CAPÍTULO 36

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Pasaron toda la tarde jugando al voleibol. Diego y Gloria siguieron tumbados en la arena hasta al menos las ocho de la tarde. Hora a la que empezaba a anochecer. Clara no pudo evitar mirarlos de soslayo alguna que otra vez, y en la mayoría de las veces no paraba de encontrarse con unos ojos azules capaces de hacer competencia al mismísimo océano y que no paraban de observarla con interés.

Cuando por fin cayó la noche se acercaron a la pareja. Clara y Carolina con menos ganas que los demás, ambas nerviosas. La segunda por timidez y la primera sin saber por qué.

–¿Nos vamos?

–Claro.–contestó Diego mientras le tendía la mano a Gloria para ayudarla a levantarse.

Clara permanecía callada mientras subían hasta donde estaban aparcadas las motos. Evitaba mirar a los tortolitos besarse. Se detuvo en frente de la moto de Miguel.

–Móntate conmigo.–le dijo Diego para su sorpresa.

–¿No llevas a tu "amiguita"?– contestó con desdén.

Él le dedicó una mirada que le heló la sangre, pero no hizo ningún comentario al respecto. Miguel se alejó en su moto con Gloria atrás, ya que vivían en la misma calle. La chica rubia se percató de la mirada de odio que le dirigía la morena.

Por otra parte Lucas se comprometió en llevar a una Carolina nerviosa a su casa. Clara sonrió a Carolina dándole ánimos mientras ella dudaba entre agarrarse o no al chico que conducía. La joven rubia vio cómo su amiga se ponía roja al tiempo que sus manos se agarraban tímidamente a Lucas.

Ambos jóvenes se alejaron mientras Diego quitaba el candado de su moto, con un incómodo silencio. Arrancó la moto y le hizo una señal a Clara para que montase. Ella obedeció, aún algo molesta a pesar de que el chico no había hecho ningún comentario desde su absurda pelea con Gloria.

Corrió una suave brisa por la que Clara olió la fresca fragancia que desprendía el pelo del chico. Suspiró para sus adentros, sin saber exactamente qué es lo que sentía en ese momento. El aire exótico del lugar también jugaba un papel en sus sentidos, desconcertándola.

Tal vez fuese la noche, pero le daba la sensación de que Diego iba más rápido que esa tarde así que optó por agarrarse a él. Sintió sus marcados músculos debajo de la camiseta y notó su relajada respiración. ¡Dios, que bien olía!

Él siguió a avanzando, pero escuchó su suspiro que le hizo romper su silencio. Curiosamente, no le gustaba estar enfadado con ella.

–Gloria me dijo que la amenazaste.–le dijo cuándo paró en el primer stop.

–Fue totalmente al contrario. Si no me quieres creer allá tú.–le contestó molesta.

Notó como el chico resoplaba.

–El problema es que te creo Clara.

Ella se quedó perpleja al tiempo que Diego la miraba a través del espejo retrovisor. A pesar de mirarla a través de un cristal notó como su mirada la traspasaba.

–¿Ah sí? y... ¿Por qué es un problema?–preguntó inocentemente, sin comprender.

Él le dedicó una media sonrisa, preocupado.

–¿No consideras un problema el hecho de que crea más a una chica que conozco desde hace dos días antes que a la que es mi novia desde hace más de un año?

La chica se sintió tonta.

–Tal vez, en esos dos días yo te haya inspirado más confianza que ella en todo ese tiempo

Diego dejó de mirarla, sumido en sus pensamientos mientras volvía a centrarse en la carretera. Tras unos minutos pasaron de nuevo por el callejón de la muerte.

–¿Te has enfadado?–le preguntó ella.

Él abrió los ojos, perplejo.

–No, no, claro que no. Sé cómo es Gloria, y por lo que sé de ti, creo que no me mentirías.

Clara arqueó una ceja mientras dejaba que el viento balancease su cabello tras ella.

–No sabes nada de mi.–resopló.

–Créeme que te conozco mejor de lo que piensas. –le sonrió.

Clara acercó su cabeza a la de Diego y olió aún más la fragancia del joven.

–¿Por qué estás con esa chica?

Normalmente no se había tomado la molestia de preguntar. Era una falta de educación, pero no le importó. Él se tomó su tiempo para responder. Tanto que Clara pensó que no se había enterado o que si lo había hecho había preferido ignorarla. A pesar de eso, notó como sus hombros se tensaban levemente.

–Es celosa, posesiva, gruñona, mentirosa...–prosiguió ella, aunque cerró la boca antes de seguir dejándose llevar.

Diego sonrió, sintiéndose realmente bien. Clara le daba una confianza que hacía tiempo que no sentía con ninguna otra persona que no fuese Miguel, y le estaba dando motivos para dejar a Gloria. Unos motivos que él no había querido ver nunca por lo que pasó aquella noche. A pesar de eso, no podía contarle la verdad y en cierto modo, y por muy extraño y duro que le resultase confesárselo a si mismo, temía que Clara se alejase de él si le contaba la verdad.

–Todos son puntos positivos vaya.–prosiguió irónica.–Sigo sin entender por qué estás con ella.

–¿Tanto te interesa saber el motivo?–preguntó sagaz, sintiéndose verdaderamente libre.

–Sólo era curiosidad.

Ambos suspiraron a la par.

–Eso es algo que solo me concierne a mi Clara...–arrastró la última palabra de un modo que llamó la atención de la joven.

Por primera vez no le había hablado seguro de sí mismo, había un resquicio de inseguridad en su voz. 

Gracias de nuevo. Contadme que tal! Besos!!!!!!

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Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora