Nadie en aquel lugar fue capaz de ver como un segundo chico corría hacia ella y empujaba a su agresor antes de que el sable cortase la piel de la chica. Clara gritó al ver a Dan tirar al suelo a su agresor. ¡Dan! ¿Qué hacía él allí? ¿Formaba parte de la secta? ¡Claro que sí! ¡¿Qué iba a hacer allí si no?!
Rápidamente varios encapuchados se apresuraron a agarrar a Dan ante la imagen de una Clara totalmente desubicada.
Notó como unas manos tiraban de ella para ponerla en pie al tiempo que Dan era agarrado por dos hombres fuertes.
–¡¿Qué has hecho?!–gritó el Gran Maestro muy furioso y consciente de que ese chico había interrumpido un ritual.
El desconcierto y el nerviosismo cortó el aire de aquel lugar. Todo el mundo se quedó en silencio. Dan tan sólo escuchaba el latir de su corazón en las orejas. ¿Qué acababa de hacer?, se preguntó a si mismo. Lo correcto, eso era lo que había hecho. El chico había reconocido a Clara. ¿Cómo diablos iba a dejar que la matasen así después de hacer que la muerte de Lauren doliese menos?
Clara lo observó con ojos como platos. ¿Era por eso por lo que Lauren le había insistido en que debía de ir a hablar con Dan? ¿Había una razón oculta en su insistencia más allá de Lauren quisiese a Dan? Al recordar como Lauren le dijo que la estaba ayudando lo entendió todo. Su padre estaba detrás de todo aquello. Tenía que estarlo. Clara se percató de como Dan temblaba. Ese chico había intentado salvarle la vida, y en ese momento, estaba a merced de aquellos que querían matarla y torturarla. El miedo se apoderó de su sistema sanguíneo mucho más de lo que ya lo había hecho. ¡Iban a matar a Dan por su culpa!
Dan fue a hablar, pero no fue su voz la que se escuchó justo al tiempo que se escuchaba una puerta abrirse.
–¡Tocadla y os reviento!– gritó una poderosa voz detrás de él que se abalanzaba corriendo.
El Gran Maestro miró con la boca abierta hacia una figura encapuchada que bajó las escaleras a toda prisa y apuntó con una pistola a uno de los hombres. Jaime y Miguel observaron a Diego sin saber de dónde había sacado el arma y cuándo la había cogido. Fue al salir de la estancia donde su padre mantenía una reunión con sus hombres.
Todos allí se giraron hacia el chico encapuchado que había hablado y que se dirigía hacia el altar. De buenas a primeras al menos cien hombres entraron en la gran sala, haciendo que los encapuchados que ya se encontraban allí se sobresaltasen ante los que entraban.
Aquello se convirtió en un campo de batalla mientras Diego se abalanzaba sobre el chico que se había vuelto a colocar la capucha y había salido corriendo por otra puerta. Miguel y Jaime lo siguieron mientras Diego se paraba en frente de Clara y la contemplaba durante unos instantes, liberándola rápidamente de las cuerdas.
–¿Cómo estás? Clara, ¿Cómo estas mi amor? Mírame.–le rogó.
–Bien...–su voz sonaba muy débil, pero estaba bien.
Increíblemente estaba bien. Dan, que había logrado liberarse de los hombres que lo apresaron porque estos salieron corriendo para no ser atrapados, se acercó entonces a ella y miró a Diego.
–Yo me quedo con ella.
Diego apretó un puño amenazante sin fiarse de él, pero sintió la mano de Clara sobre su piel y la vio negar con la cabeza.
–Es de los buenos.–dijo la chica aún temblando.
El cuerpo de ella estaba muy frío, como casi muerto y su cara estaba extremadamente pálida. El chico la abrazó mientras notaba que su propio cuerpo era un flan. Le dio un beso en la frente y olió el olor de su pelo, que a pesar de estar extremadamente sucio por aquel lugar y por su propia sangre seguía oliendo a ella. Diego se limpió las lágrimas al darse cuenta de que había pensado que jamás volvería a verla, ni a sentirla, ni a...besarla...El chico unió sus labios a los suyos y se separó de ella después de un beso corto pero intenso. A la chica aún le costaba trabajo mover su propio cuerpo.
–¡Clara!–gritó una voz a sus espaldas.
Sofía se acercó a ella y un Diego algo más relajado le ofreció su lugar y dejó que la abrazase. El chico corrió hacia la puerta después de mirar unos instantes a Dan para quedarse con su cara. Un sonido metálico al caer le hizo dirigirse hacia su derecha, corriendo a más no poder para encontrarse con que Miguel tenía agarrado al chico y le intentaba quitar el sable que llevaba en la mano mientras Jaime se levantaba del suelo confuso. El encapuchado lo había tirado haciendo que el chico rubio se diese un fuerte golpe en la cabeza. Miguel peleaba con él para que no le clavase el sable en la garganta pero el chico era tan fuerte como él. Rápidamente tanto Diego como Jaime se acercaron corriendo a ellos e inmovilizaron al encapuchado al tiempo que Miguel tiraba el sable al suelo y comenzaba a propinarle puñetazos sin parar.
–¿Cómo puedes ser tan cabrón?– seguía diciéndole al tiempo que seguía pegándole.
Diego se unió a él y tras darle dos puñetazos le quitó la capucha. Los tres chicos se quedaron pálidos ante aquel otro chico. Era un joven que los miraba con una profunda rabia que no había estado allí nunca antes.
–¿Que...–comenzó Miguel mientras el chico comenzaba a reírse como un loco y a forcejear con un Jaime que trataba de agarrarlo.
No podían creérselo. Diego fue el primero en reaccionar en medio de aquella especie de laberinto subterráneo que tanto los ahogaba. El aire estaba demasiado cargado. Las antorchas seguían iluminando el oscuro y abrupto lugar.
–¡Serás cabrón, confié en ti!–le gritó Diego propinándole otro puñetazo.– ¡Y tú has intentado matarla!
–¡Y lo habría hecho!–vociferó.– Igual que lo hice con Claudia lo volvería a hacer.–volvió a reír.
Miguel y Diego vieron como el asombrado semblante de Jaime se ensombrecía.
–Fuiste tú.–se sorprendió.– ¡Tú fuiste quien la mataste y quien me dejaste cargar con los rumores de que fui yo todo este tiempo!
Miguel sintió una punzada de culpa en el pecho al haber culpado al chico. Jaime le pegó una patada en la espalda y lo soltó al tiempo que le obligaba a girarse y comenzaba lo que era una auténtica lluvia de puñetazos donde ambas partes daban y recibían. Diego estaba demasiado furioso y dolido, pero dejó que Jaime se desahogase con aquel chico.
–¡No sabes lo que me has hecho pasar!–repetía una y otra vez el joven rubio.
Miguel se giró hacia el final del túnel. Había escuchado la voz de Paco en alguna parte.
–¡Aquí!–clamó Miguel.
Los demás hombres llegaron en cuestión de segundos. Paco agarró a un Jaime que estaba a punto de matar al otro chico y que no paraba de decir improperios.
–Para, muchacho, para.–le pidió el adulto agarrándolo y quedándose blanco al ver la identidad del otro chico.
–Tú...
Rafael llegó corriendo tras ellos, en muy buena forma para tener más de sesenta años y se quedó mirando al joven que no le quitaba la vista de encima al sable que había en el suelo a unos metros de él. Aquello parecía una película sacada del siglo XVIII. Antorchas y pasillos secretos. El chico seguía mirándolos como un psicópata cuando Paco lo agarró y comenzaron a salir de allí.
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Lo que el miedo no pudo silenciar© |TERMINADA|
Novela JuvenilHISTORIA COMPLETA #1 en hermanastros 26/10/18 #5 en misterio y en suspenso 02/09/18 ¿Y si estuvieses destinada a morir incluso antes de nacer? Clara es una joven de quince años que vive en el sur de España. Al borde de la quiebra, su madre Sofía, c...