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Camino a toda prisa hacia la escuela. Ignoro a mis amigos. Me cruzo a Sam que intenta hablar conmigo pero la ignoro. No puedo escuchar nada. Estoy segado por la ira. Voy directamente al baño. Cuando llego cierro de un puertazo y camino rápidamente sin detenerme hasta llegar a la fría pared y quedar con mis manos y mi frente apoyado en ella.

Me quedo así un momento hasta recuperar el aliento y la poca cordura que tengo. Lentamente me doy la vuelta hasta quedar con mi espalda apoyada en la pared y lentamente me deslizo hasta quedar sentado en el suelo. Estoy avergonzado de mi mismo. ¿En qué me ha convertido esta chica? Ni siquiera la conozco, sólo hable con ella una vez. Ni siquiera me mira. No me registra y sin embargo mi humor y felicidad cambian con una sola mirada de ella.

Contraigo el rostro con furia ¡A la mierda esto! Me levanto del suelo rápidamente y voy hacia el lavabo. Abro el grifo y me lavo las manos con nerviosismo. Ninguna mujer controlará mi vida y menos alguien que ni siquiera me mira.

Me miro las manos debajo del chorro de agua un segundo y luego las convierto en puños. ¡Maldita Ivanna! ¡¿Por que mierda no puedo tenerte?!

A la mierda todo. Intento recobrar la compostura pero siento como si tuviera rocas en la espalda y mis pies estuvieran pegados en el suelo. Cierro los ojos con fuerza e intento respirar hondo. Podría matarlo... podría matar a Lucían... Y tambien podría matarla a ella.

Lanzo un gruñido y luego salgo caminando del baño. Camino por el pasillo de la escuela hacia ninguna dirección. Necesito controlarme ¿Cuándo fue la última ves que perdí tanto el control?

— ¡Hey Julián! — Siento detrás de mi.

Me volteo de golpe, aturdido.

— ¿Acaso no me escuchas cuando te hablo?

Parpadeo. Una menuda pelirroja con jeans apretados y remera rosa corta que deja ver su ombligo me mira expectante.

— Sam. — Balbuceo.

Ella me sonríe, el rosa de sus labios me dicen que se maquilló para mi. Tan coqueta. Le devuelvo la sonrisa mientras empujo mi cabello hacia atrás.

— Eres un maleducado. Pasaste por mi lado y ni siquiera me saludaste. — Me dice mientras se acerca pavoneandose.

Pongo los ojos en blanco. Sé lo que quiere, voy a dárselo. Necesito distraerme.

— Es que iba muy apurado a un lugar secreto... ¿Quieres venir conmigo y conocerlo?  — Pregunto fingiendo misterio mientras asiente.

Tomo a Sam de la mano y camino con ella hasta la salida. Ella me sigue riéndose. Caminamos hasta el gimnasio vacío y luego, entre besos bajamos las escaleras hasta el sótano que siempre el señor de mantenimiento deja abierto. Cierro la puerta detrás de nosotros. Me corro el pelo de la cara y luego la tomo del pelo y la sigo besando. Le meto la lengua y con mi mano le toco el culo. Lo suficiente para que se me pare. Ella me lanza los brazos al cuello. Muy bien, suficientes besos. La volteo de golpe. Ella lanza una risita.

— Quédate quieta, te voy a coger. — Le suelto en un susurro cerca de su oído.

— Que no sea la última vez... — Contesta jadeante.

Ella asiente mientras lanza un gemido. Desde atrás, le desabrocho el pantalón. Me quito la camisa por arriba y luego le bajo el pantalón hasta las rodillas. Tiene puesta una tanga roja que no le durará mucho. Saco un preservativo de mi bolsillo. Hace tiempo lo tengo en los Jeans. Sólo por las duda y por fin lo usaré. No es la primera vez que me acuesto con Sam e incluso después de varias veces reconozco que me atrae mucho, pero admito que si vuelvo a hacerlo, es sólo porque puedo.

Le bajo la tanga y luego me desabrocho el pantalón. Me deslizo el preservativo por el miembro y luego, sin preguntarle, la penetro. Cierro los ojos y ella grita. La agarro con una mano del culo y con la otra del hombro. Mientras me la estoy cogiendo no quiero pensar. No quiero volver a sentir sentimientos. Sólo necesito distraerme por unos insignificantes minutos de todos los malditos problemas que tengo. Mi nerviosismo, ira e impaciencia. Mi carrera. Mis planes a futuro, no tengo absolutamente nada. Mis amigos, mi familia... el maldito Lucían... y ella.

                                 ~•~

Una semana... Es viernes y mi mente ya no funciona. Sólo quiero salir de esta maldita escuela. Esta semana fue de exámenes y absolutamente fracasé en todos. Me duele el pecho con sólo ponerme a pensar y ver mi situación. Mis padres no cambiaron de opinión con respecto al internado y se acercan las vacaciones de invierno. De tan sólo pensarlo, se me cae el alma a los pies.

El profesor me deja el examen en frente de mi y yo suspiro mientras miro el papel lleno de preguntas que no entiendo. Sin responder ninguna, me levanto de la silla, y me acerco hasta el profesor. El profe de Historia levanta la mirada y parpadea.

— Ya terminé. — Le digo.

Levanta las cejas cuando mira la hoja en blanco.

— Espero te pongas a estudiar a tiempo... Sabes cual es el resultado de todo esto. — Me contesta.

Fuerzo una sonrisa pícara y vuelvo a mi asiento. Hasta que mis amigos entregan sus exámenes me dedico a mirar a Ivanna. No levanta la mirada de su hoja. Escribe sin detenerse mientras su largo cabello cae por su cara y la esconde. Aparto la mirada. Tengo que sacar a esta chica de mi mente.

Comienzo a molestar a Martín y Bruno. Hago bollos y aviones de papel. No nos importa crear desastre o gritar en frente de todos, además necesito distraerme. El profesor retira el resto de las hojas mientras me llama la atención y yo sigo con mis juegos.

— ¡¿Puedes sentarte de una buena vez por favor?! — Me grita el profesor

— Muerdame — Le contesto cruzando los brazos.

Él pone los ojos en blanco.

— Dios santo, eres un mal educado, tú y tus amigos ¿Lo sabes? — Contraataca con voz sería.

— Creo que si. — Me encojo de hombros mientras le saco la lengua.

Mis amigos ríen al verme contestandole así. Por lo menos tengo quien me apoye. Luego de unos minutos el profesor se da por vencido. Yo sigo paseándome por el aula mientras él se queda callado y se va a su mesa. Sigo con mis bollitos de papel y aviones.

Martín intenta saltarme encima cuando unos de los bollitos de papel aterriza en la cabeza de Alexa. Estallo en risa junto con mis amigos mientras la cara de Alex se vuelve carmesí.

— ¡¿Puedes callarte de una puta vez?! — Me gritan.

Abro los ojos como platos. Volteo la cabeza y miro en dirección de donde vino ese grito. Palidezco, se me borra de a poco la sonrisa y se me cae cae el avión de papel de la manos.

Ivanna me mira con ojos furiosos, llenos de asco.

— ¡Eres muy molesto, mal educado e inmaduro! Cállate por favor y deja de gritar que me duele la cabeza ¡No soporto tu voz! — Me exclama.

Me mira por última vez y luego aparta la mirada de mi. Yo de a poco voy callendo en mi silla. Sin dejar de mirarla, siento como sube el calor a mi rostro y como los ojos se me llenan de lágrimas.

No sin ella. [1] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora