— ¿Sabes que es lo mejor de esto? — Le susurro acercándome a su rostro.
Ella voltea el rostro, contraído, para un costado en un intento por alejar su cara de mi.
— ¡Qué aquí, no hay absolutamente nadie quien te escuche, ni policías, ni tus padres, ni esos imbéciles con los que sales, ni siquiera mi maldito padre! ¿Entiendes? ¡Nadie te alejara de mí esta vez!
Ella grita y me empuja con fuerza. Yo la suelto para que no me vea mi rostro contraído por las ganas de llorar ¡De todos modos no vas a ir a ninguna parte! Intenta moverse lejos de mi aún con los pies atados. Yo me cruzo de brazos y apoyo mi espalda en la puerta. Ella mira para todos lados buscando una salida. Entonces se da cuenta que la única salida es la puerta y se queda quieta.
No tienes a donde ir y nadie te escuchara aquí. Sólo te queda sentarte y escucharme. Ella se voltea y solo me mira. Sus ojos me dicen que aún no se dará por vencida. Yo le devuelvo una mirada llena de rencor. Me incorporo, camino hacia ella, la rodeo con mis brazos y le levanto para llevarla a sentarse en el sofá.
Cuando la dejo sentada en el sofá me puedo dar cuenta que sus pies están casi desatados. Me pongo de cuclillas en frente de ella y sólo nos miramos. La observo como me gustaría mirarla siempre y veo que tiene su largo cabello un poco despeinado. Un mechón largo acaricia su mejilla. No logro aguantarme, tomo el mechón y se lo pongo detrás de la oreja. Ella se tensa completamente mirando para otro lado, rechazando mi caricia. Eso duele...
Viene el vómito verbal. Tengo que decirle lo que siento por ella. Tiene que saber como la veo. Es incluso más que hermosa... mas que perfecta.
— Eres un ángel, que me mandó el diablo. — Confieso intentando contener mis emociones.
Me mira de golpe con los ojos abiertos como platos mientras niega lentamente con la cabeza.
— Si — Le digo asintiendo repetidas veces. — Eres un maldito demonio.
La miro fijo pero no aguanta y aparta la mirada. No importa si no quiere mirarme, tengo que seguir hablando. Tiene que saberlo todo. Es mi única oportunidad de llegar a algo con la mujer que amo.
— Maldigo el momento que entraste por esa puerta, créeme que nunca en mi vida, había visto una visión tan hermosa y perfecta como tú...
Ella me mira... o intenta mirarme sin ninguna expresión en el rostro.
— Estas loco. — Me dice de golpe.
Reprimo una sonrisa triste. Si nena... Me volviste totalmente loco. Enloquecí y todo... por tí.
— Si, loco por ti. — Le contesto.
Voltea su cabeza y mira hacia el piso frunciendo el ceño.
— Una cosa más. — Le digo de golpe.
No puedo irme de aquí sin hacer mi último esfuerzo. Tengo que aclararle todo acerca de nosotros.
— De este sótano salimos juntos o no salimos y es mi última palabra Ivanna.
Abre la boca totalmente estupefacta. Como si me hubieran salido tres cabezas. Voy a intentarlo todo con ella y si acepta estar conmigo, voy a hacer que sea la mujer más feliz del mundo.
Ahora que lo pienso... debe tener hambre. Podríamos comer los dos ¡Si! Es una gran idea. Puedo demostrarle que puedo cuidarla y atender sus necesidades con gusto.
— Iré a buscar comida para los dos. — Le aviso.
Me levanto y sin mirar la expresión en su cara, salgo del sótano y cierro con llave. Subo las escaleras y me apuro en salir rápidamente de la escuela.
Subo a mi auto y me apuro en encontrar alguna rotisería o algún lugar en donde comprar comida. Cuando freno en un semáforo, me quedo paralizado.
¿Y que carajo le voy a comprar para comer? No sé sus gustos ¡Maldita sea! Pienso en alguna comida que puede gustarle ¿Pizza? ¿Fideos? ¿Salsas? Dios, no tengo idea. Miro para todos lados hasta que encuentro un lugar de comida rápida.
Me estaciono con furia. Mientras más intento apurarme más me cuesta. Cuando entro al restaurante una mesera teñida de rubio, me recibe.
— ¿Mesa para uno? — Me dice con un tono de sensualidad.
La miro con una ceja levantada. Niego con la cabeza. Tiene una sonrisa pintada en la cara literalmente. Sus labios pintados de rojo chillón me causan rechazo.
— Buenas tardes, necesito comida para llevar.
Ella asiente sin borrar la sonrisa de su rostro y camina delante de mi pavoneándose . Pongo los ojos en blanco. No te esfuerces, mi tipo de mujer tiene nombre y apellido.
Me conduce hacia el mostrador y ella cruza hacia el otro lado.
— ¿Qué deseas para comer? — Pregunta mientras me mira fijo y me aletea sus pestañas.
Intento no lanzar un bufido. Pediré algo que le guste a todo el mundo.
— Quiero dos hamburguesas adulto con una ración extra de papas.
Ella lo anota en un papel y se va hacia la cocina. Cuando vuelve al pasar, larga un olor a perfume realmente desagradable.
— Tu comida sale en 10 minutos. — Me avisa.
— Gracias. — Le contesto mirando la heladera llena de refrescos.
— Y... ¿Por dónde vives? — Siento que me pregunta intentando darme conversación.
Yo me vuelvo a mirarla.
— Por la zona en la que está mi casa. — Le contesto antes de levantarme y caminar hacia los refrescos.
De la heladera saco dos latas de Seven Up. Estoy ansioso por ir a verla y llegar con todo esto. Me acerco al mostrador y le dejo las latas encima de la mesa.
— Cobrame esto también. — Le digo a la mesera.
Ella asiente antes de irse a la cocina. Vuelve con dos bolsas negras. Acomoda las latas adentro y luego pone un papel. Me cobra la comida. Mientras saco mi billetera, la mesera me observa. Ya me estoy cansando de esta chica. Le pago y tomo las bolsas.
— Nos vemos después... — Me dice ella en un tono extraño.
¿Qué? ¿En serio? No es la primera vez que me pasa desde que salí del manicomio.
— Adiós. — Espeto mientras salgo hacia la calle.
Subo al auto y dejo las cosas en el asiento de atrás. Miro de reojo el papel que dejó adentro. Lo saco de la bolsa y miro lo que tiene escrito.
"Llamame. Me llamo Melisa.
xxxxxxxxxx"
Tiene un beso marcado con labial. Me río. Esto me recuerda a la joven que me besó y luego me pasó su número de celular ese último día que estuve en el manicomio.
Enciendo mi auto y antes de salir hacia la escuela, tiro el papel por la ventana.
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No sin ella. [1] (BILOGIA)
RomanceJulián es un joven de 18 años, problemático, con problemas de ira e higiene debido a traumas de la infancia. En su último año de secundaria se encuentra totalmente perdido y sin dirección debido a drogas y alcohol. Todo lo que tiene es el sustento d...