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Es inútil. No importa lo que haga. No tiene sentido. Ni siquiera sabe que existo. Un mes. Un puto mes de clases pasó y yo lo único que puedo hacer es mirarla mientras se me cae la baba. Estoy en el baño de hombres de la escuela, luchando por no partirme la cabeza contra la pared. Hace exactamente 3 minutos y 25 segundos pasó caminando por mi lado y ni siquiera se percató de mi presencia. Incluso sus amigas me notan. Me miran con recelo. Julieta, Alex y Mariana me temen. Samanta sólo quiere que me acueste con ella. Sin embargo yo ya no quiero tocar su lastimero culo.

Desde que ví a Ivanna mis sentidos sólo funcionan para ella. Incluso mis emociones. Puedo tener reacciones que pensé que jamás tendría. Como cuando Martín no quiso darme su dirección y yo casi le aplico un puñetazo de no ser por Gastón (Uno de nuestros amigos) que se puso en medio, yo le habría pegado a mi mejor amigo... por ella. Cierro los ojos y recuerdo el momento que pasó hace unos cuantos días.

— ¡Actúas muy raro con esa chica, no te daré una mierda!

Cierro los puños.

— Me importa una mierda tu opinión. Necesito esa dirección o te la sacaré a las patadas.

El entorno sus ojos saltones.

— ¿Qué... acabas de decir? — Susurra.

Gastón me miró de reojo.

— Que... te... sacaré... la dirección... ¡Pateando tu puto culo! — Repito resaltando las palabras.

Él frunce la boca y luego escupe veneno. Ríe con ganas pero la sonrisa no le llega a los ojos.

— Eres ridículo. ¿Acaso piensas que saber dónde vive cambiará algo?

Lo mire con los ojos tan abiertos que amenazaban con salir de mis cuencas oculares.

— Mírate. Eres una persona repugnante y he visto como ella te mira. ¡Te mira con asco! ¡Tú le das asco! — Grita.

Le salto encima antes de que pueda terminar de gritar. No llego a aplicarle un puñetazo en el rostro justo cuando Gastón me abraza por la cintura y me aleja de él.

— ¡Loco de mierda! — Me grita Martín. — ¡No puedo creer que intentarás golpearme por alguien que ni conoces! — Me grita antes de irse a paso ligero.

Intento zafarme del agarre de Gastón he ir a buscarlo pero no me suelta hasta que dejo de luchar.

— ¡Ya suéltame! — Le ordeno con un tirón.

Él me suelta y me mira perplejo.

— ¿Estas loco? ¿Por qué hiciste eso? — Me pregunta.

Le doy a espalda intentando recuperar el aliento.

— Pagará por lo que dijo. — Balbuceo.

Gastón frunce el ceño.

— ¿Acaso alguna vez hablaste con esa chica?... digo como para que te pongas así. — Me pregunta.

Yo cierro los ojos. No quiero escucharlo ni un segundo más.

— Yo me largo. — Espeto antes salir disparado.

Luego de ese día. No hablé con Martín como por dos días hasta que él me mandó un mensaje a mi. Actuaba como si nada hubiera pasado y yo también. Así somos. No volví a mencionar la dirección para no tratar de repetir esa escena pero hoy... por fin hoy se la robaré del celular. Cuando toca la campana, intento respirar hondo para controlarme y salgo en busca de mi amigo.

Cuando entro en el aula, lo veo sentado el asiento contiguo a mi. Siempre impecable y cuando me acerco a él, huele a desodorante. No es como yo. Yo no quiero saber a qué huelo. Me esfuerzo por sonreír y él me devuelve la sonrisa. Me siento a su lado.

— Mugre. — Me saluda.

— Necesito que me prestes algo. — Le digo.

Soy demasiado directo.

— ¿Que?

Trato de disimular.

— Quiero ver los juegos que tienes descargados. Estoy cansado de los míos y también quiero revisar la cuenta de Facebook de Samanta, se enojó conmigo el otro día y me bloqueó.

Él ríe mientras me tira el celular. Yo lo agarro he intento no ser muy obvio cuando lo desbloqueo y abro la bandeja de entrada de los chats. Encuentro el nombre de Sam en el buscador y comienzo a subir en la conversación. Luego de un rato. Lo encuentro.

Ignoro la molesta curiosidad de Sam por saber para que necesita la dirección. "Cállate puta" le hubiera dicho yo. Memorizo la calle y los números de su casa, varias veces para sentirme más seguro. Queda como a 20 cuadras de mi casa. Relativamente cerca. Sé como llegar y sé perfectamente que no me alejaré una vez que me acerque.

Le devuelvo su celular a Martín intentando disimular la ansiedad que tengo. Hoy mismo iré para su casa.

                                 ~•~

El día se pasa más lento de lo que creí. Son maso menos las 5 de la tarde y no aguanto más la ansiedad de que se haga de noche, escabullirme he ir a visitar a Ivanna.

Doy vueltas por toda mi casa hasta que se hacen al rededor las 7 PM. Mi madre se va al mercado como casi todos los días junto con mi pequeña hermana. Antes de irse me lanza una mirada.

— Estas inquieto hoy ¿Pasa algo? — Pregunta.

Niego con la cabeza varias veces.

— Sólo tengo un poco de dolor de cabeza. — Miento.

Ella suaviza su mirada. Me tiende una pastilla blanca y un jugo de naranja.

— Espero que se te pase antes de que llegue tu padre. Sino será doble dolor de cabeza. Vuelvo enseguida.

Asiento y luego me tomo la pastilla. ¿Esto calmará la ansiedad que siento?

Cenamos como a las 9 de la noche. Guardo silencio toda la cena. Cuando logro levantarme, doy la buenas noches y reprimo las ganas de salir corriendo. Cuando estoy en mi cuarto preparo todo para que no se enteren que me fui. Ellos jamás entran a mi habitación y menos al final del día cuando yo me encierro pero es mejor prevenir que lamentar. Dejo todo a oscuras, me visto con una sudadera grande negra y me trepo a mi balcón para luego bajar por la enredadera.

Cuando estoy en el patio noto que ya apagaron todas las luces. Perfecto.

No sin ella. [1] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora