(67) Quinta parte.

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INICIO DE LA QUINTA PARTE.

5 de Octubre del 2015.

Camino por los calles con la capucha puesta. Ya sé su nombre, sé su dirección, sé donde estudia y como son sus horarios y también sé sobre sus padres. Lo único que me falta es hablar con Bruno. Sus padres en este momento no están y él llegará en cualquier momento. Siempre es el primero en llegar a la casa.

Es de tarde y como la cuadra está transitada espero un poco hasta no quede nada de gente. Me acerco a su casa y me meto a su patio trasero saltando la cerca. No tiene puerta trasera para forzar así que decido entrar por una ventana. Nada me detendrá.

Fuerzo el seguro de una ventana que da a la cocina. De la fuerza con la que la abro, casi rompo el cristal pero por suerte no. Hubiera sido algo no planeado. Entro con el mayor cuidado posible, cuidándome de no tirar nada. Es una casa común y corriente. Sin nada de lujos pero tampoco escaso. Tiene planta alta y las escaleras posiblemente lleven a las habitaciones.

Cuando subo las escaleras me encuentro sólo con tres puertas. La primera es el baño, la segunda seguramente sea de sus padres y cuando me asomo a la tercera, me encuentro con una habitación llena de pósters y con una cama de una plaza. Esta es la habitación de Bruno. Tiene que serlo.

Entro y cierro la puerta detrás de mí. Aquí lo voy a esperar. Me siento en su cama y saco la navaja que tenía en el bolsillo. Luego de unos cinco minutos esperando, algo nervioso, siento ruido en la planta baja. Espero sea él. Aprieto fuerte la navaja en mi mano. Siento a alguien subir las escaleras rápidamente.

La puerta se abre de golpe y yo sonrío. Más bien... me obligo a sonreír. Un moreno, alto, con ojos achinados, ahoga un grito y con cara de susto me mira desde el umbral de la puerta. Así que por fin tengo el placer de conocer a Bruno. Sigo sonriendo y él está petrificado, con los ojos abiertos como platos, pero me doy cuenta que sus ojos miran mi navaja.

— Hola Bruno. — Lo saludo.

No me contesta. Se para en un pie y luego en el otro, nervioso y claramente asustado.

— Mi nombre es Julián... Julián De Paez.

— Lo sé. — Me contesta con voz dura. — ¿Qué crees que estas haciendo aquí? ¿Cómo entraste a mi casa? ¡¿Estas demente?!

Cierro los ojos y frunzo el ceño como si su voz me doliera de alguna manera. Sabía que reaccionaría así, no esperaba menos. Intento que mi voz suene calmada.

— Eso no importa. Lo que importa es que vine porque necesitaba hablar unos asuntos contigo.

Se queda callado un segundo y puedo darme cuenta que su respiración ahora es agitada.

— Yo no tengo nada que hablar con el demente que casi mata del asma a mi mejor amiga y le arruinó la vida.

¿Mejor amiga? ¿Piensa que soy idiota? Lanzo una risa sarcástica.

— Claro... claro... te recuerdo que ahora tu "mejor amiga" es mi novia y...

— Eso es porque tú la obligas, no porque ella quiera. — Me interrumpe.

Me quedo en silencio unos segundos conteniendo las ganas de matarlo a golpes. Lo fulmino con la mirada. Maldito imbécil. No sabe nada de nosotros.

— Escúchame bien, idiota. Quiero que te alejes de mi novia. No quiero volver a saber nada más de tí ¿Entendiste? — Le suelto con asco.

Me mira con expresión perpleja como si me hubieran salido tres cabezas.

— ¡¿Acaso estas celoso de mí?! ¡Con una mierda! ¡Ivanna es como una hermana para mí y además estoy saliendo con su amiga Alexa! ¡Acabo de dejar a Alex en su casa justo hace unos momentos!

No le creo una mierda. Son puros trucos para engañarme. Lo quiero lejos de mi novia. Me río pero seguramente mi sonrisa no llega a mis ojos.

— No te lo voy a volver a repetir... te quiero lejos de Ivanna... o sino...

— ¡¿O si no QUÉ?! — Me interrumpe, desafiante mientras su respiración es agitada.

— Me encargaré de que tus padres la pasen mal. Tu mamá Alicia, trabaja como secretaria y tu padre Aldo, es profesor en varías escuelas ¿No?

Palidece. Se me queda mirando, en silencio y con la respiración agitada.

— Si te atreves... — Comienza a balbucear pero no lo dejo hablar.

— No me provoques. Ya viste lo que le hice a Ivanna y a ella la amo... imagínate lo que puedo llegar a hacerte a tí... — Le suelto poniéndome de pie.

— Tú no la amas... estas loco y deberías estar encerrado en un manicomio con una maldita camisa de fuerza. — Me responde con voz  ahogada.

No pienso responder eso, si lo hago, perderé el control y posiblemente le arranque todos los dientes. Se hace un lado para que pueda pasar. Paso por su lado con mi navaja preparada por si quiere intentar algo. Antes de irme, vuelvo a recordarle para que vine.

— Todo depende de tí ahora... Espero no volver a saber más nada de tu existencia.

— ¡Fuera de mi casa! — Me suelta con asco.

Lo saludo con la mano, con una sonrisa y bajo las escaleras casi corriendo. Miro sobre mi hombro y observo que permanece arriba hasta que me voy. Eso es buena señal, lo que le dije lo habrá afectado. Salgo por la misma ventana por la que entre pero ahora siento adrenalina en todo mi sistema. Ya está, ahora sólo tengo que esperar que ese idiota, tome en serio mis palabras y salga de nuestras vidas.

Que se sienta agradecido, porque decidí no darle el mismo destino que le di a ese puto de Lucían. Incluso caminando hacia mi auto, recuerdo el momento en el que estuvo a escasos centímetros de la boca de Ivanna y si fuera por mí, le saltaría nuevamente encima. Para evitar cualquier tipo de problemas en el que termine en la policía o en un manicomio, es mejor hacer esto... pero si él sigue rondando a Ivanna, tendré que ocuparme de Bruno. Y lo peor de todo esto es que... no me arrepiento de nada.

No sin ella. [1] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora