(24)

14.8K 967 80
                                        

25 de Junio del 2015.

Estoy corriendo en la cinta del gimnasio. Me siento nervioso y esto me sirve para largar la tensión. Una ves que termino mi rutina en el gimnasio, me ducho y me visto para ir a ver a mi loquero.

Me miro al espejo y veo un gran cambio desde que llegué aquí. La gimnasia constante hace que se me marquen los músculos y subí bastante de peso, voy a mantenerlo así luego de irme de aquí. Tengo la cara limpia y mis ojos azules se ven sin ojeras por primera vez en mucho tiempo.  El pelo corto y prolijamente cortado me realza el rostro. Me gusta lo que veo. 

Entro al consultorio de mi loquero, el doctor Moreno me sonríe. Estoy realmente ansioso. Hoy me confirmaran si me dan el alta.

— Llegaste antes. — Me dice.

Asiento con una media sonrisa.

— Bueno. Primero para empezar te voy a enseñar algunas tácticas para que puedas calmar tu mente en los casos que sientas que pueda haber riesgo de una posible recaída.

Asiento. Estoy listo, puedo con esto. Me enseña técnicas de respiración, a relajarme con el valor y poner la cabeza entre las piernas para contrarrestar la ira.

— Antes de decirte nuestra decisión, necesito que me hables de algunos temas. — Me dice.

Aquí es donde se viene la parte difícil.

— ¿Qué tipo de temas? — Pregunto haciéndome el desentendido.

— Comencemos con tu padre.

Intento controlar la respiración. Bueno por lo menos el tema de papá es algo que ahora puedo manejar gracias a la terapia. 

— ¿Cómo crees que fluirá su relación con él si es que vuelves a casa?

— Creo que intentaremos formar una relación. No estoy seguro si sea un vínculo fuerte de padre e hijo pero por lo menos algo en lo que... esté el respeto.

Se queda callado un segundo.

— Bien dicho. Ahora... el tema de tu higiene y el cabello ¿Sientes que ya lo tienes resuelto?

No. Aún siento que me afecta. Ahora no se como alejar a la gente mala e interesada. Aunque me agrada mi nuevo aspecto...

— Si. — Por lo menos lo de la higiene es cierto.

— ¿Estas seguro?

— Si. Es fácil mantener mi higiene ahora... olvido de cortarme el cabello pero sólo es costumbre. — Fuerzo una sonrisa pero la verdad es que me pone nervioso saber que ahora, no me veo tan intimidante.

Él me devuelve la sonrisa pero me mira fijo. Espero no sospeche de mí.

— Mantenlo así... luces bien. Y no sólo lo digo yo. Tienes a muchas enfermeras voluntarias bastante enamoradas. — Me cuenta mientras intenta no reír.

Me ruborizo e intento hacerme el desentendido. Las enfermeras voluntarias son estudiantes de enfermería que vienen a hacer sus prácticas aquí. Pude notar a algunas sonriéndome y otras aleteando sus pestañas maquilladas de más, cada vez que pasan por mi lado y me miran. Para la mala suerte de todas, yo tengo ojos para una sola mujer.

El doctor al ver que permanezco callado, decide continuar con la sesión.

— Muy bien... Ahora quiero preguntarte sobre Ivanna Ramírez.

Me esfuerzo por no dar un respingo. Siento que se me aceleran el pulso, un escalofrío me recorre la espalda y me pica el cuero cabelludo. Me quedo callado. Es como si me hubiera mencionado a alguien que acabo de asesinar.

— ¿Sientes incomodidad cuando te nombro a la señorita Ramírez? — Pregunta.

Si.

— No.

— ¿Qué sientes?

Todo.

— Nada... sólo me gustaría saber cómo está. Estoy arrepentido por lo que le hice.

Si pudiera volver en el tiempo, lo volvería a hacer. La adoro con toda mi oscura y profunda alma. Pero mi cara no demuestra mis emociones y parece creerme.

— Ella esta bien Julián. Tu padre le pago asistencia psicológica.

Siento cosquillas en el cuerpo y ansias por volver. Eso me alegra, no tendrá miedo de mí cuando vuelva. Será más sencillo tenerla cerca. La idea me pone ansioso y eufórico.

— Bueno entonces ya no tengo nada que preguntar. Sólo quiero seguir adelante y olvidarlo todo. — Miento.

— ¿Qué sientes cuando mentalizas su rostro en tu mente?

El doctor insiste con Ivanna y a mi me cuesta controlarme y mucho menos con esa maldita pregunta.

Pongo su rostro en mi mente y me muerdo la carne del labio desde dentro de la boca tratando de controlar mis sentimientos. La veo en mi cabeza y sé que es la chica más hermosa que jamás había visto. Amo su sonrísa, su piel que no se siente como ninguna otra. Amo sus ojos negros, que traen ese tipo de mirada que te marca de por vida, que son del mismo color de su cabello, lacio y suave. Amo sus mejillas y como se ponen gorditas al fruncir el ceño. Adoro cada milésima parte de su ser. Carajo... Me vuelve loco todo de ella.

— Siento que es una chica linda. — La mayor mentira que dije en mi vida y me avergüenzo de decirlo.

— ¿Ya no sientes que estas enamorado? — Pregunta nuevamente.

¿Enamorado? Incluso cuando ya me había perdido en sus ojos y no sabía lo que era amar... estaba profundamente enamorado y cada segundo que pasa, estoy mas enfermo de amor. Me desquicia la simple idea de volver a cruzarme con esa mirada.

— Ya no. — Sentencio con una mentira incluso peor.

Por un momento me siento culpable en parte. El médico me mira con una pizca de orgullo en sus ojos y yo en realidad le estoy mintiendo. Es cierto que me ayudó muchísimo pero mi problema con Ivanna dudo que tenga una solución.

— ¡Bueno, entonces es buen momento para decirte podrás a volver a tu casa! El trámite del alta lleva tiempo pero creemos que para cuando lleguen las vacaciones de invierno ya estarás en tu casa. — Me anuncia.

Se me iluminan los ojos. El recuerdo de Ivanna hizo que mi corazón de un vuelco pero no puedo demostrarlo ¡Además son buenas noticias!

— ¡¿En serio?! ¡Muchísimas gracias! — Le contesto intentando no alzar la voz.

— En el tiempo que te queda reduciremos la medicación de a poco y tomaremos sólo una sesión por semana hasta que te vayas. Pero por suerte, ya estás listo para irte.

Le sonrío y luego de una corta charla contándole mis planes para cuando vuelva a casa, me voy a mi habitación. Me acuesto y miro al techo.

Las lágrimas caen en la almohada. Ya no puedo pedir antidepresivos. Intento crear algo bonito en mi mente. Cierro los ojos y sólo la veo a ella ¿Qué podría hacer si estuviera aquí conmigo?... poner sus pies en mi regazo y darle un masaje tal vez.

Cepillar su largo cabello es algo que siempre quise hacer. Cuando entré a su habitación y sentí su perfume, casi pierdo el control. Las cosas que podría hacer con su cuerpo desnudo... No quiero ir por ahi o tendré un ataque... Me tapo la cara con ambas manos pensando que incluso su cabello, sus manos y pies me vuelven loco.

Pero nadie debe saber que estoy loco.

No sin ella. [1] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora