CAPÍTULO 29

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A la mañana siguiente Clara se desperezó en la cama, recordando a medias lo que había ocurrido la noche anterior. Había visto un fantasma y ridículamente esta quería ser su nueva amiga y escuchar canciones de Shawn juntas. Luego le había dado un librazo a alguien en la cabeza. Se quedó quieta en la cama mientras las imágenes del día anterior volvían a su mente. Recordó el miedo que había sentido, y se prometió a si misma que jamás se volvería a asustar así por nadie.

No sabía lo equivocada que estaba.

Saltó de la cama y se vistió. Iba a ponerse un chándal cuando recordó que probablemente los chicos todavía estarían en la casa. Miró el reloj. Eran las diez de la mañana. Temprano para tratarse del verano, se dijo a sí misma.

En lugar del chándal fue al armario y se colocó unos vaqueros y una camiseta de tirantes. No se molestó en peinarse al mirar su ondulado cabello caer sobre sus hombros como una cascada. Bostezó y abrió la puerta, dirigiéndose a la gran escalera con el enorme espejo en frente. Volvió a verse reflejada. Con el pelo suelto no aparentaba menos edad de la que tenía, se decía. Sin saber por qué, estaba nerviosa por volver a ver al chico de ojos claros, y al contrario que el día anterior, ese nerviosismo ya no le molestaba ni mucho menos la irritaba.

Bajó veloz las escaleras y se dirigió a la cocina. Cuando llegó no se extrañó de encontrarse con tres jóvenes que posaron sus ojos en ella en cuanto cruzó la puerta. Aún no había rastro de Paco ni de Sofía. Debían de estar durmiendo en su cama nueva. Sin saber por qué Clara emitió un leve gruñido al pensar eso.

–Buenos días dormilona.–la saludó Miguel, con una sonrisa.

Era como si la noche anterior no se hubiese ido malhumorado de la habitación.

–Buenos días.–le contestó, echando una rápida ojeada a los jóvenes.

Encontró a Diego y Miguel mirándola y al chico de ojos grises y cabello oscuro pero no había ni rastro del chico pelirrojo que se había colado en su habitación ni del otro chico más gordito que también se encontraba en la habitación de Diego.

–¿Quieres una tostada?–le ofreció Diego, tendiéndole una en un plato.

–¿Qué le has hecho?–preguntó ella desconfiada.

Los tres chicos rieron.

–Nada. ¿Qué voy a hacerle? Desconfiada...

Clara cogió el plato que su hermanastro le tendía y lo miró con desconfianza. Parecía una tostada normal y corriente.

–Como le hayas echado algo raro te enteras.–le dijo mientras se sentaba en la mesa a su lado.

Diego la miró divertido.

–Descuida.–dijo mientras la veía untarle mermelada.– Por cierto en aquel mueble tienes zumos.

La chica se levantó y cogió uno de piña. Se sentó sin mirar a nada en concreto, a pesar de que notaba tres pares de ojos puestos en ella.

–¿Cómo está Sergio?–preguntó.

El chico de ojos grises casi se atragantó con su tostada de mermelada de fresa.

–Ya se despertó y se fue a su casa...pero vaya tunda le diste.

Clara clavó sus ojos negros en el chico de mirada grisácea. Por primera vez pensó que el libro de tantas páginas había tenido otra utilidad a parte de la de llevarla a mundos inimaginables. Él se la quedó mirando, devolviéndole la mirada. De pronto soltó la tostada y se limpió la mano con la servilleta.

Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora