Prólogo.

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8 de Marzo del 2015.

Estoy llegando a casa. Puta madre. Puta fiesta. Puta borrachera. Puta Samanta. Me dio ese licor a propósito para poder acostarse conmigo. ¿No se da cuenta lo desesperada que se ve? Lanzo una risa borracha y me tambaleo en la entrada de mi casa ¿Es mi casa? Me corro el pelo de la cara. Si es. Esta muy largo este cabello pero no voy a cortarlo. Si es más largo se ensucia mejor. Subo los escalones de mi entrada. Palpo mi ropa sucia buscando la llave... ¡Carajo la perdí! ... Ah no... aquí está.

Abro la puerta de mi casa. Intento no hacer ruido ¿Qué hora es? ¿Las cinco de la mañana? ¿Mas tarde? Estoy subiendo las escaleras cuando me encuentro a una mujer rubia, envuelta en una bata de seda y me mira con ambos brazos en la cintura. Le regalo una sonrisa torcida.

— Hola mamá. — La saludo.

— ¿Dónde estabas? ¿Tienes idea de la hora que es? — Me suelta.

Niego con la cabeza sin dejar de sonreir. Entorna los ojos.

— Estas borracho Julián... — Susurra con aire acusatorio.

— Te juro que noo... — Contesto arrastrando las palabras intentando sonar ofendido.

Ella se queda en silencio. Paso por su lado y sólo me mira.

— Mañana, cuando estés sobrio, me vas a escuchar. — Me advierte.

No me volteo, si lo hago, vomitaré en sus pantuflas. Arrastro los pies hasta mi cuarto. Ni siquiera me quito la ropa... o los zapatos. Simplemente caigo en la cama y quedo dormido.

Despierto sobresaltado. Todo me da vueltas. Intento sentarme pero es inútil. Dejo pasar un momento y luego alargo la mano hasta el reloj de mesa. Las 3 PM. Me siento como puedo. En el baño, sólo me lavo la cara y las manos. Ya ni siquiera me miro al espejo. Cabello largo "rubio" sobre el rostro, ropa vieja y casi sucia. Estoy como llegue anoche y así voy a estar todo el dia. El pelo me cae por los ojos pero no lo corro. Bajo las escaleras por algo de beber o comer. Esta todo en silencio ¿Ahora que pasa? Cuando llego al comedor no solo mi madre está sentada allí... sino también mi padre. Mierda.

— Siéntate. — Me ordena mamá.

— Estoy bien aquí. — Le contesto.

— Como quieras. Voy a ir al grano contigo. Estoy harta y muy dolida por tu comportamiento Julián. — Me dice.

Pongo los ojos en blanco.

— ¿Cuál comportamiento?

— ¡¿Cómo que cual?! ¡¿Estas jugando con nosotros?! — Grita mi padre de golpe.

— Cálmate Ricardo, yo me encargo. — Intenta calmarlo mamá.

Él suspira y luego mira al suelo. Mi mamá continúa. Creo que me siento mal ¿Por qué mi padre está mas agresivo de lo habitual? ¿Qué está ocurriendo aquí?

— Tu crees que nosotros no sabemos lo que haces Julián ¿Verdad? Llegas a la madrugada borracho y drogado los días que quieres como si nosotros no significaramos nada para tí. — Me suelta.

Yo entorno los ojos. No puedo dejar la marihuana ¿Cómo voy a comprarla ahora si ellos no me van a dejar salir?

— ¡Les estás dando un mal ejemplo a tu hermana y esto tiene que terminar! — Grita.

Estoy mudo.

— Te vamos a dar un ultimátum...

Abro los ojos como platos. ¿Qué? ¿Qué es eso? No tengo ni puta idea de lo que estan hablando.

— Te vamos a dar hasta las vacaciones de Invierno de este año para que cambies tu manera de ser. Comenzarás tu último año de escuela, pero si para entonces NO cambias, vamos a internarte en un reformatorio y te quedarás ahí hasta los 21 años. — Me dice mi madre con voz firme pero puedo notar en esos ojos azules que me heredo, que le duele.

Niego con la cabeza y trago saliva.

— Ustedes no pueden hacer eso... — Les suelto.

Mi padre me mira furioso.

— Si probamos que eres un drogadicto tenemos todo el derecho del mundo... — Me contesta.

Me volteo, con el estómago en la garganta y corro escaleras arriba hasta mi habitación.

Cuando me encierro en mi cuarto busco por todos lados mi teléfono celular ¿Acaso lo perdí anoche en la fiesta? ¡¿Lo perdí de nuevo?! Tengo ropa y objetos tirados por todos lados. Tiro todas las cosas que están encima mi cama al piso y con ellos cae mi teléfono. Lo tomo, aliviado. Marco el número de Martín, mi mejor amigo.

— ¡Por fin te despiertas bastardo! — Me saluda como siempre.

— ¡Ellos quieren internarme! — Grito.

— ¿Qué? — Pregunta confundido.

Estoy perdiendo la puta paciencia.

— ¡Que quieren encerrarme como si fuera una puta rata!

Martín suspira.

— Primero que todo cálmate, segundo, si, eres una maldita rata y tercero no pueden encerrarte, este año cumpliste tus 18 años. Ya eres mayor de edad.

Se me hace un nudo en la garganta, quiero gritar y romper todo a patadas.

— Me acaban de decir que si ellos prueban que me drogo me internarán hasta los jodidos 21 años.

Martín se queda en silencio.

— ¿Realmente pueden hacer eso? — Pregunta.

Me encojo de hombros consciente de que no puede verme.

— Creo que si. Mierda. Mierda. Mierda. — Espeto sintiéndome acorralado.

— Mira, todos sabemos perfectamente que eres un maldito psicópata... — Me dice con sarcasmo — Pero hasta ahora no los has molestado ¿O si?

— Sólo llego la madrugada. — Contesto.

— ¿Que más dijeron?

— Que le doy un mal ejemplo a Sofía.

Nos quedamos en silencio un segundo.

— Creo que ya es tiempo de cambiar. — Me dice de golpe. — Los dos... tienes tiempo hombre, en una semana comenzaremos la escuela y...

No lo dejo terminar.

— Que te den por el culo. — Contesto y corto.

¿Escuela? Me importa una mierda la escuela. En una semana comenzara y es una maldita perdida de tiempo. No hacen mas que juzgarme. Por eso los trato mal. Y con lo que dijo Martín ¡De ninguna manera! No voy a cambiar. Nadie me obligará a cambiar. Cuando intenten internarme, escaparé y nada ni nadie podrá detenerme.

No sin ella. [1] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora