CAPÍTULO 14

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Salió al patio, y dejó atrás el jardín y la gran piscina que había a su izquierda. Vio el brillante Volvo relucir bajo el sol, rojo. Tras unos cuarenta segundos había alcanzado la puerta verde del jardín y salía fuera de la que era la casa más grande en la que había estado.

Al cerrar la cancela verde la vista de su entorno la sobrecogió tanto que se detuvo unos instantes para contemplarla. Justo en frente de ella se encontraba el jardín botánico, por donde varios jóvenes hacían footing por sus caminos de piedras. Otros jugaban al fútbol en un extremo del parque con columpios y toboganes, otros charlaban tranquilamente, y donde la mayoría estaban tumbados al sol, aprovechando las últimas semanas de verano.

Los frondosos árboles verdosos se abrían paso a través de un gran sendero, por el que paseaban muchas madres con los carritos de sus bebés. Las plantas de colores llamativos se encontraban por todos los recovecos del hermoso paisaje, con estatuas de ángeles por todos lados. Aquellos ángeles tan bien tallados y que tan reales le parecían y tan pequeña le hacían sentir. Clara se percató de que las fuentes eran enormes, y de que también estaban repletas de motivos angelicales como flechas o niños pequeños con alas. Por unos instantes pensó en Ismael, y en que le habría encantado ver ese lugar.

–Se nota que no eres de por aquí.

La voz sobresaltó tanto a Clara que dio un salto involuntario. Escuchó una risita procedente de su derecha, justo donde estaba una chica castaña con los ojos marrones oscuros y grandísimos, con una gran sonrisa en los labios. Era un poco más alta que Clara, y llevaba un traje de flores a juego con unas sandalias de tela roja.

–Perdona, no pretendía asustarte.– se disculpó mirándola divertida.

–No, no importa.–comentó Clara, aunque no le había sentado muy bien el susto– Por lo general no es difícil sobresaltarme.

La rubia la miró con recelo. La morena seguía con su mirada fija en ella, pero en cuanto que Clara la miró directamente a los ojos bajó la vista al suelo.

–¿Cómo sabes que no soy de aquí?– le preguntó, recordando su comentario.

–Intuición.–sonrió.

La joven con los vaqueros cortos no lo entendió.

–Ya sabes, no es muy común que alguien se quede mirando El parque de los Ángeles con la boca abierta de par en par.–bromeó.

Clara se sonrojó por no haberlo pillado antes, es más, ni tan siquiera se percató de tener la boca abierta. Cogió aire mientras notaba el calor en las mejillas. Era frustrante no poder controlar cuando se sonrojaba.

–Tiene su lógica.–comentó, llevándose una mano a la cabeza algo abochornada.

El parque de los Ángeles pensó. Era un nombre bonito, aunque quien quiera que fuese el que había dado el nombre al lugar no se había calentado mucho la cabeza. La joven del traje rio tímidamente, dándole la razón al expresar sus pensamientos en voz alta y volviendo a retomar su camino.

Clara la paró.

–Oye... mmm, perdona, ¿sabes dónde está la pastelería más próxima?

La joven se volvió hacia ella.

–Por supuesto...está en la acera contraria a la mi casa. Puedo acompañarte...si quieres que te indique donde es...–pareció dudar.

–Sí, iré contigo encantada.–se apresuró a decir Clara, encaminándose hacía la esquina.–

Notó como la chica se movía tras ella. Sus sandalias de tela hacían más ruido que las bailarinas de Clara.

–Espera, es....es...en el otro sentido.–balbuceó.

Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora