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No entiendo como puedo controlar la ira. El horario de salida se acerca y yo me muerdo los labios pensando que este día fue un completo fracaso.

Ella ríe junto a Alex mientras conversan de algo. Siento que se está burlando de mí, pero... ¿Cómo puedes burlarte de alguien que no te importa? Me agarro la cabeza.

— ¿Puedes calmarte? La profesora puede verte. — Me dice Martín agarrándome del hombro.

Lo miro fijo.

— No. No puedo.

— ¿Quieres que te vuelvan a encerrar? ¡Comportate, maldita sea! — Susurra Martín en mi oído.

Abro los ojos como platos ¡Mierda! Tiene razón. Intento recobrar la compostura. Esto no se puede quedar así. ¡Es tan injusto! Estuve toda la noche pensando que hoy sería diferente, pensé que le caía bien cuando lo único que hacía era reírse de mí. Las ganas de llorar aparecen y la vista se me vuelve borrosa.

El timbre de salida toca y cierro los ojos con fuerza. Siento que las lágrimas corren por mis mejillas. Me seco el rostro con furia mientras abro los ojos y observo salir a Ivanna. Ni siquiera se voltea a verme. Ya está. No aguanto más. Voy a confrontarla y se exactamente bien que hacer para que venga a verme sin obligarla.

— ¿Vienes? — Pregunta Martín levantándose de mi lado.

Me observa con cara de preocupación. Asiento.

— Antes, voy a ir a preguntarle a la enfermera que es bueno para la migraña.

Si le cuento lo que estoy planeando hacer, no me dejara hacerlo.

— ¿Necesitas que te acompañe? ¿O que llame a tu madre? — Pregunta mientras se voltea a mirar a Julieta, otra de las amigas de Ivanna.

— No, esta bien. Puedes irte. Nos vemos mañana. — Lo saludo.

Él se despide de mí y entonces me quedo solo. Sin pensarlo ni asimilarlo, saco mi celular del bolsillo y tecleo un mensaje para Ivanna.

TE ESPERO EN LA PUERTA DEL GIMNASIO A LA SALIDA, SI NO VIENES, IRÉ A BUSCARTE. Atte: Julián.

Listo, con eso bastará. Doy un respingo. El mensaje le llegará como número desconocido. Seguramente tendrá miedo y no vendrá. Entonces se exactamente que ponerle para que venga hacia mí sin problemas.

Soy Bruno... Atte: Julián.

Guardo mi celular, y camino hacia la puerta del gimnasio que queda en la parte de atrás de la escuela. Cuando llego, me escondo entre los árboles observando el momento en el que ella llegue. Tiene que venir. Use el nombre de su "amigo". Cierro los ojos y tenso la mandíbula ¿Quién mierda es ese imbécil? ¿De dónde salió?... ¿Ellos serán novios? ¿Se besaran?... ¿Tendrán sexo? ¡Carajo! ¡Mientras yo me pudría en un manicomio ella estuvo con otro! ¡Maldita sea!

Levanto la mirada cuando veo de reojo que alguien vino y contengo la respiración. Ya llegó. Esta ahí, parada en la puerta del gimnasio. Mira para todos lados, como buscando a alguien. Imagino que se decepcionará muchísimo cuando yo llegue y vea que no es su amiguito Bruno. Antes de darme cuenta, estoy caminando hacia ella mientras me pongo la capucha de mi campera para ocultar las lágrimas de rabia que quiero derramar. Me le acerco despacio por detrás.

Ivanna se voltea con entusiasmo pero se sobresalta cuando me encuentra a mí frente a ella. La miro desde abajo de mi capucha. Respiro con fuerza intentando contenerme y no abalanzarme sobre ella. Levanto la cabeza despacio y la miro. Primero sus ojos negros me devuelven una mirada perpleja que se convierte en una asustada. Esa misma expresión en sus ojos que tenía cuando fue a verme a la estación de policías. No... ¡No esa mirada de nuevo!

Esa expresión en su rostro que me dice que me quiere lejos, hacen que me vuelva loco. Da un paso atrás y yo inmediatamente me acerco un paso hacia ella... No, no... No escaparas de mi, Ivanna. Está vez no.

— ¿Quién mierda es Bruno? — Las palabras salen de mí como fuego. El odio contenido aflora en mis palabras.

— ¡¿Acaso no bastó con deshacerme de ese maricon de Lucían?! ¡¿Ahora hay otro más?! — Le grito.

Ella se queda petrificada mirándome con terror. Tengo los ojos borrosos y la cara totalmente tensada. Ya ni siquiera intento detenerme. No puedo detenerme. No con ella.

Estoy a punto de amenazarla para que no vuelva a ver a ese maldito, sea quien sea, pero ella entra en pánico e intenta salir corriendo. Sin pensarlo, la agarro la cintura y la acerco a mi pecho para que no escape. Quiere gritar pero le tapo la boca. Intenta zafarse pero la arrastro hasta la puerta del gimnasio. Ella me araña el brazo con el que la tengo agarrada de la cintura. Frunzo el ceño de dolor ¡Me duele! ¡Tú me dueles!

— ¡Mierda Ivanna! ¡No hagas eso, me obligas a hacer algo que no quiero! — Le grito en un intento porque deje de lastimarme.

Siento que grita en mi mano, y también siento mojado ¿Está llorando? No quiero mirar, no quiero saber. Saco la llave del gimnasio, fue fácil hacernos una copia con el borracho del conserje que por suerte casi nunca está y abro la puerta. Patalea con fuerza y se resiste a entrar al gimnasio. Yo no puedo aguantarlo más.

La levanto de la cintura y la lanzo al piso del gimnasio con fuerza. Cierro la puerta con llave detrás de mí y luego me volteo a mirar a Ivanna. Esta se levanta, sollozando y comienza a correr para todos lados, buscando una salida.

No puedo creer que después de tanto, lo único que quiera es escapar y alejarse de mi. Me siento desesperado. Quiero que pare. No puedo aguantarlo. Me niego a soportar su rechazo. Voy corriendo hacia ella, la agarro con fuerza del pelo y luego la estampo contra la pared. Lanza un quejido de dolor pero no le hago caso.

— ¡Deja de rechazarme! — Le grito con todas mis fuerzas a la cara.

No pasa un segundo, no pude detenerme. Mi puño se estrella de lleno contra su mejilla y ella cae al suelo totalmente inconsciente.

Me quedo petrificado...

No...

¿Qué hice?

No sin ella. [1] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora