Me miro las manos temblorosas y limpio mis nudillos contra mi ropa con movimientos frenéticos. No... yo no quise hacerlo. No quise pegarle, yo la amo con toda mi alma. Me tiembla todo el cuerpo y rompo a llorar. Me agarro la cabeza mientras caigo sentado al piso. Me tapo la cara. No quiero mirarla, no quiero verla tirada en el piso, inconsciente.
Antes de darme cuenta estoy gateando a su dirección. Ella está tirada de costado, con el cabello sobre la cara. La tomo de los tobillos, voy subiendo hasta sus rodillas y luego a la parte externa de sus muslos. Le toco la cintura y puedo sentir su suave respiración. La pongo boca arriba y luego le corro el cabello de la cara.
Es la primera vez que la tengo tan pero tan cerca y puedo tocarla. Tiene la mejilla roja pero aun asi su hermoso rostro luce tranquilo. Le acaricio la cara en la parte donde le pegue.
— No fue mi intención lastimarte... — Susurro sin dejar de llorar.
Ni siquiera contemplo el hecho de que no puede escucharme. La levanto y la abrazo mientras ambos estamos sentados en el suelo. Hundo mi nariz en su pelo y lloro mientras busco consuelo. Huele delicioso. Esta mujer es todo lo que había soñado.
— Tranquila, estaremos bien. — Le digo mientras la tomo del rostro.
La beso en las mejillas, en la frente, en las comisuras de la boca y en toda la cara. Le acaricio la cara mientras puedo observarla de tan cerca por primera vez en mi vida.
— Yo te cuidaré... y me ocuparé de ti... déjame amarte. — Le suplico entre lágrimas.
Doy un respingo de golpe. Aquí, alguien podría vernos. Pero sé exactamente a donde llevarla. La levanto del suelo, la tomo en brazos y la llevo a el sótano de la escuela. Ese lugar siempre está abierto, y el conserje guarda una copia de la llave debajo del sofá. La dejo sobre el sofá, tomo la llave y me la guardo en el bolsillo.
La acomodo en el sofá, para que se sienta cómoda ¿Cómo podría sentirse cómoda en un lugar donde no quiere estar? Doy un respingo. Cuando despierte querrá escapar y contarle a todos que le dí un puñetazo.
Comienzo a desesperarme ¿Qué voy a hacer ahora? Tengo que convencerla de que yo la amo y no quise golpearla ¿Pero cómo voy a convencerla si esta corriendo para todos lados intentando escapar de mí? Miro para todos lados buscando algo que resuelva momentáneamente esto.
Entonces lo veo. En la esquina del sótano, hay un manojo de cables. Sin pensarlo, tomo los cables, le amarro los pies y luego mas manos. La miro y se ve peor de lo que esperaba. Parece un secuestro.
La levanto del sofá y trato de sentarla en el suelo. Su cabeza se desliza hasta quedar apoyada en la pared ¿Por qué no reacciona? ¡Dios! Me acerco a ella y la tomo del rostro. Intento besarla en la boca, pero ella no me devuelve el beso. Se siente frío. Quiero probar su boca pero así no puedo.
— Besame. — Susurro entre lágrimas.
La beso de nuevo pero ella sigue inerte.
— ¡Besame! — Grito mientras clavo mis dedos en su cara.
Sigue con los ojos cerrados y sin responder a ninguna de mis caricias. Me levanto dejándola sentada en el piso y salgo del sótano.
Camino hacia las escaleras lejos del sótano. Sin saber que hacer, rompo a llorar por la rabia y la desesperación aflora en mi ¡Jamás la convenceré! Me agarro la cabeza e intento pensar. Comienzo a hablar solo en voz alta.
— ¡No podré convencerla. La policía vendrá y me encerrará en una celda fría, asquerosa para luego tratarme de loco y mandarme para siempre a un manicomio! — Me tapo la cara con ambas manos. — ¡Y todo por ella!
Comienzo a arañarme los brazos y voy a paso acelerado hacia el sótano. Abro la puerta y entro. Veo de reojo que Ivanna sigue en el lugar donde la deje.
Camino de un lado a otro, tratando de buscar la manera de salir de esto. Las lágrimas brotan de mis ojos. Ni siquiera puedo controlar la desesperación ¡Tengo que hacerle saber que yo no quise lastimarla! ¡Lo tiene que entender! Me arrodillo en frente de ella, le tomo las manos atadas y se las beso. Tocarla sólo hace que llore más.
— Dime porque tuve que llegar a esto...— Le digo.
Cierro los ojos y busco el calor en su piel pero ella aparta sus manos con brusquedad. Levanto la mirada, perplejo y me devuelve una mirada llena de temor.
— ¿Qué crees que estas haciendo? — Pregunta con una voz cargada de timidez y temor.
La miro y sus ojos me dicen que no llegaré a nada con ella. Cierro los ojos con fuerza y siento que las lágrimas vuelven a salir. Abro los ojos con furia y la fulmino con la mirada. Comienza a temblar y solloza al ver mi mirada.
— ¿Tienes idea... de todo lo que he pasado por tí?
Parpadea con los ojos muy abiertos. Tengo que seguir hablando aunque me cueste. Ella tiene que saber todo lo que he pasado.
— ¿Tienes alguna idea de... todo lo que te he extrañado?... ¿Qué sólo podía manejar el deseo... de estar cerca de tí, de verte, de sentir tu aroma, de acariciar esa maldita piel... cortándome?
Ya está, tiene que saberlo todo.
— ¡¡¿Acaso eres consciente de lo jodidamente enamorado que estoy de tí?!! — Le grito esperando que me entienda.
¡Tiene que entenderme! ¡Le estoy contando toda la verdad! Pero ella no me entiende. Comienza a llorar con fuerza mientras intenta liberar sus manos de los cables. La furia me invade.
— ¡¿Pero que mierda estas haciendo?! — Le grito poniéndome de pie.
La agarro de los codos y de un tirón cae en mis brazos. Ella intenta resistirse y yo no puedo manejar su rechazo. La tomo de los hombros, la estampo contra la pared y la inmovilizo con mi cuerpo pegado al de ella.
Tiene que dejar de poner resistencia. Nunca podrá contra mí.
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No sin ella. [1] (BILOGIA)
RomansJulián es un joven de 18 años, problemático, con problemas de ira e higiene debido a traumas de la infancia. En su último año de secundaria se encuentra totalmente perdido y sin dirección debido a drogas y alcohol. Todo lo que tiene es el sustento d...