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— ¡Debes prepararte para tu próximo examen psicológico y luego podrás irte! — Me grita el oficial Daniel Dember.

Su compañero Mariano Pérez está junto a él. Y ambos me miran con mirada dura. No me importa.

— Ya dije que no me iré hasta que la vea.

— ¡No puedo lidiar con este mocoso! — Grita el oficial Dember mientras se va a paso acelerado.

Lo miro con cara de asco mientras se va. Gordo de mierda. Su compañero, alto, calvo y cuerpudo me observa detenidamente.

— ¿Que? — Le pregunto al ver que no me quita la mirada de encima.

— Si hago que la chica venga ¿Prometes obedecer de una vez? — Me pregunta.

Asiento sin pensarlo. Él suspira.

— El oficial Dember habló con sus padres. Debe venir a declarar hoy cuando le den el alta. Déjamelo a mi y podrás hablar con ella... pero sólo unos minutos.

Se me iluminan los ojos.

— Esperaré aquí. — Le contesto.

                           ~•~

Creo que ya es de tarde. La comida es una mierda en la comisaría. Me duele todo y estoy molesto. El oficial Pérez entra y yo me quedo donde estoy.

— Ivanna está aquí. — Me dice.

Doy un respingo. Me levanto, me da un tirón en la espalda pero lo ignoro.

— ¡¿Donde?!

— Está hablando con el oficial Dember. Hable y convencí a mi compañero de que intente meter a Ivanna aquí.

Me quedo callado esperando el momento para verla pero el oficial Pérez tiene más para decir.

— Sólo podrás verla unos minutos. Pero debes prometer algo. — Me pide.

Lo miro ¿Qué?

— Necesito que prometas que te comportaras y que no harás ninguna estupidez. De otra forma jamás volveré a hacerte ningún favor.

Me quedo mirando al piso un segundo y luego clavo la mirada en el oficial.

— Lo prometo. — Miento.

                               ~•~

Un policía me esposa y me saca a los empujones de mi celda. Lo miro con cara de asco. Caminamos hasta una puerta de acero y antes de abrirla me da una advertencia.

— Tienes sólo 10 minutos. Ni uno más.

Le devuelvo una mirada neutra. La mantengo. Al parecer le incomoda porque mira al piso y luego abre la puerta que está cerrada con llave. De un golpe seco, la puerta está abierta y me mete a los empujónes. No le rompo la cara porque no me conviene. Me sienta en la silla con brusquedad. Vuelvo mis manos puños pero me contengo. Observo la habitación. Amplia, larga y justo en medio una cerca de acero que tiene el mismo alto que una mesa común y corriente. Y luego un vidrio que llega hasta el techo, impidiendo el contacto con la gente del otro lado. Hay tres sillas y un teléfono para cada una. Claro... como visitar a alguien en la carcel.

Veo de reojo que el policia hace señas a través del vidrio y luego toma el teléfono.

— ¿Se encuentra bien señorita? — Pregunta a alguien en el teléfono.

¡Ivanna está aquí! Mantengo la mirada gacha. No puedo mirarla aún o voy a perder el poco control que me queda.

— Okey, sabe que si desea salir sólo toque el botón — Señala algo. — La vendremos a buscar y se podrá ir.

¿Qué? ¿Cuál botón? Cuelga el teléfono y luego se acerca a mi oído mientras me saca las esposas.

— Te recuerdo nuevamente que sólo tienes 10 minutos. Donde hagas algo estúpido terminarán los beneficios para tí. — Me dice en voz baja.

Que te den por el culo. El policía se va y al segundo en el que se cierra la puerta levanto la mirada de golpe... Y ahí está ella. La cara tan pálida que incluso me parece traslucida, cansada e incluso tiene ojeras, pero nada de eso hace que deje de parecerme la visión más hermosa que vi en mi vida.

Agarro el teléfono de golpe y me lo apoyo en el oido. No puedo aguantar ni un segundo más sin sentir su voz. Ella tiembla mientras mira el teléfono sobre la mesa. Lo agarra despacio y luego se lo lleva al oído lentamente. Mi respiración se vuelve agitada de los nervios. Cierra los ojos, intenta respirar hondo y ni siquiera me mira... eso hace que me ponga ansioso.

— ¿Qué puedo decir? Perdí el control...— Le digo rompiendo el silencio entre nosotros.

Es cierto que perdí el control pero moleria a golpes nuevamente a cualquiera que intente besarla. No me arrepiento en lo absoluto y al ver un pequeño gesto en su rostro de disgusto creo que eso no le agrada. No me responde nada.

— ¿Por qué no me hablas? ¿Por qué no me miras? — Pregunto impaciente.

— Sólo dime lo que tengas que decir y luego me iré... — Balbucea ignorando lo que le dije.

Me hiere y la observo con detenimiento en silencio. Un paf, esas cosas que usan los asmáticos, se asoma por el bolsillo de su campera. Seguramente tuvo un ataque de asma y por eso se desmayó en mis brazos. Me preocupa haberla perjudicado pero no tenia idea.

— No sabía que tenías asma. — Le digo en tono bajo y preocupado.

Ella me mira por primera vez desde que entró aquí y su mirada es una patada en el estómago. La ira y el dolor se reflejan en el.

— ¡Mi asma volvió por tu culpa, maldito loco de mierda! — Me grita.

Me araño la pierna por encima del jean. Me agarra desprevenido y es como un chorro de agua helada ¡¿Su asma volvió por mi culpa?! Busco palabras... pero no se que decir. Esa jamás fue mi intención. Mis deseos son protegerla, no hacerle daño.

— Ivanna... perdóname... yo jamás tuve esa intención...

Ignora completamente mi disculpa, como si escucharme fuese peor que me arrepienta por haberla dañado sin intención alguna.

— ¡Ivanna nada! Ya habla de una puta vez, quiero irme a descansar a casa. — Me ordena.

Su voz es áspera. Como si no me soportara y me mira como si fuese un maldito trastornado que lo único que hizo fue arruinar su vida... esto no lo voy a permitir.

¡Las cosas no son como tú piensas!

No sin ella. [1] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora