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— ¡Suéltame!

Me empuja con tanta fuerza que decido soltarla. Se agacha para agarrar la toalla y sale disparada del baño. Un sollozo se escapa de mis labios. No puedo pensar bien, solo actúo siguiéndo mis instintos. La sigo a paso acelerado.

— ¡Eres una egoísta de mierda! Jamás me dijiste nada ¿Acaso todo este tiempo fui una aventura para tí? — Le pregunto tratando de ponerme en frente de ella.

No me contesta. Intenta secarse el cuerpo y ponerse la ropa. Trato de sacarle el jean de las manos pero se aparta de inmediato al ver que intento detenerla.

Voy hacia mi cama, tomo un boxer y me lo pongo torpemente. Me siento más ridículo de lo que soy, aquí desnudo, intentando detenerla. El nudo en mi garganta cada vez es más grande.

— ¡Para! ¡Merezco una maldita explicación! No puedes irte así nada más, me estas arruinando la vida — Le suelto mientras intento agarrarla de los hombros pero ella se aparta de mi toque.

— ¡¿Quieres una explicación?! ¡Aquí la tienes! Mi vida fue una maldita locura desde que te conocí. No voy a cambiar de parecer ni me quedaré aquí. Trate de decírtelo en paz, si tú no lo entiendes y no actúas normal ¡No es mi puto problema! — Grita con asco.

Frunzo el entrecejo y paso mi peso de un pie al otro repetidas veces sin saber que mierda hacer.

— ¡No es justo! — Grito lo primero que se me viene a la mente.

Abre los ojos como platos al escuchar estas palabras de mi. Como si fuera la gota que colmó el vaso.

— ¡¿No es justo?! ¡¿No es justo?! Te lo diré lo que no es justo. — Viene hacia mi y me empuja por el pecho. — ¡Desde que te ví parado en medio de la clase ese maldito primer día, nada en mi vida fue justo para mí!

Busco palabras mágicas para poder contestar todo lo que me dice y justificarme pero no hay nada que pueda decir. La miro, aterrado por como pueda acabar esto.

— ¡Me mandaste al hospital mas de una maldita vez, me metiste a un sótano de mierda luego de golpearme en la cara y luego me besaste a la fuerza, me chantajeaste con el trabajo de mi padre e hiciste que mi familia tuviera serios problemas económicos, me amenazaste con lastimar a mis pobres abuelos y mandaste a unas matonas para que me pagaran y me robaran todas mis cosas! — Me lo escupe a los gritos.

No... no, basta por favor. Las lágrimas comienzan a brotar de sus ojos. Esta muy dolida por todo lo que le hice. Doy un paso hacia ella con los brazos extendidos pero ella da un paso atrás.

— Ven aquí... quédate conmigo — Le ruego, en un susurro desesperado.

Pero ella no quiere estar mas conmigo. Niega con la cabeza.

— ¿Tienes idea de lo serio que es realmente Julián? — Me pregunta mirándome fijo.

Sigo con los brazos extendidos hacia ella, esperando que ocurra un milagro y venga hacia mí. A esta altura siento como las lágrimas caen por mi rostro... de nuevo. El pecho me pesa y la cabeza me da vueltas.

— No. No me quedaré contigo — Me rechaza.

Dejo caer mis brazos y me quedo tieso. Esto no puede estar pasando. Trago grueso antes de hablar.

— ¿Qué...quieres decir? — Pregunto con voz entre cortada.

— Se terminó Julián. No voy a seguir con esto. No voy a vivir en una mentira. Lo lamento pero no puedo seguir siendo tu novia. — Su voz es firme y decidida.

Se me cae el alma a los pies. Me le quedo mirando. De golpe comienza a vestirse para largarse no sólo de mi casa, sino también de mi vida... Todo lo que fui con ella hasta hace unas pocas horas, se apaga, mi cabeza comienza a funcionar de forma distinta. La miro. La miro detenidamente y otra vez siento que la estoy admirando de lejos. Me siento nuevamente afuera, aislado y confinado a estar sin ella. Y entonces lo comprendo.

Mi cabeza, mi razón, mi locura, mi obsesión... Y también el amor que siento, comprenden todo. Jamás voy a dejarla ir, no quiero y tampoco puedo hacerlo... Y necesito que lo sepa. Camino hacia la puerta de mi cuarto y la cierro con llave. La siento suspirar, agobiada, pero a estas alturas, no me importa. Ya no me importa nada.

— No hagas más difícil todo esto... — Me dice.

La ignoro y no es a propósito. Camino con tranquilidad hasta mi ropero. Saco un pantalón de deporte negro, una musculosa gris y me visto.

— Debo irme Julián ¿Me abres la puerta? — Me pide fingiendo tranquilidad.

— No, hasta que me escuches. — Contesto.

— Nada de lo que digas servirá, ni siquiera amenazas...

Me tenso al escuchar la palabra "amenazas". No creo que sea lo mejor hacerme enojar. Camino hacia ella hasta quedar parado en frente y tan cerca que nuestras narices rozan. Ella ni se inmuta. Me mira a los ojos y cuando nuestras miradas se chocan, es una lucha. Tenso la mandíbula conteniendo las ganas de abrazarla y besarla con fuerza. La necesidad de tenerla contra en mis brazos y que mi cuerpo se funda con el suyo es insoportable. Levanto mis manos mientras están tiemblan y las pongo suavemente en su nuca. Tiene la piel caliente. No me detiene.

— No importa lo que digas o hagas. Tú debes estar conmigo ¿Sabes por qué? Porque me acabo de dar cuenta que no importa si intentas dejarme o irte. Donde sea que estés, te encontraré e intentaré tenerte nuevamente y no pienso parar hasta dar mi último esfuerzo. — Susurro y luego le regalo una media sonrisa sin dejar de mirarla a los ojos. — El día que no me veas más a tu alrededor... es porque estoy muerto.

Le ordeno a mi cerebro que se controle cuando me inclino y la beso en los labios. Paso ambas manos por su cintura y la estrecho suavemente contra mí. No me devuelve el beso, duele.. incluso su rechazo quema pero no me importa. Cierro los ojos con fuerza intentando dejar de llorar. Memorizo su piel, el sabor de sus labios, su aroma... hasta que la suelto de golpe.

Me obligo a caminar hasta la puerta de mi habitación, la quito el seguro y luego la abro de par en par. No voy a mirarla, de lo contrario terminaré en sus pies, rogándole que no me deje.

— Vete. — Le ordeno mirando fijo al piso.

Toma sus cosas y sale a paso ligero de mi habitación. Incluso puedo sentir el apuro en sus pasos al bajar la escalera de mi casa y finalmente dar un puertazo. Caigo de rodillas al piso, dejando salir todo el llanto por el dolor de su abandono. Estoy destruido y el nudo lleno de angustia en mi pecho me impide respirar.

No sin ella. [1] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora