Capítulo 21

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Ya han pasado tres días y el momento en el que Kasumi debe decirle a Aizel lo que había acordado con su hermano ha llegado. Desde luego, él no tarda en oponerse a tan "ridículo" acuerdo.

—¿Vas a hacer que cosa? — cuestiona Aizel, bastante irritado.

—Solo son un par de semanas, antes de que lo notes estaré aquí de nuevo —explica Kasumi, tratando de tranquilizarlo.

—¿Y en todo este tiempo no podías haberlo mencionado? —continúa, igual de alterado.

—Sabía que si te decía te pondrías así— responde, comenzando a perder la calma. En realidad, había estado buscando el momento adecuado para decirle, pero no lo encontró nunca.

—¿Y no se te ocurre que podría ser una trampa?

—Estás siendo paranoico; además, ¡es mi hermano! —dice, haciendo énfasis en la última parte.

—¡Es un cazador! Y eso no lo puedes discutir. Sabes que no confío en él ¿y esperas que te deje ir sola sin decir nada? Eso no pasará. Entiende que no quiero que te lastime —Aizel suaviza un poco su tono al final, poniendo sus manos sobre los hombros de Kasumi.

—Lo sé, pero al menos podrías confiar en mí —habla en voz baja, viéndolo fijamente a los ojos—. Yo sé lo que estoy haciendo, no soy una niña que necesita que la cuiden. En verdad aprecio que te preocupes por mí, pero deberías relajarte un poco más.

Aizel suspira resignado antes de preguntar—: ¿Al menos puedo preguntar si llevas algo para defenderte?

—Ya deberías saber la respuesta a eso —responde, sacando una pequeña daga que trae con ella para luego devolverla a su lugar, lo cual termina recordándole a Aizel cuando pelearon; no quiere aceptarlo, pero sabe que ella puede defenderse por su cuenta sin problemas—. Y si ya terminó el interrogatorio, me voy antes de que salga el sol—. Ella se dispone a darle un beso de despedida, sin embargo, se ve detenida por la mano del vampiro.

—No... no hasta que vea que regreses a salvo o ese idiota haga algo que me permita decir "te lo dije" —dice antes de darle un abrazo mientras le susurra algo al oído, para después irse directo a su habitación.

Sin tener una reacción aparente a las palabras de Aizel, antes de partir, Kasumi recorre el lugar con la mirada, tal como lo hizo la primera vez que estuvo allí. Pasa algunos minutos así, pensativa, antes de hacerse consciente de la hora y decidir que lo mejor es salir de una vez para evitar problemas.

El camino es largo, pero es cuestión de minutos para que consiga llegar a la casa que hace mucho tiempo fue su hogar. Es inevitable para ella ser invadida por cientos de recuerdos, algo de esperarse, considerando que es el lugar donde vivió los primeros dieciséis años de su vida, el tiempo en el que fue humana.

Todo anda bien hasta que le llega un recuerdo doloroso, aquel de aproximadamente diez años atrás, cuando regresó luego de medio año de haberse convertido en lo que es ahora; esas miradas en los ojos de sus padres, las terribles palabras que la habían destrozado por dentro, todo había quedado grabado a detalle en su memoria. Sin embargo, esta vez era diferente; ella ya no es la misma que en ese entonces, y la situación tampoco es la misma. Ahora tiene la seguridad de que tendrá a alguien de su lado, un apoyo, alguien que sí la espera.

Dado que llega a la madrugada, no se preocupa mucho porque haya alguien que pueda verla, así que aterriza delante de la casa tranquilamente. Pasa un rato frente a la puerta, inmóvil, pensando si está haciendo bien. De repente llega a ella todo lo que había dicho Aizel, además de lo que había ocurrido años antes y se arrepiente de tocar el timbre.

"¿Y si pasa lo mismo que aquella vez? ¿Y si Aizel tiene razón?" son algunas de las preguntas que rondan la cabeza de Kasumi y se niegan a abandonarla. Ignora la cantidad de tiempo que pasa preguntándose si debería continuar o regresar por donde vino, pero al final termina cansándose de dudar y presiona el timbre con una mano temblorosa. Luego de esto reina un silencio sepulcral; no debe pasar más de un minuto, pero para Kasumi se convierte una eternidad de tortura.

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