(83) Fin de la quinta parte. CIERRE DEL CAPITULO 1.

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De repente estaba loco. Hundido en una ira que jamás había sentido antes e invadido con una locura asesina. Apreto el acelerador. Con un puño golpeo el volante y con mi otro antebrazo seco bruscamente las lágrimas que caen y cubren toda mi cara. Los sollozos y gruñidos salen involuntariamente de mí.

Mi celular suena. Lo tomo esperanzado de que sea ella... pero el nombre de mi mejor amigo ilumina la pantalla. Lo ignoro.

Acelero más. Doblo en la siguiente curva. Paso de largo mi casa. No puedo parar, me niego a parar.

Noto con indiferencia que la gente que esta parada en las aceras me miran cuando paso con una pizca de horror en sus ojos. No es la primera vez que me miran así. Incluso mi familia ... y mi padre.

Me paso un semáforo en rojo. El puto celular vuelve a sonar. Lo tomo desesperado porque su nombre aparezca en la pantalla. Un maldito milagro. Algo... lo que sea. Pero no. Es mi mejor amigo de nuevo. Me muerdo los labios tan fuerte que si me saliera sangre no me sorprendería.

Me estaciono bruscamente y freno en seco. Atiendo su llamado y lo pongo en alta voz.

— ¡¿Qué mierda quieres Martín?! — Grito al celular.

— ¡¿Qué mierda te pasa Julián?! ¡¿Como pudiste irte de esa manera?! — Me grita desde el otro lado.

Entre lágrimas y sollozos mis nervios saltan.

— ¡Ella me dijo que NO! ¡Ni siquiera me miro a los ojos, esa maldita cobarde! — Grito al celular.

Martín guarda silencio durante unos segundos.

— No debiste pedirle matrimonio... ¿Dónde estas socio? Déjame ir para allá. — Me dice con voz dura.

— No quiero ver a nadie, quiero estar solo.

— No puedes estar solo. — Suspira cansado. — Amigo debes dejarla ir... superarlo. No puedes estar así toda tu vida.

Me quedo petrificado. Odio cuando me habla de esa maldita manera. Me tomo la cabeza con ambas manos.

— No... — Susurro a la nada.

— Mierda Julián, no quiero decirte esto por teléfono. Dime donde carajo estas. — Me sigue diciendo Martín.

Continuo llorando, la angustia no se detiene. Esa sensación de desesperación que sentía en el hospital... esta volviendo. Golpeo mi cabeza dos veces entre gruñidos y me abro la camisa de un golpe, rompiendo todos los botones.

— ¿Julián? ¿Qué mierda esta pasando ahí? Amigo no cometas ninguna locura. — Me continúa hablando Martín en el teléfono.

Alargo la mano, le corto y luego apago el celular. No quiero hablar con nadie ni ver a nadie. Pongo la cabeza entre las rodillas y respiro profundamente varias veces. Un truco que me enseñó mi psiquiatra para poder recobrar la compostura, luego de no se cuanto tiempo, palpo mi bolsillo y lo siento.

Sigue ahí. Si pasó, si lo hice y ella me dijo que NO. Saco la cajita de terciopelo roja mientras la mano me tiembla. La abro. Miro el anillo y me lo imagino en su mano. Las putas lágrimas siguen saliendo.

En un ataque de irá tiro la caja con el anillo al asiento del acompañante con furia y golpeo el volante repetidas veces mientras grito con todas mis fuerzas.

— ¡¡Maldita seas Ivanna!!

Luego de esto, arranco el auto de nuevo y me dirijo al almacén más cercano. Freno en seco al primero que veo.

Cuando entro sólo hay una joven aparentemente de mi edad en la caja registradora. Cuando levanta la mirada hacia mi, se queda atónita. La ignoro pero luego entiendo su expresión cuando me veo reflejado en el vidrio de la heladera. Camisa totalmente desprendida dejando todo mi abdomen al desnudo sin contar que mi cara y mis manos están rojas. Saco 3 cervezas de litro de la heladera y voy a pagarlas. Le sonrío a la joven de manera provocativa para que me las venda. Ella se sonroja e intenta esconder su mirada detrás de su flequillo mientras oprime una sonrisa. Es ridícula. Como todas.

No sin ella. [1] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora