–Vete de aquí.–dijo una ronca voz.
Se giró sobresaltada mirando a todos lados. Carolina no había sido la que le había hablado, y allí no había absolutamente nadie más. Deseando que se la tragase la tierra, miró asustada a su amiga que había salido de una de las salas para buscarla.
–Clara, estás muy blanca...más de lo habitual...¿te encuentras bien?
Clara contuvo la respiración. Carolina parecía no haber oído aquella voz, aquel susurro en mitad de la penumbra.
–¿No...no lo...lo has oído?–logró articular mientras comenzaba a temblar.
Aquello no podía tratarse de otro fantasma. Tan sólo había hablado con Lauren y con aquel fantasma con el que jugó en su infancia. Con nadie más. No podía haber un tercer fantasma comunicándose con ella. ¡¿Cómo diablos podía pasar eso?! Carolina ladeó la cabeza haciendo que su cabello dejase de enmarcar su rostro unos instantes mientras la miraba preocupada.
–¿Oír qué?
Clara miró a su alrededor. Ella había escuchado una voz de mujer y estaba aterrorizada. Podría haber sido producto de su imaginación, pero, ¿Y si no lo fuese? ¿Y si realmente alguien le hubiese ordenado que se fuera? ¿¡Y si no estaban solas!?
La chica cerró los ojos, mareada. Estaba totalmente segura de que no se había imaginado esa voz.
–La voz...–susurró.
Carolina se acercó más a ella.
–¿De qué estás hablando?
–Quiero irme, ya...–musitó ella quitándose de encima una telaraña.
–Vamos...deja que te enseñe lo que quiero enseñarte.
Clara dudó unos instantes. Podría echar a correr, pero le daba demasiado pánico quedarse sola. Contempló unos instantes la mano que Carolina volvía a tenderle, con una sonrisa en su bronceado rostro.
–No lo hagas...
Clara pegó un salto sin moverse del sitio. ¡De nuevo esa voz!
–¡¿Quién eres?!–gritó recordando el miedo de ver por primera vez a Lauren.
Nadie le respondió. Clara se giró hacia su compañera con los ojos como platos. Cuando vio a Lauren supo que se trataba de un espíritu por la sensación que la invadió antes de verla, pero en esa ocasión lo que sentía era pavor en lugar de ningún presentimiento. Aquello no podía tratarse de un espíritu.
–¡Dime que ahora la has oído!–rogó.
Carolina también comenzaba a tener miedo.
–¿Oír qué?– se exasperó.
–Esa voz...–susurró conteniendo las lágrimas mientras miraba a su alrededor, temblando y sin querer encontrarse con nada extraño.
De buenas a primeras escuchó un ruido sordo, y no pudo evitar dar un grito ahogado.
–¿Qué coño te pasa?–le preguntó agresiva Carolina.
Clara estaba anonadada. Y también estaba completamente segura de que Carolina no había oído ese ruido tampoco. Temblando y queriendo que todo fuese una pesadilla miró a través de la penumbra del pasillo en el que se encontraban, justo al lado de las escaleras de caracol. Llevándose una mano al estómago, que se quejaba por los nervios, dirigió una vista hacia un espejo que se encontraba a unos metros de ella, en la pared izquierda. Estaba totalmente segura de que el ruido había salido de allí. Se acercó a él, y comprobó que estaba roto justo en el centro, pero eso no impedía que la joven rubia se viese reflejada. Era un espejo rectangular, en el que tan sólo podía verse su rostro. No obstante, en cuestión de segundos, el espejo se quedó sin proyectar la imagen de Clara, y de buenas a primeras, apareció la imagen de una chica totalmente blanca y demacrada, con profundas ojeras y despeinada cabellera larga y negra como el azabache. Podía ver la parte de arriba de su vestido blanco reflejado en el espejo. Clara habría chillado, pero estaba tan paralizada que no podía dejar de mirar esos ojos negros que la miraban a través del cristal. La conocía de algo, la había visto antes...
–¡Vete o acabarás así!–le repitió el espíritu con aquella voz cargada de odio.
Clara la observaba sin poder moverse...sin poder ni tan siquiera respirar hasta que una mano la sacó de su ensimismamiento. La chica rubia chilló mientras se quitaba de encima la mano que Carolina le había puesto en el hombro. Su compañera la miró como si estuviese loca mientras se alejaba del espejo en el que ya no estaba reflejada aquella otra joven de cabellera negra.
–Vámonos...–susurró antes de salir corriendo escaleras abajo ante la mirada de una chica castaña que aparentemente no había visto absolutamente nada.
–¡Espera, no salgas sola!–le gritó sin éxito ya que no habría nada en el mundo capaz de impedir que Clara saliese de aquel castillo con los ojos llorosos y el corazón desorbitado. Acababa de tener otro contacto con lo sobrenatural, y lo peor de todo era que no podía reprimir las lágrimas que comenzaban a salir de sus ojos haciendo que todo su orgullo y su faceta de fuerte se desparramaran por los suelos.
–¡Lauren! ¡¿Estás aquí?!–gritó sin importarle que Carolina la escuchase, pero la chica fantasma no se manifestó.
Clara no sabía desde cuando ese fantasma era capaz de calmarla, pero necesitaba que alguien le explicase lo que acababa de ver, y Lauren a pesar de ser un fantasma parecía simpática. Iba a volverse loca si seguía así. Volvió a llamarla otras dos veces, pero la chica fantasma no apareció mientras ella se seguía alejando del interior de aquella fortaleza.
Una vez fuera se arrodilló al pie de una gran roca e intentó calmarse. No se sentía capaz de atravesar el bosque. No podía hacerlo. Había sido ahí donde había tenido su primer contacto con lo sobrenatural, donde con seis años había visto a Britanie, una niña hermosa de piel negra que le pedía que jugase con ella. Recordó como en su inocencia le había preguntado porque llevaba siempre que se veían el mismo vestido roto y tan estropeado. Al cabo de cinco años descubrió que esa chica estaba muerta desde hacía veinte y que murió en un incendio. Lo descubrió porque le había pedido a su madre periódicos antiguos para un trabajo de clase. Nunca más volvió a entrar en ningún bosque hasta ese día.
–¡Clara! ¿Qué demonios te pasa?
Ella se giró secándose las lágrimas hacia Carolina, que parecía muy asustada.
–¿No has oído ni visto nada?–le preguntó al cabo de dos minutos en los que acabó de calmarse.
–¿Estás loca? ¡No había nada que oír! ¡Estaba todo en silencio!–la acusó.
Clara se mantuvo callada y en el suelo. Se rodeó las rodillas con la mano e intentó calmar esa sensación que tanto la agobiaba. Intentó no centrarse en ello. De pronto cayó en algo.
–Lo siento, he visto demasiadas películas de miedo y me he dejado llevar.–mintió.– Oye, ¿me puedes explicar ahora que es eso de las criaturas de la Diosa?–añadió intentando cambiar de tema y aún con la cabeza metida entre las piernas y en el suelo.
Carolina ladeó la cabeza, y apretó los labios. Algo en su expresión hizo que Clara supiese que iba a contarle aquella leyenda, pero que no estaba muy conforme en hacerlo.
–Actuabas como si estuvieses viendo un fantasma...
Clara cogió aire. No podía contarle la verdad a Carolina.
–Soy una persona que se deja llevar mucho por las vibraciones, y ese lugar me daba vibraciones horribles. Lo siento si te he asustado. Todo estaba en mi cabeza. Ahora, por favor, cambiemos de tema y cuéntame esa leyenda.
Hola mis lectores preciosos!! Mil gracias por leer y feliz semana! Besos
IG: itssarahmey
Fb: sarah mey libros
ESTÁS LEYENDO
Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|
Teen FictionHISTORIA COMPLETA #1 en hermanastros 26/10/18 #5 en misterio y en suspenso 02/09/18 ¿Y si estuvieses destinada a morir incluso antes de nacer? Clara es una joven de quince años que vive en el sur de España. Al borde de la quiebra, su madre Sofía, c...