Capítulo 64

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Kanato

Sin decir una palabra, me pongo de pie y doy un paso hacia atrás, lo cual no es muy efectivo, ya que Aki parece dispuesto a eliminar la distancia entre nosotros.

—Kanato Sasaki, no te atrevas a ignorarme otra vez —sé que intenta sonar duro, pero hay algo más en su tono de voz, parece preocupado y también herido.

Sigo sin contestar, solo aprieto la mandíbula con fuerza con la vista perdida en el suelo.

—Por favor dime qué es lo que tienes, sea lo que sea intentaré entenderte, pero no soporto que me hagas esto —pide, poniendo sus manos en mis hombros para sacudirme, pero yo permanezco sin cambios—. Kanato, dime algo, lo que sea. ¿Acaso hice o dije algo que te molestara?

—Tú no hiciste nada —finalmente hablo, pero mi voz suena enronquecida y más inestable que nunca.

—¡¿Entonces qué es?! ¡Nunca te habías comportado así, ni siquiera cuando lo de Akane empeoró! —La forma en que habla me toma por sorpresa, en verdad tiene que estar afectado para perder la calma. Además, nunca toca el tema de Akane porque sabe bien lo que eso causa en mí—. Por favor, quiero saber lo que pasa, solo dilo —aprieta aún más mis hombros por algunos momentos antes de continuar—. Al menos mírame cuando te hablo.

Ya no lo soporto más, no puedo seguir guardándome todo esto, y mucho menos ver a Aki de esta forma, probablemente pensando en algo que pudo hacer mal, pero que nunca pasó. Y puede que no le haya hecho nada físicamente, pero con esto tengo más que confirmado que lastimé sus sentimientos con lo que he estado haciendo.

Estoy temblando de pies a cabeza, siento que hay un agujero en mi estómago, un nudo en mi garganta que no me permite hablar con libertad, y la culpa no deja de crecer a cada segundo que pasa. Sin embargo, me obligo a mirarlo a los ojos por primera vez desde lo que me ha parecido una eternidad. Mi vista comienza a empañarse una vez que veo esos ojos verdes que pasan de enojo a preocupación en un segundo.

—¿Quieres saber lo que pasa? ¿En serio quieres saber? — debo estar hablando tres veces más rápido de lo usual, pero siento que es la única forma en que no terminaré frenándome a la mitad. —Bien, la verdad es que odio esto. Simplemente ya no lo soporto, como si todo lo demás no fuera suficiente, la sed no se va, al menos no del todo incluso después de haber bebido sangre. ¿Preguntas por qué te evito? ¿Por qué ni siquiera soy capaz de verte a los ojos? — no le doy tiempo para contestar antes de responderme yo mismo. —No puedo sacarme de la cabeza lo que pasó, la culpa me está matando de solo pensar en lo que estuve a punto de hacer, y tú solo haces como si no te importara y nada hubiera pasado—. Siento algunas lágrimas que no he podido reprimir, resbalándose por mis mejillas, pero no me tomo la molestia en limpiarlas, sé que son las primeras de muchas. —Aki, no podría perdonarme nunca si llegara a hacerte algo. Y por eso mismo me odio al no poder dejar de pensar en tu sangre cuando estás cerca. Tú siempre confiaste en mí, pero al final traicioné esa confianza.

Ya no puedo seguir. Espero a que diga algo, lo que sea, pero no emite un solo sonido ni tampoco se mueve o cambia esa expresión preocupada que tiene.

—Pensé... —continúo luego de algunos minutos—. Pensé que lo mejor sería alejarme de ti, al menos hasta que pudiera controlarme. Pero en realidad creo que eso solo era una excusa para no tener que enfrentarme a la realidad, para evitar recordar lo que pasó, sin embargo, al final no ha servido de nada y además terminé hiriéndote. Está bien que me odies, entiendo que tienes muchas razones para hacerlo.

Una vez más, no lo soporto y bajo la vista. Estoy preparado para que diga lo que sea; que me odia, que no quiere volver a verme una vez que esto termine, o conociéndolo, que me perdona todo. Pero definitivamente no estoy preparado para que sus brazos me rodeen con fuerza en un abrazo.

V talesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora