Capítulo 30

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Midori

Lentamente recupero la conciencia, pero me cuesta recordar lo último que pasó o cómo llegué a este lugar que no logro reconocer aun cuando despierto del todo y puedo ver con claridad. Recuerdo que estábamos en medio el bosque y perdimos casi de forma instantánea en un enfrentamiento contra un trío de vampiros; todo comenzó a ponerse borroso cuando salieron volando del sitio, asumo que en ese momento me desmayé.

Cuando siento que tengo fuerza suficiente, me siento en donde estoy con dificultad; es imposible ignorar el intenso dolor que proviene de mi abdomen y pierna derecha, entonces me doy cuenta de que ambas regiones están vendadas.

Alzo la vista y veo a un hombre de espaldas vestido de bata a unos pocos metros, aparentemente organizando algunas cosas en una mesa. Lo único que tengo claro es que tengo que salir de este lugar, todo esto es muy sospechoso, el lugar, la forma en que terminé aquí, ese tipo misterioso también. Parece que él no ha notado que estoy despierta, eso me da algo de tiempo para pensar.

Miro a mi alrededor, todo está bastante oscuro, apenas puedo ver a un par de metros de distancia, por eso tampoco puedo distinguir muy bien al hombre frente a mí. Estoy en problemas, con esta luz y las heridas no creo poder escapar corriendo, ni siquiera sé en qué dirección pueda haber una salida.

—Creí que tardarías más en despertar —La voz del hombre en bata me trae a la realidad. No ha volteado en ningún momento, tampoco he hecho ruidos desde que me levanté y desde eso ya ha pasado tiempo, por alguna razón siento un gran terror y de alguna forma, esta sensación es algo familiar ¿Qué es lo que quiere este sujeto de mí? ¿Por qué me trajo hasta aquí? ¿Fue él quien me puso estas vendas?

Ignorando el dolor, hago un intento por ponerme en pie. Cuando me impulso con los brazos, escucho que aquel sujeto vuelve a hablar—: Yo no hería eso si fuera tú— dice, aun sin voltear. Esto por un momento me hace dudar, sin embargo, no pasa un segundo para cuando alejo ese pensamiento de mi cabeza, no tengo por qué hacerle caso.

Vuelvo a impulsarme, esta vez me levanto por completo; me dispongo a caminar en cualquier dirección lejos del misterioso hombre, cuando siento un inmenso dolor en la pierna, éste me hace caer de inmediato. Espero el choque contra el frío y duro suelo, pero nunca llega. No tengo idea de cómo lo hizo, pero el hombre me atrapó en el momento preciso, lleva un tapabocas y su cabello negro no me deja ver sus ojos, así que realmente no puedo ver su rostro en lo absoluto.

Aparte del dolor de los lugares que ya había nombrado, solo me puedo concentrar en lo frías que están sus manos, están tan heladas que siento que podría congelarme con ellas. Mis intentos por apartarme de él no sirven de nada, no solo porque en estos momentos no puedo hacer un gran esfuerzo, también es ridículamente fuerte, aún más que Kanato cuando pierde el control. Afortunadamente no parece querer hacerme daño; al contrario, hace lo posible por devolverme a la posición segura en la que estaba antes, ignorando el hecho de que he estado enterrándole las uñas en el brazo desde que entró en contacto conmigo.

—Te advertí que no lo hicieras —dice dejándome en la blanda superficie antes de apartarse un poco.

—¿Qué fue lo que me hiciste? —tartamudeo con torpeza la pregunta que más me interesa en este momento.

Luego de algunos segundos que se me hacen una eternidad, responde—: Estabas herida, solo hice lo que pude con lo que tenía a la mano, pero no pude hacer mucho —hace una pausa—. Tienes una pierna fracturada y la herida en el vientre es muy profunda, podría abrirse en cualquier momento. De hecho, déjame ver, pudo pasar algo con la caída.

Él se acerca a mí, pero me aparto hacia atrás y pongo las manos al frente en defensiva.

—No te acerques —digo con la voz temblorosa. No tengo idea de cuál sea la expresión que tenga ahora, pero presiento que no le gusta lo que acabo de hacer.

V talesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora