Capítulo 42

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Después un par de minutos Kanato vuelve a entrar en el campo de visión de Midori, cargando una manta gruesa entre sus manos mientras baja por las escaleras. Cuando está frente a ella se limita a ofrecérsela sin decir nada. Al verla dudar por más tiempo del necesario comienza a insistir con la mirada hasta que decide soltarla en su regazo.

—Solo es una manta, tómala y ya. Hace frío y estás helada. Sobreviviste más de un mes con un vampiro, no voy a dejar que mueras de hipotermia en una noche que pases aquí—. Intenta parecer molesto, pero la preocupación se hace notar en el tono de su voz. Aún indecisa, la chica de ojos verdes estira la cobija y se abriga con ella antes de decir en voz baja "gracias", lo cual hace que Kanato ponga una pequeña sonrisa casi imperceptible—. ¿Tienes hambre?

—Realmente no —dice, recordando lo que le había dicho Makoto. Piensa en que no ha comido nada desde hace dos días y no siente que le haga falta.

—Si tú lo dices... —suspira, sentándose junto a ella sin dejar de notar la forma en que lo observa—. Tranquila, no muerdo. Relájate un poco, ¿Quieres? Ya estás a salvo.

—Lo siento —agacha la cabeza, considerando lo que "a salvo" significa en verdad. Durante las pasadas semanas llegó a sentir que estaba a salvo bajo el cuidado de un vampiro, y ahora un chico que sabe que en cualquier momento cambiar su personalidad por completo le dice que está a salvo con él.

—¿Y bien? ¿Qué pasó? ¿Estuviste todo el tiempo con el vampiro que mencionaste? —Kanato no tenía ninguna intención de incomodarla, pero lo hace. Lo último en lo que Midori quiere pensar es en ese confuso periodo.

Luego de pensarlo un poco responde mirando al suelo —Sí... salí de allí cuando tuve la oportunidad.

El pelirrojo no tarda en comprender el error que cometió. Sería obvio para cualquiera que ella no quiere hablar de eso.

Kanato se aclara la garganta antes de hablar —Si quieres, puedes quedarte en mi habitación. Estaré por aquí en lo que queda de la noche. Si necesitas algo solo dímelo —dice antes de ponerse de pie e irse a la cocina por un vaso de agua.

Pasan la siguiente media hora en silencio a pesar de que no están separados por más de dos metros. El pelirrojo no separa la vista de la pantalla de su computadora mientras teclea ágilmente. Por otro lado, Midori sigue sumergida en sus pensamientos, por momentos le llega el deseo de hablarle, pero al no encontrar ninguna conversación que pueda durar más de treinta segundos prefiere mantenerse en silencio y fingir que duerme en el amplio sofá hasta que termina cayendo profunda algunos minutos después.

Al despertar se encuentra completamente desorientada en un cuarto oscuro que no reconoce. Por un breve momento cree que ha regresado al lugar en el que pasó las últimas semanas, sin embargo, el rayo de luz que se filtra bajo la cortina le hace saber que no es así. En parte aliviada y parte decepcionada, se dispone a levantarse e ir hacia la puerta.

A paso lento y cauteloso recorre el pasillo que encuentra a continuación, tratando de reconocer el lugar en el que se encuentra. No lo consigue hasta que se detiene por algunos instantes frente a una habitación que llama su atención. Entonces todo se hace claro, aquel es el cuarto donde despertó atada de manos y pies, donde vio por primera vez a Akane después de más de un año de la anterior, ahora sabe perfectamente dónde está, lo único que sigue sin quedar claro es la forma como terminó en el segundo piso de la casa de Kanato.

—¿Kanato? —pregunta tímidamente después de bajar las escaleras.

—Tienes el sueño pesado —dice desde la cocina.

Al escucharlo, Midori sigue el sonido de su voz hasta estar a algo más de un metro de distancia —¿Cuánto tiempo dormí? No... ¿Cómo es que terminé allá arriba?

V talesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora