino. El chico queda petrificado en su lugar por varios segundos, sin darse cuenta de que tanto sus manos como sus rodillas tiemblan como gelatina, había olvidado por completo lo aterrador que puede llegar a ser aquel vampiro y lo recordó de la peor forma.

—Déjalo —de alguna forma, la voz de Kou trae parte de él de regreso a la realidad.

—¿E-él está bien? —tartamudea, aún afectado por el impacto.

Kou niega con la cabeza. —No, pero lo mejor en estos casos es dejarlo solo —hay un silencio prolongado hasta que vuelve a hablar sin dejar de mirar el último punto en el que vio a su amigo—. Hiciste bien en esperar para decirle.

—¿Por qué? —lo mira, confundido. Lo cierto es que había olvidado hablar de eso cuando estaban allí y luego no pudo encontrar el momento adecuado.

—De haberle dicho cuando estaban allí, él hubiera cometido una locura. Y si dice que ese sujeto es demasiado hasta para él, ahora no estaríamos hablando aquí. Puede que la mayor parte del tiempo se controle, pero esto cruzó la línea.

—¿Lo has visto así antes? —pregunta Kanato, considerablemente recuperado.

—Solo una vez, hace doce años —responde pensativo, recordando ese momento—. Tenía la misma mirada.

Kou todavía recuerda a la perfección aquella noche de invierno, había conocido a Aizel tan solo un par de meses atrás, casi el mismo tiempo que llevaba como vampiro.

En ese entonces el grupo estaba compuesto por ellos dos, Asuka, y otros dos vampiros. Ese día Aizel había salido con Asuka para investigar un lugar que les habían asignado. Los demás se ofrecieron a acompañarlos, pero Aizel insistió en que no hacía falta, lo cual fue un gran error de su parte ya que, de haberlos llevado, seguramente todos hubieran sobrevivido.

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