Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|

CAPÍTULO 74

Llegaron a la moto y Clara se percató de que de pronto el chico se puso muy serio y miraba fijamente hacia un punto fijo. Clara se giró en su dirección y una sombra negra llamó su atención. Era un hombre anciano ataviado totalmente de negro y muy pálido, con arrugas surcando todo su rostro y una expresión de auténtica pena. El hombre avanzaba lentamente con la espalda curvada, pero no tardó más de cuarenta segundos en llegar hasta los jóvenes.

–Buenos días señor –saludó Diego.

–Buenos días muchacho.–contestó aquel anciano con una voz hundida en la miseria, terriblemente triste.

A Clara se le encogió el corazón ante aquella tristeza.

–¿Quién era?–le preguntó a un chico ahora demasiado serio.

–El padre de Claudia.–contestó triste.–Antes era un hombre alegre, pero no ha levantado cabeza desde que vio a su hija...bueno...tal y como la vio.

Clara no quiso imaginar lo horrible que debería de ser ver a alguien de su familia sin ojos ni corazón, muerta en mitad de la nada. De buenas a primeras sintió una gran compasión por él, pensando lo doloroso que era perder a un ser amado y lo difícil que resultaba salir de aquel vacío sin que nadie le ayude. Hasta con ayuda era muy difícil, pero se sale, sobretodo si se aprendía a que los recuerdos no doliesen. A convertirlos en poesía o en libertad y momentos bonitos con la otra persona.

Diego arrancó la moto cogiendo los cascos y le hizo una señal a Clara para que se pusiese el suyo. La chica esta vez no lo dudó y se lo puso sin rechistar. Diego hizo lo propio y emprendieron su camino de vuelta a casa.

O al menos eso creía ella. 

Gracias por leer. Un abrazo. 

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