El sonido de la puerta me despierta. Se escucha algo caer al piso y me siento totalmente desorientado.
— ¿Qué caraj...? — Balbuceo levantando la cabeza y entonces lo sé.
Estoy tendido en el sofá, solo, desnudo, con la sábana cubriéndome de la cintura para abajo y con la puerta abierta. Me siento de golpe y miro para todos lados. Sus cosas no están por ningún lado ¡Ella me dejó! ¡Me abandonó! ¡Mierda! ¡Debí cerrar la puerta del gimnasio!
La humillación, la desesperación y la ira recaen sobre mí como una avalancha. Mientras me visto me doy cuenta de que estoy temblando. Ni siquiera me molesto en ponerme mi campera por el frío, tomo mis cosas y me dispongo a salir corriendo detrás de ella para poder detenerla pero freno en seco.
Justo en el marco de la puerta, en el piso hay un teléfono celular tirado. Lo levanto. Es el de Ivanna, lo reconozco. Dejo la llave en donde la encontré y cierro la puerta detrás de mí.
Corro todo lo que puedo para poder encontrarla. Cuando salgo hacia la calle, el viento me pega en el rostro. La busco con la mirada ¡¿Dónde está?! ¡¿Donde mierda está?! Voy corriendo hasta la entrada de la puerta y sólo me encuentro con la entrada de la escuela, totalmente vacía. Miro para todos lados, desesperado pero no la encuentro.
— ¡Mierda! — Grito.
Corro hasta mi auto esperando encontrarla en el camino a su casa. Mientras manejo y reviso las calles me doy cuenta que estoy llorando. Me miro en el espejo retrovisor, tengo la la cara roja, congestionado y mojada por las lágrimas.
Me niego a volver a mirarme al espejo. Me siento patético. Estaciono a unos metros de la casa de Ivanna. Lo suficiente para que no pueda verme. Me retuerzo la manos nervioso mientras largo sollozos ¿Por qué no puedo dejar de llorar? Su abandono me lastimó más de lo que esperaba. Al dejarme sólo, me arrancó el alma.
La casa luce tranquila. No la encontré de camino hacia aquí pero sino llegó, la veré entrar. No estoy seguro de que voy a hacer exactamente pero de que esto no se queda así, eso seguro.
Mi celular suena. Lo tomo desesperado pensando que pueda ser ella quien me llame pero luego recuerdo que yo tengo su celular. Miro la pantalla, es mi madre. Me limpio las lágrimas y me sorbo la nariz esperando que no se note que estoy llorando.
— Mamá. — Contesto sonando lo más normal posible.
— ¡Hijo! ¿Dónde estas? Acabo de pasar por casa para vestir a tu hermana y llevarla a danza y no estabas ahí.
Suspiro.
— Si... perdón que no te avisé. Fui a almorzar con Martín. Es más, ahora vamos a ir elegir un juego de vídeo. — Le miento.
— Eso suena bien hijo... pero no te olvides de avisarme... sabes que me preocupo. — Me contesta con voz dulce.
Contraígo la cara por las ganas de llorar.
— ¿Estas bien? — Me pregunta de golpe. — Te siento algo extraño.
Me muerdo los labios.
— Si mamá, es sólo que acabo de recordar que hoy tengo que ir al gimnasio.
Ella tarda un segundo en contestar.
— Bueno... llegaré tarde. Te aviso por si llegas y no me encuentras. Me quedaré en danza con Sofía. Ya sabes que me quedo a conversar con las madres de sus compañeras.
Asiento consciente de que no puede verme.
— Esta bien. Te veo mas tarde ma, te amo.
— Y yo a ti... — Se despide.
Corto el teléfono y lo tiro al asiento del acompañante ¿Qué carajo voy a hacer ahora? Ella se burló de mi. Se acostó conmigo y luego me abandonó como si fuera un maldito perro. Me invade la ira. Pero sé exactamente que hacer. A mi nadie me usa. Tomo su teléfono celular. Veo que está a punto de apagarse porque no tiene batería y agendo mi número.
— Me las pagarás. — Espeto en voz alta.
Me pongo mi campera. Bajo del auto con su celular en la mano y camino hasta su casa. Intento limpiarme la cara para poder parecer normal y toco la puerta dos veces. Luego de unos segundos de nervios, una mujer abre la puerta. Me asombro un poco. Es muy parecida a Ivanna. Delgada, cabello largo, negro y piel blanca.
— ¿Señora Ramírez?
Ella me sonríe.
— Si ¿Qué necesitas?
— Me llamo Julián. Soy compañero de su hija. — Contesto.
Ella abre mucho los ojos.
— ¿De Páez? — Pregunta inmediatamente.
Me paro en un pie y luego en el otro antes de contestar.
— Si.
No se que piensa de mí luego de lo que pasó con su hija. Vuelve a sonreírme y yo me relajo.
— Pasa. Yo me llamo Julia. — Me invita haciéndose a un lado.
Entro y veo que es una casa bastante común. No es lujosa pero tienen todo lo necesario.
— ¿Quieres un café? ¿A qué se debe tu visita? ¿En que te puedo servir?— Me pregunta ella mientras camina hacia la cocina que está cerca de la puerta de entrada.
— Si, gracias. Ivanna olvidó su celular en mi mochila por accidente y vine a traerselo.
Ella aparece nuevamente junto a mi pero esta vez con un niño de maso menos 2 años en sus brazos.
— ¡No me digas! ¡Mi hija puede ser muy despistada a veces! Aún no llegó, seguro se fue con sus amigas al Shopping. — Me dice despreocupada.
No. No fue al Shopping. Estuvo teniendo sexo conmigo en el sótano de la escuela. Asiento y me invita a pasar al living. Me siento en el sillón y noto que su pequeño hermano no deja de mirarme.
— Se llama Guillermo. Me vuelve loca, que no te confunda su cara de angel. — Me cuenta la madre de Ivanna.
Le sonrío al pequeño que tiene el mismo cabello y piel que su hermana y su madre. Él camina hacia mí y se sube en mi regazo.
— Hola. Me llamo Julián. — Lo saludo con una sonrisa.
Noto una sonrisa debajo de su chupete.
— Creo que le caíste bien. — Me dice animada Julia.
Saco una paleta de mi bolsillo que guardaba para mi hermana y se la doy. Julia siente la pava hervir y se levanta rápidamente. Mi humor mejora gracias al pequeño Guille pero no olvido porque estoy aquí.
Julia vuelve con una bandeja que trae dos cafés y magdalenas con dulce de leche arriba. Es muy amable... No como su hija. Conversamos un rato e incluso siento que me relajo.
— Espero que te gusten las magdalenas, Ivanna las adora. — Me dice.
Yo asiento mientras hago reír a Guille. De pronto siento que la puerta de entrada se abre y vuelve a cerrarse. Me tenso.
— ¡¿Mamá?!...
Es ella. Por fin.

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No sin ella. [1] (BILOGIA)
RomanceJulián es un joven de 18 años, problemático, con problemas de ira e higiene debido a traumas de la infancia. En su último año de secundaria se encuentra totalmente perdido y sin dirección debido a drogas y alcohol. Todo lo que tiene es el sustento d...