CAPÍTULO 65

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Clara lo miró decidida, deshaciéndose del efecto que Diego causaba en ella.

–Te lo juro.

Diego le dedicó una media sonrisa triste y la observó, de una forma en la que nunca antes lo había hecho. Con ganas de llorar.

–Me da miedo que te alejes después de esto.

–No podría hacerlo.–se sinceró, demasiado para su gusto. Intentó arreglarlo con una pequeña sonrisa y una broma.–Vivimos juntos.

Él sonrió, y se tomó su tiempo para ordenar sus ideas.

–Todo paso hace exactamente trece meses...–le costaba trabajo hablar, como si las palabras se resistiesen a salir de sus labios. Clara lo miraba asombrada, había confiado en ella. Iba a contarle algo que probablemente solo sabía Miguel, al que consideraba como su hermano.– Yo, bueno, había quedado...como todos los martes para hacer una carrera de motos. Yo...–suspiró.– me encantaba competir. Amaba sentir la velocidad, adoraba esa sensación de ir en cabeza. Llegue al punto de partida, la plaza por donde pasamos hace dos días para ir a la playa...

Miró a Clara, para ver si lo escuchaba, y se sorprendió de haber captado toda su atención. Percibió sus pupilas dilatadas y su boca entreabierta, y se sintió odioso consigo mismo.

–No soy capaz Clara.–dijo levantándose.– Vas a odiarme. Todos me odiarían.

Ella se le quedó mirando y se apresuró a cortarle el paso.

–Por favor confía en mí. Sería incapaz de odiarte Diego.

Hubo algo en la forma en la que dijo su nombre que evito que la rechazase cuando cogió su mano y lo llevó hasta su cama, haciendo que se sentase.

–Prosigue por favor. Prometo no juzgarte por tu pasado.

Él se sintió reconfortado, a pesar de pensar que en el fondo sí que lo haría.

–La plaza, ahí te has quedado.

El chico cogió aire.

–La mayoría de las veces nos reuníamos allí, bebíamos y corríamos. Yo solía ganar todas las carreras, era extraño la vez que quedaba segundo. El único que era capaz de competir conmigo era Jaime. Aquella noche, corrí, pero no iba solo. Una chica me pidió montar conmigo.– paró unos segundos y cerró los ojos.– El circuito de aquella noche consistía en ir por el callejón de la muerte hasta la otra punta de la ciudad, pasando por el gran descampado y atravesando la parte de atrás del parque de los ángeles. Bueno...ninguno de los que corríamos llegamos más allá del gran descampado.

Seguía con los ojos cerrados, con una punzada de rabia en el pecho.

–¿Qué pasó? –dijo tocándole la mano para inspirarle confianza.

–Había otra carrera...una de coches. Y ellos venían en el sentido opuesto. Nos encontramos de cara y... como iba el primero, por mucho que quise frenar no pude.

Ella contuvo el aliento. El volvió a cerrar los ojos y a apretarlos. Escuchó como comenzaba a llover fuera, de pronto se sentía helada a pesar de llevar aquella sudadera con aquel embriagador olor.

–Escuché su grito, y sentí su cuerpo saltar por el aire cuando nos chocamos. Yo me agarré a la moto y se me cayó encima, tan sólo me fracture la muñeca y me llené de rasguños y hematomas, pero ella...

Su voz se quebró. Clara lo abrazó temblando, pero él siguió hablando en su pecho.

–La vi de buenas a primeras muerta en la arena, corrí hacia ella, estaba rodeada de cristales, cubierta de sangre, y completamente muerta. La vida se esfumó de ella tan rápido...

Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora