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Miro por entre las rejas de mi celda. Saldré de esto, aun soy menor de edad y tienen que dejarme ir. No se cuanto tiempo llevo aquí pero lo único que quiero, es ver a Ivanna.

Admito que jamás había llorado tanto como ahora. Ni siquiera cuando mi abuelo enfermó. El rechazo y el miedo en sus ojos congelaron el tiempo y ahora sólo puedo pensar en eso.

Esta celda es fría y estoy comenzando a angustiarme de nuevo. Niego con la cabeza mientras cierro los ojos con fuerza. No quiero llorar, carajo.

— ¡Julián! — Me grita una voz femenina.

Levanto la cabeza y mamá me mira con ojos preocupados por detrás de las rejas. Al borde de las lágrimas corro e intento abrazarla por entre medio de las rejas.

— ¡Estas helado! ¡Hijo por Dios! — Exclama.

— ¿Cuándo me van a dejar salir? — Pregunto angustiado.

— ¡No sé como mierda voy a sacarte de esto! — Me grita mi padre mientras camina hacia mi celda.

— Cálmate Ricardo. — Le pide mamá.

— No, Gloria. — Él la fulmina con la mirada mientras niega con la cabeza repetidas veces.

Está demasiado furioso. A mamá se le contrae la cara, al borde de las lágrimas y a él se le suaviza la mirada.

— ¡Mira lo que le haces a tu madre! ¡Eres una desgracia! — Me grita mientras toma a mamá de los hombros en un intento por consolarla.

Yo miro al piso conteniendo las ganas de traspasar las rejas y golpearlo en la cara.

— ¿Cuándo me van a dejar salir de aquí? — Pregunto nuevamente.

Mamá me agarra de las manos y mira a mi padre.

— La familia del muchacho que agrediste te acaba de denunciar. — Me explica. — Lo mandaste al hospital Julián. Con una nariz rota, una contusión en la cabeza que casi le parte el cráneo a la mitad y tres putos dedos quebrados. — Papá se agarra la cabeza y luego se afloja la corbata del traje de trabajo.

— ¡¿Por qué mierda le pegaste así?! ¡Quieren hacerlo pasar como tentativa de homicidio! ¡¿Sabes en donde terminarás?! ¡En un reformatorio hasta los 21! — Vuelve a gritarme.

Yo niego con la cabeza. Esto no puede ser.

— Julián... ¿Quién era la chica? — Pregunta mamá. 

¡Ivanna!

— Mi novia. — Contesto casi de inmediato.

Mamá me mira con los ojos abiertos como platos y papá luce perplejo como si les hubiera dicho que estoy embarazado.

— ¿Tu novia? — Pregunta en voz baja.

Asiento varias veces.

— Y ella te estaba engañando. — Deduce mi padre.

— ¡No! — Grito de inmediato. — Lucían estaba tratando de conquistarla y yo la defendí.

— Me parece que se te fue un poco la mano.— Contesta papá que no se traga nada de lo que le estoy diciendo.

— ¿Cómo esta ella? — Pregunto.

— Tuvo un ataque de asma creo... llamaré a su madre cuando salga de acá. — Me dice mamá con aire avergonzado.

— ¿Pero está bien?

Asienten con la cabeza. El alivio me invade que hasta siento que se me afloja todo el cuerpo.

— Yo me reuniré con su padre. No se si sabías pero es mi empleado, aunque eso no servirá de nada si quieren demandarte por daños.

Trago saliva. Ivanna no me haría eso... Un policía entra y anuncia que ya se nos acabo el tiempo.

— Mandaré un abogado, pero mientras tanto seguirás aquí. Hasta que el fiscal vea que hacer contigo.

Yo niego con la cabeza. Esto no puede estar pasando. ¡Tienen que dejarme salir!

                               ~•~

Me hacen pasar a una sala donde hay espejos y una mesa con dos sillas. El abogado llega y me explican que tengo que hacerme un estudio físico y psicológico. Me pide que le cuente lo que pasó. Invento la historia de que sólo iba caminando, cuando vi a Lucían propasandose con Ivanna y la defendí. Luego de eso le comunico que no hablaré con nadie mas hasta que hable con Ivanna.

El abogado parece creerme pero tiene poca paciencia. Me dice que intentara traer a Ivanna pero primero tengo que hacer pruebas con psicólogos y psiquiatras. Lo hago... con tal de verla.

Esto es largo y aburrido. Vuelvo a mi celda y simplemente espero. ¿Por qué mis padres aún no me sacaron de aquí? Hace frío y tengo hambre.

Luego de una larga espera me avisan que mi abogado quiere verme para comunicarme que harán conmigo. Vuelvo a pasar a esa habitación con una mesa y espejos. Estoy cansado y me duele la espalda de dormir en el camastro de la celda. El abogado entra y cuando se sienta me mira con cara sería.

— Habla de una vez. — Le pido.

— Tus estudios psicológicos... y psiquiátricos no salieron... del todo bien. — Me dice mientras mira unos papeles.

Lo miro perplejo ¿De qué estas hablando? Quiero volver a casa.

— Tuve que llegar a un acuerdo con el fiscal para que no te manden a un reformatorio.

Lo miro aun sorprendido.

— ¿Qué clase de acuerdo?

Me mira y se quita los lentes.

— Tendremos que internarte en un centro de salud mental ... allí te ayudarán a poner tus ideas en orden...

— Un maldito manicomio. — Lo interrumpo.

Niego con la cabeza varias veces.

— ¡Yo no estoy loco! — Grito.

— Cálmate...cálmate. Es la última opción que nos queda... es eso o el reformatorio. Tus padres están de acuerdo. No estarás internado para siempre, los doctores decidirán cuando estarás completamente sano y recién ahí, se te dará el alta y podrás volver a tu vida normal.

Me agarro la cabeza. ¿Me iré? ... ¿Pero que pasará con Ivanna?

— Mira Julián... — Continúa. — Esto es por las buenas o por las malas. Ahora sólo debes hablar con los doctores...

— No hablaré con nadie hasta que hable con ella. — Espeto.

Él suspira cansado. Ni siquiera intentó hablar con ella este idiota.

— No creo que quiera verte. — Me contesta.

La ira me invade y es insoportable. Me levanto de golpe y agarro los por las solapas al estúpido abogado y lo acerco a mi. Él abre los ojos como platos e intenta empujarme pero yo soy más fuerte.

— No me interesa. De aquí no me muevo hasta que hable con ella, así que si sabes lo que te conviene... la traeras. — Le susurro.

Los policías entran y yo lo suelto.

No sin ella. [1] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora