CAPÍTULO 80

220 54 12
                                    



Diego esperaba en el piso de abajo, con un perfecto esmoquin negro que le hacía parecer muchísimo más elegante de lo que ya era de por sí. Estaba sentado en uno de los sofás y veía la tele distraído mientras esperaba a Clara. Paco estaba a su lado totalmente centrado en la televisión.

–Se nota que Sofía está con Clara.–dijo Diego, algo molesto.

Paco lo miró. Él chico no había levantado la vista de la televisión, pero tenía entrecerrados los ojos.

–¿A qué te refieres?–le pregunto el hombre amablemente.

–A que es extraño que estés pasando tiempo conmigo, aunque sea sin hablarme.

El adulto agachó la cabeza.

–Créeme que me encantaría pasar más tiempo contigo Diego.

–Poco se nota.–farfulló él.

–Sabes que apenas tengo tiempo.

–Lo sé. Y aún así pasas más tiempo con ella que con nadie.

Diego no podía dejar de sentirse abandonado por su padre. Pensaba que la única que lo quería era su tía Lucía y su prima Jenifer. Su padre se dio cuenta de aquello con gran pesar.

–Tengo obligaciones que cumplir.–suspiró.

–¿Con ella?

–Sobre todo con ella.–le aseguró él cruzando los brazos.

–Siempre has tenido "obligaciones" que nunca has podido contarme, y ahora vas y se lo cuentas todo a ella.

Paco cogió aire, muy serio.

–Ella las conocía de antemano.

Silencio.

–Ya veo.–contestó dándole largas porque sabía que iban a volver a discutir y no quería amargarle la noche a Clara.

Se sintió extraño al pensar en no hacer algo para no molestar a la chica. Nunca antes se le había pasado nada así por la cabeza. Y si lo había hecho, no le había importado hasta ese momento.

–Algún día podré contártelas.–lo consoló Paco adivinando lo que su hijo había pensado previamente.

Por primera vez Diego lo miró. Sus ojos eran aún más azules que los de Paco, quien tembló al recordar a Samanta en la expresión de su hijo. Diego iba a hablar cuando escuchó unos tacones en el piso de arriba. En seguida posó su mirada en la parte superior de la escalera y tuvo que entreabrir la boca sin remedio alguno.

Clara lo observaba desde allí. Parecía un modelo con aquel esmoquin negro. Lo que no sabía, era que él se había quedado sin palabras al ver a una chica rubia con un recogido hacia atrás y dos tirabuzones sueltos en un look desenfadado pero sutilmente elegante, vestida con un hermoso traje azul de seda y unos zapatos camel a juego con un bolso con algo de brillo. Se había perfilado los ojos negros, haciéndolos aún más penetrantes, y un toque de colorete rojizo surcaba sus mejillas. Comenzó a bajar las escaleras, mirando al suelo por miedo a caerse con esos tacones tan altos. Cuando llegó al final de la escalera Diego la esperaba con un brazo estirado y una enorme sonrisa en los labios.

–Llamarte preciosa sería un insulto.–le sonrió tan encantadoramente que la chica se derritió.

–No creo que sea para tanto.–contestó aceptando su brazo y agarrándose a él.– Tú también estás genial.

Se miraron unos instantes más antes de que los dos adultos se acercaran a ellos. Sofía se acercó a Paco y suspiró en sus brazos.

–Están creciendo demasiado rápido.–le susurró con pena.

–Nadie puede luchar contra el tiempo mi amor.–le contestó él, también embadurnado de esa sensación de melancolía. Melancolía por esos días en los que su hijo era aún un bebé y Sofía estaba embarazada.–Tanto Andrés como Samanta estarían orgullosos de ellos dos.

La última frase fue un leve hilo de voz, tanto que dudo de que Sofía se hubiese enterado de ello, aunque al ver como su rostro se entristecía Paco estuvo seguro de que lo escuchó.

–Algún día tendremos que contárselo.–prosiguió él, abrazándola y susurrándole en el oído.

No aguantaba más esa relación con su hijo y en ese momento en el que ya veía al chico como a un hombre, no soportaría que en algún momento le diese definitivamente la espalda.

–No será esta noche Paco. Es demasiado horrible. Sólo son niños, dejémoslos disfrutar–dijo Sofía separándose de él y contemplando a los dos chicos– Además, tú mismo te has encargado de mandar protección a esa fiesta.

–Nos vamos ya. No nos esperéis despiertos.–bromeó Diego ajeno a la conversación de los adultos.

Sofía miró a Clara directamente a los ojos.

–Ten cuidado. No bebas nada y si lo haces no pierdas de vista tu vaso. No lo dejes por ningún lado y si lo dejas no vuelvas a cogerlo.

Clara se avergonzó, al mismo tiempo que agradeció que se preocupase por ella.

–Descuida mamá.

–Tranquila Sofía, yo mismo cuidaré de ella.

–Entonces no sé yo si estará en buenas manos.–dijo irónico Paco haciendo que los otros tres se riesen.

Diego salió al patio apartando por primera vez sus diferencias con su padre y tomó la mano de Clara para ayudarla a bajar los escalones de la entrada, aunque la chica se había quedado pasmada y no era capaz de reaccionar. Había una gran limusina negra esperándolos en el porche. 

Gracias por leerme. Un abrazo grande y si hay alguien leyendo esta historia que no se haya manifestado aún por favor que lo haga con un simple hola o con un comentario. Uso wattpad sólo para compartir mis historias y conocer a mis lectores, por eso considero importante el feedback y saber si os gusta. Dicho esto, gracias de nuevo!!!! 

IG: itssarahmey

Fb: sarah mey libros





Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora