CAPÍTULO 101

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Espera...¿Andrés? ¿Su padre? ¿Su padre estaba aún en la tierra? Clara sintió que le temblaban las piernas cuando Lauren le soltó aquella bomba, y lo sintió aún más mientras volvía camino a casa y lloraba a mares. Tuvo que frenar la moto en más de una ocasión para enjugarse la cara mojada. Y lo peor de todo era que cabía la posibilidad de que se refiriese a otro Andrés que no fuese su progenitor.

Cuando llegó a su casa aún estaba conmocionada y al mismo tiempo muy enfadada. ¿Por qué su padre no se le había mostrado antes? ¿Acaso lo había hecho y ella no era capaz de verlo? ¿Qué demonios ocurría?

Entró sin hacer ruido dentro de la mansión y subió las escaleras tratando de calmarse. Había vivido demasiadas cosas en poco tiempo y había llegado al tope. Necesitaba desconectar.

Sin pensarlo más de la cuenta, la chica rubia abrió el pomo de una puerta, pero en esa ocasión, no era la de su dormitorio.

Diego aún estaba despierto, y tan sólo llevaba la parte de debajo de un pijama azul marino.

–Vaya, que agradable sorpresa. Pensaba que hoy también sería yo el que debería de ir a tu cuarto.

Ella se tocó el cabello, cerrando la puerta tras ella y mirándolo de arriba abajo, sensual. Diego apreció sus ojos rojos. El chico se acercó a ella y la abrazó. Ese abrazo era todo lo que necesitaba.

–¿Quieres hablarlo?

Clara negó con la cabeza.

–Sólo necesito despejarme. Y me alegro de que estés aquí.

Diego le acarició la mejilla y le dio un beso en la frente. ¡Qué bien olía!

–Ya empezaba a echarte de menos.–le susurró ella, haciendo un lado el miedo que sentía por si su madre subía a su cuarto y no la encontraba allí.

Ya había tentado demasiado la suerte aquella noche.

–Lo sé, pero yo a ti también. –dijo seguro de sí mismo.– ¿Te apetece dar una vuelta?

La chica lo miró incrédula.

–Son las doce de la noche. ¿Dónde quieres que vayamos a esta hora?– preguntó como si estuviese loco.

–Perdóneme usted cenicienta. Es cierto que a las doce debe de estar en la cama,– y sonrió antes de decirlo.– conmigo.

Ella le devolvió la sonrisa.

–Me has dicho que necesitabas despejarte. Se me ocurre una noche de sexo salvaje para que puedas despejarte, o...como ya te he dicho...salir a dar una vuelta.

Clara se puso rojísima al escucharlo decir aquello.

–Yo aún...no...

Diego rio.

–Lo sé, y te esperaré el tiempo que haga falta. Como te dije una vez, no puedes ir muy lejos. Vivimos juntos.–le dijo audaz y de forma atractiva.

Clara se le quedó mirando. Con Diego era todo más fácil.

–¿He de darte las gracias?

El chico rio con ganas y Clara se unió a sus risas.

–¿Deberías?–respondió de esa forma tan típica en él, a través de una pregunta.

Clara besó sus labios y notó como todo su sistema sanguíneo se encendía ante el chico. Todos los problemas desaparecían, o dejaban de importar.

–¿A qué hora vendríamos?

Diego puso los ojos como platos.

–¿En serio? ¿Estarías dispuesta a escaparte ahora mismo conmigo?

Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora