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Una semana más. El tiempo continúa pasando. Apago el despertador con molestia. Me siento en la cama y de inmediato estoy de mal humor.

— ¡Hijo, el desayuno! — Grita mamá.

Cierro los ojos con fuerza. No puedo descargar mi ira contenida con mi familia. Me pongo cualquier cosa. Una musculosa blanca y jeans negros. No tengo ganas de arreglarme, de todos modo... ella ni siquiera me mira.

Bajo a desayunar intentando ocultar mi cara de molestia pero mamá me mira de reojo mientras me sirve el café. Se dio cuenta.

— ¿Dormiste bien? — Pregunta.

Asiento. El problema no es dormir. El problema tiene nombre, apellido y unos ojos negros que me desquician cada día más. Mamá se acerca a mi y me toca el fleco rubio que comenzó a crecer. No me había dado cuenta de que ya está poniéndose largo. Seguramente le preocupa que vuelva a dejármelo como un metalero. Largo y en el rostro.

— ¿Quieres que lo corte?

Ella niega con la cabeza.

— Mientras no te lo dejes estar, esta perfecto. — Me contesta.

Si, tengo que cortarlo. Luego de terminar mi desayuno, me despido de mamá, mi hermana y conduzco hasta la escuela. Entro a el salón para una nueva clase de Biólogia. Hoy hay examen y estudié toda la noche. Como todas las mañanas, lo primero que hago es mirar a Ivanna. Está con la mirada gacha, retorciendo un mechón de su cabello. Suspiro y aparto la mirada. Me siento con mi mejor amigo.

— ¿Estudiaste? — Pregunta.

Asiento.

— ¿Tú?

Él ríe.

— Lo olvidé por completo.

— No te preocupes. Yo te ayudo. — Le digo.

La amargada entra por la puerta como siempre con cara de desgracia. Pongo los ojos en blanco. Si hay alguien a quien aguante menos, es a esta profesora.

— Muy bien, cállense todos. — Ordena.

Todo el curso se queda en silencio.

— Les tengo dos noticias, una mala y una buena. La buena es que no tomaré examen, sino que será un trabajo práctico a carpeta abierta de a 2. — Balbucea.

Todos se ponen felices y Martín suspira aliviado.

—... y la mala, es que voy a cambiar gente de lugar. Ya es tiempo que aprendan a hacer trabajo en equipo con sus otros compañero. — Continua.

Levanto la mirada ¿Qué? Dios, que no pase lo que estoy pensando. Primero cambia a Samanta con Tom, el tímido de la clase. Ella me mira de reojo. Seguro pensó en la posibilidad de sentarse conmigo. Cambia a un par más para que nadie se quede sin compañero y parece terminar. Largo un suspiro de alivio al ver que no me cambio a mi, pero posa su mirada de golpe en mi ¡Mierda!

— Señor... De Páez. — Me dice.

Yo no le contesto. Sólo me le quedo mirando.

— Me parece que no está bien ubicado al lado del señor Fiori.

Continuo fulminandola con la mirada ¡Ya cámbiame de una vez y déjate de estupideces!

— Junte sus cosas y cámbiese... — Mira para todos lados y luego posa su mirada en mi razón de muerte.

No, que no lo diga por Dios.

— Junto a la señorita Ramírez.

Me quedo petrificado. Si no estuviera sentado, me flaquearian las piernas. Abro los ojos como platos y miro a Martín. Este me devuelve una cara de nervios sin saber que hacer. Entonces se para de golpe en un intento de evitar lo peor.

— Em, no se preocupe, profe, yo puedo ir a sentarme con Ivanna. — Junta sus cosas con torpeza.

— No le hablé a usted señor Fiori. Ya me escucho señor De Páez, eso es todo. — Nos dice antes de darnos la espalda e irse a su escritorio.

Martín se encoge de hombros en forma de disculpa mientras vuelve a sentarse. Yo junto mis cosas lentamente. Alex, la amiga de Ivanna toma sus cosas y se pasa con Martín. Mientras camino hacia su banco ella se pasa del lado de la ventana junto con sus cosas.

Me siento a su lado y acomodo mis útiles. Se esfuerza por ignorarme y yo también. No sé que siente, no sé que piensa de mi y lo peor es que no puedo preguntarle nada. Tengo que hacer de cuenta que no pasó nada. La miro de reojo para ver si su expresión corporal me dice algo y la encuentro mirándome. Pero no me está mirando a los ojos. Todas mis musculosa son un talle más grande porque me gusta usarlas así, sueltas y eso provoca que sean abiertas a los lados y cada ves que me siento se me escapan los pectorales. Ivanna esta mirando por el entre abierto de mi remera ¿Le gustará mi nuevo cuerpo?

Levanta la mirada, se da cuenta de que ya la vi y la aparta de inmediato. Yo miro al frente y puedo sentir su mirada nuevamente sobre mi. Sólo para molestarla, tomo mi musculosa y la levanto en un intento por tapar mi pectoral desnudo cosa que no funciona porque la tela vuelve a caer.

La profesora comienza a dictar las preguntas pero no logro concentrarme. No con ella a mi lado.

— Y recuerden, no es individual, es de a dos. Si encuentro un trabajo sólo, lo anulo. — Espeta la profesora.

La miro enarcando una ceja ¿Esto es en serio? Parece a propósito.

— Bueno ¿lo hacemos? — Pregunta Ivanna de golpe.

Siento una puntada de pánico al escucharla y la miro de golpe... Oh Dios... eres preciosa. Me imagino a mi mismo agarrándola con suavidad del cuello y repartiendo besos por toda su cara para hacerle saber cuanto la he extrañado. Pero no puedo hacer eso. Mis manos se convierten en puños.

Es lo primero que me dijo desde que volví y es tan estúpido. Estoy muy decepcionado. Me obligo a contestar. Si me le quedo mirando más tiempo comenzará a caerme la baba.

— Si. — Contesto mientras aparto la mirada. — Voy a buscar el libro de Biólogia.

Me levanto de la silla y salgo del curso rumbo a la biblioteca. Siento que mis piernas tiemblan mientras camino. ¡Soy ridículo! Ni siquiera pude mirarla por más de diez segundos. Si me le quedo mirando sus ojos serán mi perdición. Esto no era lo que yo había planeado. No quería hacer las cosas así ¡Todo esto está mal! ¡Muy mal!

No sin ella. [1] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora