(65)

11.8K 787 40
                                        

Estoy conduciendo con Ivanna a mi lado. Me esfuerzo por no mirarla mientras tiene toda su atención en su celular.

— No sabía que tenías auto. — Me dice mientras guarda su celular en su bolso.

— Me lo regaló mi padre en mi último cumpleaños.

— Es lindo ¿Cuándo es tu cumpleaños?

La miro fugazmente.

— El 16 de febrero.

— Ah... ya pasó.

— Hace bastante. Pero ahora lo que me importa es tu cumpleaños. — Le digo mientras pongo una mano sobre su pierna y la acaricio.

Se ruboriza por segunda vez en toda la mañana.

— Te gusta ¿No? — Pregunto mientras le regalo una media sonrisa y aprieto su pierna.

— Si. — Admite. — ¿Te cuesta ser cariñoso? — Pregunta en voz baja.

Subo y bajo mi mano a lo largo de su pierna... lo que me gustaría hacerle... no tiene nada que ver con el cariño. Al subir mi mano, rozo mis dedos con su entrepierna. Saco la mano de golpe y largo un suspiro. Si sigo así, tendré que estacionarme y hacerle el amor.

— Contigo no me cuesta. — Le contesto al fin.

Cuando llegamos a mi casa, abro la puerta del garage automático y meto el auto. Bajo y rodeo rápidamente el auto para poder abrirle la puerta a Ivanna.

— Señorita... — Le digo ofreciéndole mi mano.

La toma y baja del auto. De la mano, la llevo casi a los tirones hacia la escalera. Ella intenta estudiar mi casa con la mirada pero no le doy tiempo.

— ¿A dónde vamos?

— A mi cuarto. — Le contesto mirándola intentando parecer calmado.

Estoy nervioso. No se que pensara cuando vea su foto en mi techo. No quiero que se espante pero tampoco quiero ocultarle nada. Cuando estamos en frente de la puerta, nos quedamos parado en frente de ella. No tenía idea de que me iba a costar tanto abrir esta puerta.

Es como si le estuviera dejando ver toda mi locura. Respiro profundo y saco una llave de mi bolsillo. Ella contrae la cara por la molestia. Seguro la situación la pone nerviosa y no la culpo.

— Abre la puerta de una maldita vez, ya nada puede sorprenderme viniendo de tí. — Me dice con dureza.

Si, lo sé. Abro la puerta y prendo la luz. Ella entra primero que yo. Estudia la habitación y su expresión no me dice nada hasta que abre los ojos como platos al posar su vista en la foto que está pegada en mi techo, justo encima de mi cama. Se voltea hacia mí. Tiene una sonrisa desconcertada y confundida.

— ¿Qué carajos es eso? — Pregunta con voz divertida.

¿Acaso le doy gracia? ¿Se está burlando de mí? Yo sigo mirándola con una expresión sería. La sonrisa se le borra cuando poco a poco me voy acordando de quien le saco la foto y a quien le sonríe. "Dame crédito por ser un gran fotógrafo" decía el comentario en Facebook de ese tal Bruno. Eso quiere decir... que le estaba sonriendo a él.

— Nunca me sonríes así ¿Qué tengo que hacer para que lo hagas? — Le pregunto mientras siento como mis ojos se llenan de lágrimas.

— Ey, tranquilo, es sólo una foto. — Contesta como si nada.

Entonces se lo digo.

— Te la saco ese tal Bruno. Yo quiero que me sonrías así, SÓLO A MÍ. — Le digo con dureza.

Se queda callada un segundo.

— Sólo me tomó una foto, nos fuimos de vacaciones juntos y estábamos en la playa....

¡¿Qué?! ¡¿Vacaciones?! ¡Esto tiene que ser una jodida broma! Abro los ojos como platos y siento como de a poco pierdo el control. No puedo creer lo que acabo de escuchar.

— ¡¿Se fueron de vacaciones juntos?! — La interrumpo en voz alta.

Abre la boca para contestarme pero no la dejo decirme nada. Estoy muerto de celos...Y no puedo aguantarlo.

— ¡¡¡NO QUIERO QUE VUELVAS A VERLO!!! — Le grito con fuerza.

La miro y veo que está totalmente roja y con la cara contraída. También está enojada.

— ¡No dejaré de ver a mi mejor amigo por un loco de mierda psicópata de los celos, así que puedes irte a la mierda! ¡¿Sabes qué?! ¡PRIMERO MUERTA! — Me grita con igual intensidad.

Mantengo la mirada de odio y mi respiración se dificulta. Su cara de enojo se convierte en cara de miedo. Yo me le quedo mirando con toda la furia que tengo.... Si... estás aquí... donde nadie puede ayudarte ni escucharte. No debiste gritarme así y mucho menos decirme eso.

Da un paso hacia atrás para alejarse de mí, pero yo la tomo del brazo de golpe. Ni te atrevas a alejarte de mí. Ya estoy cansado de tu puto rechazo. Le aprieto fuerte el brazo para que no intente escapar. Lanza un gemido de dolor, yo cierro la puerta de mi cuarto de una patada y ella se sobresalta con el portazo.

— Suéltame... basta. — Me pide mientras contrae la cara.

No le hago caso y la arrastro hacia las puertas de mi armario. Me quedo parado detrás de ella, siento el perfume de su pelo desde aquí. Me gusta tenerla a mi disposición. La agarro de las caderas con ambas manos y rozo mis labios con el lóbulo de su oreja. Incluso estando enojado con ella logra prender mi excitación.

— ¿Quieres hacerme enojar? — Le pregunto.

Niega con la cabeza repetidas veces.

— ¿Entonces por que me dices cosas tan hirientes?

Espero su respuesta. Toma aire y me contesta.

— Porqué... — Se aclara la garganta. — Porqué no estoy de acuerdo contigo y deberías respetar mi decisión como una persona normal.

Me quedo callado un segundo ¿Acaso aún no te das cuenta de que yo no soy normal? Y nunca lo seré. Lanzo una risa forzada. La tomo del pelo y de un tirón suave hago su cabeza hacia atrás quedando apoyada en mi hombro. Muerdo suavemente su oreja mientras siento que me palpita el miembro. Le bajaría los jeans y las bragas ahora mismo para luego cogerla contra el armario y que se entere quien manda. 

— ¿Persona normal? — Pregunto, irónico.

Su respiración se acelera. La suelto de golpe. Si sigo así, enloquecere. Me corro hacia su lado y ella me mira de reojo. Llegó el momento.

— ¿Crees que una persona normal haría esto?

Alargo mi brazo y abro la puerta del armario. Saqué la ropa para que pueda verlo mejor. Dejo al descubierto todas las fotos que tengo de ella. Se queda petrificada y abre los ojos como platos. Mira detenidamente en las que está tachada, y clavada con dardos y cuchillos. Se le llenan los ojos de lágrimas.

— Dijiste que me amabas... — Balbucea con un hilo de voz.

Sé como responder eso. Voy a hacer sincero.

— A veces te odio tanto que me ciega... Y necesito hacer algo para calmar a la bestia.

No sin ella. [1] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora