Capítulo 45

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Acaba de anochecer en la prisión Akinashi cuando un cazador alto y pelirrojo está a punto de hacer lo que considera lo más estúpido e impulsivo que ha hecho en la vida. No les presta atención a las miradas extrañadas dirigidas hacia él, solo se mantiene sereno hasta que llega el momento de enfrentarlo.

Aizel no tiene reacción alguna ante su presencia, ni siquiera levanta la vista; por un momento Kanato incluso cree que está muerto. Desechando ese pensamiento de inmediato, se aproxima al botón que liberaría al vampiro de sus cadenas y con su mano que no deja de temblar, lo oprime.

A pesar de que todo pasa en un instante, Kanato lo percibe casi en cámara lenta desde el momento en que el metal pesado choca estruendosamente contra el duro suelo. Inmediatamente Aizel abre sus ojos brillantes en un gesto iracundo antes de dar un zarpazo con sus garras, que desde hace semanas están permanentemente extendidas, y con éstas deshacer el aparatoso bozal en cientos de pedazos, los cuales no han terminado de caer al frío piso cuando toma al pelirrojo del cuello y lo estrella contra el muro de metal, generando una abolladura.

El vampiro irradia ira y violencia desde cada una de sus células mientras produce un gruñido animal a escasos centímetros del cazador. Aunque esté tan débil que no puede sanar sus heridas y éstas derramen un líquido negro y espeso con cada movimiento que da, que cada uno de estos hace que sienta cristales rotos clavarse en su piel, se las arregla para no demostrarlo en lo absoluto.

—Tienes cinco segundos para darme una razón por la cual no deba hacerte pedazos ahora mismo —gruñe, asfixiando al pelirrojo; el cual, inútilmente intenta aflojar el agarre de Aizel con las manos sin ningún resultado. Las garras del vampiro actúan por cuenta propia, siguiendo únicamente los instintos de supervivencia de su propietario, creciendo aún más para cortar la piel del cuello del joven, haciendo que salgan cinco hilos de sangre. Aquel olor enciende y alimenta la sed de sangre que antes ya era bastante difícil de controlar. Esto se evidencia en el crecimiento repentino de sus colmillos, que pasan a tener casi el doble de su longitud anterior.

—Kasumi está en peligro, te necesito para rescatarla. Voy a sacarte de aquí —dice con dificultad—. Entiendo que quieres matarme, pero ahora solo busco que ella esté bien... por favor —pide con ojos suplicantes.

No hay respuesta alguna, lo siguiente que sabe Kanato es que hay un par de largos colmillos, afilados como navajas, clavados en su cuello. No puede hacer nada al respecto, solo esperar y sentir su sangre siendo drenada por dos orificios recién abiertos. Siente que el final se acerca, está a punto de caer en la inconsciencia cuando Aizel se aparta de golpe. Kanato, con un leve mareo y una gran confusión se reincorpora. Abre la boca para decir algo, pero el vampiro se le adelanta.

—Que quede claro que esto es solo por ella —aclara, volviendo a su estado normal, sin heridas o garras y colmillos de un largo común en vampiros.

—Eso imaginaba —suspira, aliviado de no haber sido asesinado en el acto.

—¿Qué tan lejos estamos de la salida?

—Estamos en el centro de la prisión, solo hay un camino para salir. Había pensado que podíamos...

—No te alejes mucho y no estorbes —lo interrumpe, mirando la puerta.

—Oye, no pienses que salir de aquí es cosa fácil. Al menos escucha lo que... —dice con angustia antes de ser interrumpido nuevamente.

—Solo obedece, sé lo que hago. ¿Tienes alguna daga?

Kanato suspira, resignado al ver que no tiene caso discutir y le entrega dos cuchillos al vampiro, los cuales observa y balancea entre sus dedos por algunos momentos.

V talesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora