(27)

14.6K 970 32
                                    

Salgo del patio trasero de la casa de Ivanna. Ni siquiera me molesto en dejar la puerta cerrada. No me importa nada. Corro lo más rápido que puedo, como si un demonio me estuviera persiguiendo. Como si acabara de hacer algo extremadamente malo.

Cuando siento que estoy lo suficientemente lejos de su casa, freno. Me apoyo en un árbol, tratando de recuperar el aliento. Me agarro la cabeza ¡Dios! ¡Nada cambió! ¡Estoy incluso más enfermo de lo que me fui! Sólo me bastó volver a verla para saberlo. Las ganas de llorar aparecen y eso sólo me hace enojar. Me pego una bofetada para controlarme.

— ¡No llores maricon!

Respiro hondo e intento recuperar la compostura. No se que mierda voy a hacer ahora ¿Cómo me controlaré cuando la tenga en frente? Si con tan sólo verla me derrito como una vela.

Camino hacia la escuela en busca de mis módulos. No tengo idea de cuanto tiempo llevo dando vueltas en la calle. Entro y me encuentro con mi directora.

— Te ves diferente Julián. Me alegro mucho que estés de vuelta. — Me saluda

— Si... yo también. — Miento.

Me lleva a su oficina y espero afuera mientras busca los módulos. Ni siquiera tengo la fuerza para disimular mi cara de frustración. Lo peor de todo, es que ya no puede esconderme detrás de mi cabello largo. Tengo que dar la cara y no hay vuelta atrás.

La directora me distrae de mis pensamientos. Sale de su oficina y me da dos carpetas. Una negra y otra roja. No tienen muchas hojas. Pensé que sería mucho peor.

— Muy bien . Estos son los famosos módulos. Ya sabes lo que tienes que hacer. Por cualquier duda que tengas, búscame a mi. — Me dice la directora.

Yo le sonrío. Siempre tan amable. Ella me mira detenidamente y se cruza de brazos.

— Que me parta un rayo. Mira ese rostro de angel que escondías detrás de esa maraña rubia. Espero que no valla a causarme problemas. — Balbucea.

No puedo evitar reírme. Detrás de esta cara de niño bonito, solo hay un agujero negro... totalmente vacío.

— No se preocupe, me comportare. — La tranquilizo.

Charlamos un poco más sobre el tema de los módulos, los próximos exámenes y luego me voy. Aún es demasiado temprano para volver a casa. Así que me voy a una plaza cercana y me recuesto en el pasto. Por suerte es un día soleado. No quiero dejar fluir mis pensamientos. Porque sino sólo pensaré en ella. Tanto sufrimiento para nada. Tengo muchas ganas de llorar pero me niego a hacerlo. Cierro los ojos con fuerza ¿Por qué esto es tan difícil?

                              ~•~

Despierto con el sonido del despertador ¿Qué? ¿Que hora es? Miro el reloj ¡Las 6:30! ¡Carajo! Llegaré a tarde a la escuela. Me pongo rápidamente unos jeans negros, mis zapatillas abotinadas negras. Me falta una remera y una chaqueta. Busco en los cajones. Mamá tiró todas mis remeras y no tengo tiempo para elegir otra de las nuevas. Tomo una bordó, al azar y me la pongo rápidamente. Agarró mi chaqueta gris y salgo disparado hacia las escaleras.

Al parecer mamá también se quedó dormida porque camina a toda prisa e intenta peinar a mi hermana mientras prepara café. Tomo una manzana del refrigerador.

— Quédate a tomar un café. — Me pide mamá.

— No puedo, llegaré tarde a la escuela. — Le contesto.

— No. No lo harás. Además tranquilo... Es tu segundo día.

La miro. No tiene idea de que ayer no fui. Toma su bolso y saca un manojo de llaves con una calavera de llavero colgando. No puede ser... Me le quedo mirando totalmente petrificado.

En mi último cumpleaños número 18 mis padres me compraron un auto. Un hermoso Renault Logan negro. Saque mi permiso y todo estaba muy bien. Pero como siempre tuve que cagarla. El fin de semana siguiente, me emborrache con mis amigos y nos agarro la policía. Desde entonces me quitaron el auto y lo dejaron haciendo polvo en casa de mis tíos.

— Tu padre pensó que sería buena idea. Está en el garage. Ahora siéntate a desayunar. — Sigue hablando mamá mientras me entrega la llave.

Se me iluminan los ojos. Voy hasta donde está y la beso en la cachete.

— ¡Muchas gracias! — Le digo mientras guardo mis llaves y me siento a tomar mi café.

Luego de despedirme de mi madre y mi hermana voy corriendo hasta el garage.

— ¡Ten cuidado hijo! ¡Maneja despacio! — Grita mi madre desde la cocina.

Conduzco hasta la escuela. Ya me había olvidado lo bien que se sentía conducir. Llego a la escuela muy rápido. Dejo mi auto estacionado y voy hacia la escuela.

Cuando entro me doy cuenta de lo nervioso que estoy. Ya casi todos entraron a sus salones... Incluso estoy sudando. Me quito la chaqueta quedando sólo en musculosa y la guardo en mi mochila. Veo la puerta de mi aula abierta. En el salón todos aun se están sentando. Intento mantener la compostura lo mejor que puedo.

— Buenos días a todos... — La profesora me mira. — Y bienvenido a ti que hace tanto que no te veo... — Me saluda.

— Buenos días profe... Cuanto tiempo ¿no? — Le devuelvo el saludo.

La profesora me saluda con una sonrisa amable y un meneo de cabeza.

— Buenos días, Julián. — La profe pone los ojos en blanco.

A mis amigos se les ilumina la cara y tienen una sonrisa deslumbrante.

Incluso puedo sentir la mirada de mosca muerta de Samanta junto con el resto del curso que me mira con asombro. Eso no me interesa en lo absoluto. Nada de todas estas miradas causan algo en mi... sólo una.

Y entonces puedo sentirlo. Sentirlo en todo mi puto cuerpo. Sus ojos negros encima de mí, encima de todo mi ser. Y me desarma completamente. Todo dentro de mí se encuentra roto por esa chica que me está mirando en este momento.

No sin ella. [1] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora