Capítulo 51

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Son más de las cinco de la tarde y Aki comienza a cansarse de correr y no encontrar nada. Absolutamente nada más que dos vampiros que le ordenaron regresar a la habitación de la que salió hace ya bastante tiempo. Al ver la desobediencia de Aki, pensaban llevarlo a la fuerza, pero una bala en la cabeza de cada uno fue suficiente para darle fin a su existencia.

En cierto punto su cansancio llega muy lejos, así que decide tomar un tiempo para descansar. Entra en una habitación pequeña y tranca la puerta con una mesa que había allí. Sabe que no detendría a un vampiro, pero al menos le dará algo de tiempo para reaccionar en caso de que alguno intente entrar. Entonces solo se sienta en el suelo, recostado contra la pared opuesta a la puerta. Lo primero que hace es revisar las balas que le quedan, comprobando que, como pensaba, únicamente le quedan tres. De saber lo que pasaría, habría llevado más municiones, pero la verdad es que todo había sido demasiado improvisado.

De repente escucha algo que le llama la atención, un grito agudo que no dura mucho. Extrañado, se dispone a mover la mesa que bloquea la puerta. En cuanto elimina el obstáculo que él mismo puso vuelve a escuchar un sonido del otro lado, esta vez una voz angustiada que tarda un poco en reconocer, pero cuando lo hace no duda en abrir para ir a ayudar a Midori.

Mira alrededor, pero no encuentra nada. Afortunadamente, la voz de la castaña se hace presente una vez más en un cuarto a la derecha de Aki. Con su pistola en la mano, se precipita al lugar del que viene el sonido. Entonces encuentra a Midori acorralada contra un muro por dos vampiros, un hombre y una mujer. La chica está completamente aterrada, tratando de apartarse sin resultado alguno.

Aki les dispara a ambos de inmediato. Al hombre le da justo en la cabeza, causando una muerte instantánea, sin embargo, falla con la mujer. Ésta consiguió esquivarlo y gira para atacar directamente al chico de cabello azul, pero él es más rápido y con el último disparo que le queda, logra acabar con ella.

—¿Estás bien? ¿Te hicieron algo? —Aki se acerca a Midori y pone una mano en su hombro con un gesto preocupado.

—Aki —la chica lo abraza con lágrimas de felicidad. Él corresponde con suavidad—. No pude hacer nada. Tenía mucho miedo.

—Está bien, ya estoy aquí, así que haré todo lo posible para evitar que te pase algo, ¿sí? Solo debemos permanecer juntos y buscar a los demás.

Sus palabras consiguen tranquilizar a Midori en cierta medida y ésta hace un intento por sonreír, el cual no le sale muy bien, pero que Aki toma de buena manera e imita.

—No hay tiempo que perder, los otros pueden estar en problemas —Aki tiende su mano y le ayuda a Midori a ponerse de pie.

—¿Cómo me encontraste? —pregunta en voz baja mientras caminan.

—Estaba cerca y te escuché —responde, algo distraído.

—¿Pasó algo? Te noto algo diferente.

—Yo... bueno... —busca las palabras adecuadas sin éxito. Podría decirle lo que le molesta, pero no está seguro de contarle la verdad a la chica junto a él, una persona a la que casi no conoce—. No es nada —miente y fracasa terriblemente, cualquiera notaría que no es sincero.

Midori lo mira por algunos instantes intentando descifrar lo que le pasa. Al final decide no insistir, pensando que podría molestarlo. Y así, los dos se quedan en completo silencio mientras avanzan por los confusos pasillos de la edificación. Eso hasta que escuchan movimiento no muy lejos.

—Entremos —susurra Aki, señalando una puerta a un par de metros, a lo que Midori asiente con la cabeza de inmediato. Ya estando dentro y luego de comprobar que no hubiera nadie en el lugar, el chico vuelve a hablar—. No tengo municiones ¿y tú?

V talesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora